El monólogo de Alsina: No tardó mucho la baronesa en desinflar las expectativas generadas
Les voy a decir una cosa.
A excepción de François Hollande -líder político francés que batió dos récords, el de expectativas generadas y el de velocidad en defraudarlas-, la personalidad política europea de la que más cosas se esperaban y más honda decepción causó es, seguramente, la baronesa.
En su tarjeta de visita pone Catherine, pero en Upholland, donde nació hace cincuenta y ocho años, siempre la han llamado Cathy. Cathy Ashton, que es como siempre la ha llamado también el hombre que la metió en política, su mentor, aquel primer ministro que tuvo el Reino Unido y que empezó resucitando el laborismo, la izquierda reformista, para acabar siendo visto como el escudero de Bush en las Azores, es decir, Tony Blair. Fue el señor Blair quien hizo ministra de su gobierno a Cathy Ashton -ministra para la infancia- y quien propuso a the Queen que la metiera en la cámara de los lores como baronesa.
La baronesa Ashton de Upholland, descolocada cuando Blair tuvo que dejar paso a Gordon Brown y enviada por éste a Bruselas en calidad de comisaria. De ministra de la infancia a comisaria de comercio antes de suceder a Javier Solana como cara visible de la política exterior europea. Si Solana era el señor política exterior, míster PESC, ella -conforme al nuevo tratado- fue la Alta Representante de la Unión, algo así como un sucedáneo de aquel ministro de Exteriores de la UE que contemplaba la frustrada constitución europea. El día que, hace ahora cinco años, se anunció en Bruselas que the winner para el cargo de superdiplomático europeo era la baronesa, el personal se quedó con cara de me he perdido algo porque ni constaba que estuviera en las quinielas ni se le conocía experiencia en la materia. Alguien creyó ver, con buen criterio, la mano de Blair en la promoción profesional de suCathy; Blair mantenía hilo directo con la mayoría de los jefes de gobierno europeos, había sonado como posible presidente de la comisión y llevaba para entonces ya dos años como enviado permanente para la paz en Oriente Medio, un puesto ad hoc creado para él por los cuatro patrocinadores del proceso de paz entre árabes e israelíes, a saber, Estados Unidos, Rusia, la ONU y la Unión Europea.
De la señora Ashton se esperaba casi casi que obrara un milagro: el de dotar, por vez primera, a la Unión Europea de 27 países de una política exterior común, un criterio sólido y definido en la relación con las demás naciones del mundo y con los conflictos regionales que ya existían o que pudieran ir surgiendo. No tardó mucho la baronesa en desinflar las expectativas generadas. Su impericia inicial y su alergia posterior al trato cotidiano con la prensa la convirtió en una figura entre inexistente y carne de cañón, objeto de chistes en Bruselas y desconocida para la mayoría de los europeos. Se granjeó fama de señora ausente, aunque han hablado de ella maravillas otros ministros de exteriores de países influyentes, como Rusia, como Estados Unidos, como Irán. No luce, admiten sus defensores, pero como negociadora es imbatible. Habrá que empezar a decir “era”.
Cinco años después de ser nombrada, con la crisis de Ucrania aún por resolver y con el conflicto entre Israel y Palestina recrudecido tras el asesinato de tres adolescentes, a la señora Ashton han empezado a buscarle relevo los señores y señora/s que gobiernan Europa, los jefes de los gobiernos nacionales. Reunidos hoy para empezar a decidir a quién ponen a hacer cada cosa -nuevos comisarios, presidente de Eurogrupo, presidente fijo del consejo-, los presidentes y primeros ministros han empezado por la política exterior: el primer nombre que quieren pactar es el del jefe de la diplomacia, se puede llamar así, europea. La primera bola del bombo de los premios parece que le va a tocar a Polonia: Radek Sikorski, ministro de Exteriores polaco.
Se acaba la baronesa Ashton pero sigue Tony Blair, incombustible. En el tiempo que le dejan sus ocupaciones profesionales -escribir libros de memorias, dar conferencias, asesorar a grandes corporaciones-, es decir, en el tiempo que le queda cuando no está ganando dinero, Blair sigue siendo la cara visible del cuarteto, los patrocinadores del proceso de paz. El diario Hareetz informó hoy de que fue una gestión de Blair con el nuevo generalísimo egipcio, Al Sisi, lo que puso en marcha la propuesta de alto el fuego que se anunció anteanoche. El sábado conversaron telefónicamente Netanyahu y Al Sisi, el lunes se difundió públicamente la oferta y el martes la abrazó, de inmediato, el gobierno israelí, no así Hamás, que también de inmediato, la tachó de favor de Egipto a Israel para garantizar la sumisión palestina.
La esperanza de dejaran de caer bombas en Gaza y dejaran de lanzarse cohetes desde Gaza duró poco, y con la evaporación de esa esperanza se evaporó también la confianza de que los ciento cincuenta muertos que se habían contado ya entre la población palestina de la franja fueran un número ya cerrado y definitivo. En la mañana de ayer volvieron los ataques aéreos y, en veinticuatro horas, ya tenemos cincuenta muertos más. Y subiendo.
Imagina que vives en Beit Lahiya, en el norte de Gaza, que estás en casa y suena el teléfono. Lo atiendes y te sale una grabación que dice: “Abandona cuanto antes tu casa porque esta zona ha sido declarada objetivo de ataque militar”. Israelí, se entiende. Y tú te dices: “abandonar mi casa para ir, a dónde”, ¿a los colegios convertidos en residencias y que, sólo en teoría, están a salvo de los proyectiles? Imagina que vives en Eretz, en Esderot, en Ashkelon, al otro lado de la línea que marca el final de Gaza, y lo que suena cada hora es la alerta de lanzamiento de cohetes que te obliga a esconderte en el sótano varias veces al día. Imagina que eres un crío palestino que está en la playa con tres amigos y la vida de los cuatro termina de golpe porque os cae una bomba encima.
Los extremistas de uno y otro lado no quieren saber nada ni de negociación ni de alto el fuego. Liberman, ministro de Exteriores del gobierno Netaniahu -y a tortas con el primer ministro-, ha vuelto a abogar hoy por la invasión de Gaza y la eliminación de las instituciones palestinas: retomemos el control pleno de la franja, dice, y dejémonos de treguas que sólo sirven para que el enemigo fabrique más cohetes. A este dirigente, amigo personal de Putin, cuesta llamarle jefe de la diplomacia.
Pese al rechazo de Hamás a la tregua y a las críticas que su propio ministro de Exteriores hace a esta propuesta de alto el fuego, las gestiones siguen adelante para sacar adelante un cese de hostilidades. Tony Blair sigue hoy en Oriente Próximo –no consta exactamente dónde ni con quién- en contacto con Kerry, el ministro de exteriores estadounidense, y Steinmeier, el alemán, que a su vez han recurrido al gobierno turco, con gran influencia sobre Hamas, y el de Qatar para que los dirigentes palestinos estos accedan a respetar un alto el fuego.
Ahora mismo no es Al Sisi, el egipcio de quien Hamas no se fía, quien puede conseguir una tregua. Quien tiene en su mano lograrlo, reforzando aún más su papel de actor protagonista, es Tayip Erdogan, el primer ministro turco. Que el viernes recibe en Ankara al presidente de la autoridad nacional palestina.