El hombre roto, Abdulá, que cuenta desolado cómo él buscaba salvar a su familia. No en el agua, que también, sino en Siria, donde nacieron sus dos niños cuando la guerra civil ya estaba declarada. A la guerra y a la represión del régimen se añadió la expansión del funesto califato, el terror del yihadismo. El padre habló con su hermana, que vive en Canadá. Intentaron conseguir papeles para poder viajar allí: éste era el sueño, irse a vivir en Canadá como refugiados. Pero se complicaron los trámites, se retrasaban los papeles, les pedían más dinero. Y Abdulá terminó reuniendo a su familia, la mujer, los niños, y emprendiendo viaje a Turquía para pagar a la organización ilegal que promete un viaje rápido a Europa, de Bodrum a Kos. En la maldita lancha.
Ha contado la reportera que hizo la foto del niño tendido en la playa que se le heló la sangre al ver el cuerpo mínimo. Sin nada que poder hacer, salvo mostrarlo. Y ha contado el cámara de televisión que grabó también imágenes del niño que esto, en realidad, pasa todas las semanas. Que los botes de goma que proporcionan los traficantes pueden romperse. Que hace sólo tres días, de las ocho barcas que salieron de esta playa turca se rompieron seis. Y que en aquella ocasión, menos mal, los guardacostas pudieron llegar a tiempo y rescatar vivas a cincuenta personas. Se rompen los botes de goma y se hunden los de madera. Por el exceso de peso y a mitad de la corta travesía. Todos conocemos ahora a Aylán y su cadáver mínimo. Pero hubo otros parecidos a él antes de él y si nada cambia, volverá a haber otro Aylán cuya muerte, por más que se fotografíe, ya no sobrecoja tanto.
Ayer nos preguntábamos si la historia del niño ahogado en la playa provocaría un cambio de política, o de criterio, o de acitud en los gobiernos de los países a los que estos refugiados viajan. La Europa prometida de la que forma parte España. Algo tendremos que decir, se dijeron los gobernantes en Bruselas. ¿Y qué han dicho? Pies que ahora sí, que ahora va a ser posible acoger (tiene que ser posible acoger) a muchos más miles de refugiados que hace un par de meses. 120.000 más.
A repartir entre los países socios, España entre ellos. Emitimos desde Onda Cero Barcelona, a una semana de la diada del onze de setembre, Día de Cataluña, y a veintitrés (llevamos la cuenta atrás como si fuera una liberación, o una condena) de que se abran aquí las urnas autonómicas para elegir el nuevo Parlamento. A lo que siempre hemos llamado escrutinio los promotores de la candidatura independentista prefieren llamarlo recuento plebiscitario. “Dadme sesenta y ocho escaños y proclamaré la independencia, o el proceso constituyente como primera etapa para lo mismo”. Las encuestas le están regateando al matrimonio Mas-Junqueras la mayoría absoluta, incluso con el alzador de la CUP, el suplemento en el que confían para que les salga la suma.
Y en unas elecciones donde todos los cabezas de lista son debutantes: Albiol, Arrimadas, Iceta, Rabell. Los únicos que repiten son Mas y Junqueras, aunque sea desordenados en una lista que adorna Raul Romeva. A tres semanas de las urnas, y al cabo de la semana en la que se publicó el folio de Sumarroca con las anotaciones del 3%, en la que Mas se rasgó las vestiduras en el Parlamento por el montaje que, en su opinión, fue el espectaculo mediatico del registro a la fundacion de Convergencia, y en la semana en que el gobierno central ha iniciado la reforma de la ley que rige el Constitucional para que éste pueda castigar incumplimientos, en esta semana y dentro de una hora Artur Mas estará aquí para atender preguntas y, si lo tiene a bien, dar respuestas.