Parecidos entre España y Portugal
Les voy a decir una cosa.
Ese país que para los españoles están “más lejos que la India” es Portugal, según la definición hiperbólica que dejó escrita en sus memorias Luis Buñuel
Siempre se dijo que Lisboa estaba más lejos de Madrid que París, Londres, o Roma. Clarín siempre se lamentó de lo poco que sabíamos los españoles de nuestros vecinos los portugueses, o antes aún, del nulo interés que mostrábamos en averiguarlo. Se cuenta el caso de un académico español, que se refirió en los setenta a Fernando Pessoa como “autor brasileño”.
A ver, si habla portugués, habrá nacido al otro lado del océano porque esto que tenemos aquí al lado, qué es, ¡ah, sí, Portugal! Es verdad que en estos últimos años se nos han hecho familiares los nombres de algunos portugueses famosos, como Mourinho y Cristiano, como Saramago o como Durao Barroso, que es ese señor que fue presidente de gobierno en Portugal, organizó la foto de las Azores y, en vista del éxito, se buscó la vida como presidente de la comisión europea. Ahí sigue: es el que sale en las fotos entre Van Rompuy y Angela Merkel, el presidente fijo y la presidenta de facto. Pero, en términos generales, y para decepción del iberismo -de aquellos que abogan por estrechar vínculos con nuestros vecinos (y ellos con nosotros) hasta forjar algún día un solo Estado-, la distancia anímica, o social, política, entre Portugal y nosotros sea muy superior a la distancia física.
Nos interesamos poco por saber de Portugal, y eso que los dos vecinos estamos viviendo desde hace ocho años una historia parecida, no sólo porque nuestras primas de riesgo hayan vuelto a subir hoy de forma pareja. O porque el gobierno portugués haya admitido hoy que el AVE de Madrid a Lisboa era un proyecto precioso para cuando nos sobraba el dinero pero completamente inasumible en estos otros tiempos que han venido luego, los recesivos. Hagamos memoria: en 2004 Aznar dejó paso a Rodríguez Zapatero (la izquierda llegaba al poder después de un gobierno de derechas); Durao Barroso abandonó aquel año la jefatura del gobierno portugués para empezar a ejercer en Bruselas; le heredó Santana, de su partido, pero en 2005 hubo elecciones y pasó lo que en España: la izquierda, Sócrates, le ganó a la derecha.
La pareja del socialismo ibérico, Zapatero y Sócrates, emergió como revulsivo para la izquierda europea, cada vez más en retirada ante los partidos conservadores que iban ganando terreno. Ambos revalidaron su victoria al cabo de su primera legislatura, pero llegó la crisis económica y a los dos se les empezó a poner todo muy cuesta arriba. Zapatero evitó la intervención de España sometiéndose a las directrices de Alemania y Francia y alcanzando en el Parlamento los acuerdos necesarios para aprobar cuantas medidas exigía Europa. Sócrates trató de hacer lo mismo, pero a él la geometría variable se le daba peor y acabó fracasando. Portugal se declaró incapaz de financiarse en los mercados y llamó a Bruselas para que le enchufáramos la manguera. Se celebraron elecciones anticipadas, Sócrates perdió y se hizo con el gobierno la derecha de Pasos Coelho. Que de inmediato se puso a ejecutar las reformas que Europa había exigido a cambio del rescate.
España se libró de ser rescatada, pero no de las elecciones anticipadas y de las exigencias de Bruselas. Zapatero se esfumó, Rubalcaba se pegó el mayor tortazo electoral de la historia del PSOE y a la Moncloa llegó Rajoy, con la mayoría absoluta (las manos libres) para hacer cuantas reformas considerara oportunas. En lo que llevamos de 2012, Portugal ha aprobado su reforma laboral; y nosotros, España, la nuestra. Cuando se preguntaba a la patronal qué cambios había que hacer en la legislación laboral española señalaba a Portugal y decía: hay que ir por el camino que han emprendido ya nuestros vecinos. Los sindicatos se revolvían contra la comparación y matizaban: eh, que Portugal está intervenida y las reformas se las impone Bruselas, no es nuestro caso. No lo es, en efecto, tal como nos cansamos de escuchar que España no es Grecia, nos cansamos después de oír que “España no es Portugal”.
