El monólogo de Alsina: Hoy Jordi Pujol Ferrusola no era otra que un imputado más
Les voy a decir una cosa.
Si la juez se hubiera permitido una licencia humorística, habría recibido a Pujol diciéndole: “Bueno, honorable, hoy sí que toca, eh”. Dos horas y cuarto de declaración judicial, nada que ver con el mítin que les soltó Pujol, abroncándoles, a los diputados del Parlamento autonómico. Hoy no hubo ni besamanos ni pleitesía.
Hoy no pudo elegir Pujol el formato y la hora de su declaración. Hoy no pudo repetir veinte veces que él no tenía obligación de comparecer pero que había concedido hacerlo en atención al Parlamento de Cataluña. Hoy Jordi Pujol no era otra cosa que un imputado más, un sospechoso de haber cometido varios delitos (fraude fiscal, blanqueo de capitales) que acude, por obligación, al juzgado el día que el juez decide y se encuentra allí con una magistrada y un fiscal que han hecho los deberes y saben hacerle las preguntas que él habría preferido que nadie le hiciera. Menos aún, en el juzgado.
Son tantos los casos abiertos en los que aparecen mencionados los Pujol (padre, hijos y espíritu santo, o sea, la madre) que conviene levar un croquis para saber qué asunto está investigando cada juzgado. Éste de hoy es un juzgado de Barcelona, Cataluña. Ubicado en la Ciutat de la Justicia, el complejo cuya primera piedra puso Artur Mas cuando era conseller en cap del gobierno presidido por el hoy compareciente. La piedra la pusieron entre Mas y la consejera de Justicia, que se llamaba (se llama) Nuria de Gispert, que hoypreside hoy el Parlamento catalán y en calidad de tal recibió con arrobo a su antiguo jefe el día que éste tuvo a bien ir a contarles la versión corregida de su novela “La fortuna del abuelo Florenci”.
Éste es el asunto, sólo éste, que ocupa a la juez que ha imputado a Pujol, esposa y tres hijos: el dinero que Florenci Pujol, padre de Jordi, dejó en herencia a su hijo en una cuenta de Andorra que éste mantuvo oculta a la Hacienda pública durante treinta y cuatro años. Presuntamente. “Presuntamente” no que ocultara ese dinero y pasara olímpicamente, por tanto, de pagar impuestos (haciendo patria…andorrana) —que esto lo confesó el ex presidente catalán en aquel comunicado vespertino de un viernes de julio que, siendo la admisión de culpa de un evasor fiscal rezumaba victimismo—, lo del dinero oculto y la no tributación durante 34 años no es presunto, “presunto” es que fuera una herencia, “presunto” es que el dinero fuera de su familia, como dijo Pujol, y no de él mismo a través de testaferros, y “presunto” es que el origen último de la fortuna estuviera en los negocios legales del abuelo Florenci, aquel hombre tan angustiado por el futuro de su vástago (no así de su vástaga, la hermana que nunca supo nada) que le dejó una fortuna por si acaso.
Pujol lo llamó “herencia” en su comunicado veraniego, pero luego acudió al Parlamento con una versión corregida que ya no hablaba de herencia sino de legado (un concepto más flexible, ¿verdad?, que no requiere de documentos oficiales que demuestren que uno ha heredado). Como dijo la juez, en ausencia de papeles que acrediten el origen del dinero y el uso que ha tenido, no cabe presumir, porque sí, que sea dinero sucio, pero tampoco hay por qué aceptar la versión del señor Pujol y punto. De modo que…se investigue. Y dentro de esa investigación se incluye tomar declaración a Pujol y los demás beneficiarios, es decir, el receptor del dinero de Florenci y las personas de su familia que han regularizado con Hacienda lo que tenían en Andorra. Cómo seguirá la instrucción, y si acabarán los Pujolesprocesados por algún delito, depende del criterio de la juez y de las partes. A quienes no consta, por cierto, que haya atormentado hoy Pujol con su doliente relato sobre lo abrumado que estaba en los ochenta, con la Loapa y el 23-F,como argumento para no haberse acordado de que tenía una fortuna en Andorra y mucho menos de regularizarla.
Ayer contó este coronel que compareció en la comisión de investigación del Parlamento catalán (un militar que estuvo destinado en Andorra haciendo labores de inteligencia) que la señora Ferrusola, en los noventa, viajaba al Principado cada tres meses a ingresar dinero en la cuenta secreta. Y que nadie decía nada porque en aquella época se hacía la vista gorda a la evasión de capitales (o eso dice el coronel). La señora viajaba acompañada de los mossos de esquadra que le servían de escolta y con pleno conocimiento, claro, de la consejería de Interior del gobierno de su marido. El marido que, al tiempo que Ferrusola frecuentaba Andorra, instaba a los catalanes a hacer patria confiando su dinero a los bancos de Cataluña.
Erradicar la evasión fiscal es uno de los objetivos que se ha marcado el nuevo gobierno griego. Atacando la evasión y el fraude fiscal espera conseguir nuevos recursos para el Estado que le permitan sostener económicamente las medidas de ayuda a las familias que están llamadas a ser la parte más perceptible, lo que directamente notarán, los griegos a los que ha prometido acabar con la austeridad y los recortes. Tsipras se ha estrenado como primer ministro formando un gabinete menos nutrido que el que había (diez ministerios, tal como dijo en campaña, todo hombres, por cierto) y anunciando el incremento del salario mínimo.
A la primera sesión del nuevo parlamento llevará una primera serie de medidas entre las que se incluye reestructurar la deuda de particulares y familias, normas que permitan, adelantan sus portavoces, a aquellos con dificultades reales para atender los pagos renegociar las condiciones. Para las deudas de los particulares y las pymes con la administración, depende sólo del gobierno modificar las normas para aflojar la carga; para las deudas con empresas privadas o bancos lo que planteará el gobierno es sentarse a hablar con sus responsables para que acepten también revisar esas condiciones.
El nuevo ejecutivo griego comienza a recorrer su camino sabiendo que son muchas (todas) las esperanzas que los votantes han puesto en Tsipras y que conviene no defraudarlas. El foco está puesto sobre el líder y su nuevo vicepresidente económico, Dragasakis, el más veterano del gabinete, 67 años, y autor del “Programa de Salónica”, la base del programa de gobierno con que Syriza concurrió a estas elecciones. Como ministro de Finanzas tendrá a un señor que se llama Varoufakis, como contamos ya ayer, que esta mañana escribió en su blog que confía en poder seguir publicando de vez en cuando, aunque sea para explicar qué entiende por “postureo”, la pose sobreactuada con que, según dijo él mismo ayer, ha actuado Syriza respecto de la deuda pública durante la campaña.
El nuevo gobierno se estrena en un clima de expectación y, para la mayoría de los griegos, de confianza en que cambien para bien las cosas. Aunque, por el camino hayan encajado algunos de los seguidores de Syriza el disgusto de verle pactar con un partido de derechas que celebra la implicación de la Iglesia en los asuntos del Estado y se opone tajantemente al matrimonio homosexual. Ese partido ha reclamado para sí, y ha obtenido, el ministerio de Defensa, la gestión de las Fuerzas Armadas.
Para Tsipras por este pacto el precio de guardar en un cajón, hasta nueva orden, la pretensión de separar de una vez la religión y el Estado en Grecia. Tsipras tomó posesión sin biblia y sin connotación religiosa alguna, pero hasta ahí va a llegar la reforma. Así se le ha transmitido ya a Arístides Baltas, el hombre al que Tsipras ha encomendado el ministerio de Cultura, Educación y…Asuntos Religiosos.