No lo es, aunque en algunas cosas se le da un aire. En Portugal hubo una huelga general en 2010, como aquí, y hay otra hoy, como la habrá aquí dentro de una semana. En número de huelgas generales nos ganan porque le hicieron otra al gobierno de Pasos Coelho en noviembre, cuando en España acabábamos de salir de las urnas. En Portugal hay dos sindicatos mayoritarios que tienen, como en España, mucho peso: la UGT y la CGT. Ambas centrales son muy críticas con las políticas de ajuste que impulsa el gobierno conservador. Como en España. Pero a diferencia de lo que ocurre aquí, en Portugal los dos sindicatos no siempre van de la mano.
La huelga general de hoy -sobre cuyo grado de seguimiento hay pocos datos fiables todavía- sólo la convocaba la CGT, su líder Armenio Carlos, Armenio Carlos Toxo, para entendernos. Porque el líder de la UGT, el méndez portugués, que se llama Joao Proença, se ha desmarcado de la huelga porque, siendo contrario a las políticas del gobierno, considera que no va a servir para nada intentar parar el país por enésima vez. El convocante, Armenio Carlos, dice que sí va a servir para que el primer ministro reaccione y empiece a plantarle cara a Bruselas como ha hecho...Rajoy, el gobernante español al que la CGT portuguesa, paradojas, considera un modelo ejemplar de desobediencia.
Esta falta de coincidencia, en fin, entre los Mendez y Toxo portugueses es la principal entre la huelga de nuestros vecinos y la huelga que han convocado los sindicatos nuestros, que andan ahora negociando los servicios mínimos con la administración central y los gobiernos autonómicos (y han puesto como ejemplo de cordura y entendimiento al gobierno de Esperanza Aguirre, con el que han pactado en un pis pas los mínimos del transporte, la sanidad, la educación y los juzgados.
Han pactado ya hasta los servicios mínimos del Anatómico Forense, donde habrá un trabajador por turno para recibir los cadáveres. Que ojalá no haya. A estas alturas, y digan lo que digan, los sindicatos aún no tienen claro si lo del jueves será una huelga multitudinaria o será un sonado gatillazo. Ésta es, probablemente, la huelga general de resultado más incierto que se ha vivido hasta ahora. Porque las circunstancias también son inéditas: un gobierno recién llegado al poder con mayoría absoluta, unas políticas que vienen inspiradas por la UE y una tasa de paro desbocada y creciendo. Eso, y que cuatro días antes de la huelga hay unas elecciones en Andalucía que, según las encuestas, ganará por primera vez el Partido Popular, el mismo que gobierna el país y que ha impulsado la reforma contra la que se convoca la huelga. Cuando empezó la campaña de las autonómicas andaluzas se dijo que el coincidir con los preparativos de la huelga general podía traducirse en una mayor movilización del electorado socialista. Si ese fenómeno se ha producido, lo cierto es que las encuestas no lo reflejan. Siempre caben las sorpresas. Para empezar, este domingo.
De momento es jueves, y los jueves nos tomamos un carajillo...hoy a la salud de Oscar Sánchez y de todos los que le añoraban. Ya está en casa, ya llegó a Barcelona este vecino de Montgat que hace ocho años tuvo la pésima idea de vender su documento nacional de identidad a una mujer para sacarse un dinero (700 euros) y luego hacerse otro fingiendo que lo había perdido. El DNI acabó en poder de un narcotraficante que lo usó para pernoctar en hoteles napolitanos cuando iba a negociar allí con la camorra. La policía italiana siguió la pista del DNI y llegó a la estación de lavado de coches de Montgat donde Oscar estaba empleado y donde fue detenido en 2010 como capo de una red de tráfico de drogas en Europa.
Ha estado veinte meses en prisión preventiva en Italia hasta que se ha celebrado el juicio y ha quedado acreditado que el narco no era él. Veinte meses interminables a pesar del trabajo del cónsul de España en Nápoles y de la fiscalía y la policía española, que se encargaron de hacer llegar a los jueces italianos las pruebas de que este ciudadano no era quien ellos decían. Ahora que todo ha terminado, Oscar, su familia, la plataforma de amigos que se organizó para liberarlo, el cónsul de Nápoles, todos pueden celebrar su retorno. Con un carajillo.