Monólogo de Alsina: "PSOE y Podemos a codazos por ver quién es el opositor más fiero"
A ver cuánto arriesga el rey. En el discurso. Doce del mediodía en el Congreso. Como la película, "El discurso del rey".
El jefe del Estado abre oficialmente la duodécima legislatura. Qué les dirá el monarca a los diputados y senadores. Qué espera él de todos ellos, qué interpreta él que esperan los españoles de sus legisladores.
¿Esperamos que, por ejemplo, convoquen a los mayores expertos en las materias sobre las que vayan legislando para alumbrar reformas acertadas que cuenten con el mayor apoyo posible, o esperamos que sigan encelándose, como ayer, en sus pulsos endogámicos sobre quién preside cada comisión parlamentaria como si de ello dependiera el bienestar de la ciudadanía, del pueblo, de la Gente.
Cuánto va a arriesgar el rey en su mensaje. Teniendo delante, como va a tener, no sólo a un buen montón de diputados que suspiran por evacuarle de la Zarzuela —incluso a algún nostálgico de la guillotina—, sino a parlamentarios como Homs que trabajan expresamente para que España mengüe territorialmente. El independentismo militante que se declara insumiso a las instituciones y que tiene sillones en este Hemiciclo, aunque los hermanos Rufián (Rufián-Tardá) se tomen hoy el día libre con la excusa de que no rinden pleitesía a los Borbones. Al Borbón no, a la CUP sí.
Se escaquean también los bildus, que cultivan a diario la ruptura y se permiten dar, en el Congreso, lecciones morales —¡ellos!— sobre derechos humanos y libertades públicas. Qué tiene el rey que decir a este parlamento un tercio de cuyos diputados reclaman el derecho de autodeterminación para Cataluña y el País Vasco.
A los visitadores que recibió el monarca en la Zarzuela les hizo saber que la unidad de España le parece, hoy, el asunto más relevante por inquietante. Algunos de esos visitadores pusieron en su boca un supuesto interés en que se proceda, en esta legislatura, a la reforma del texto constitucional. No se sabe en qué sentido. Hasta dónde querrá llegar el rey en su discurso de hoy, que es, por el lugar en que se produce —el Hemiciclo— el más político.
Qué dirá el Rey y qué dirán después los diputados de lo que éste diga. Irene Montero, de Podemos, ya dijo ayer que le aplaudirán si les gusta lo que dice. O sea, que procurarán aplaudir lo menos posible. Los llamamientos, tan de Rey en Nochebuena, a la concordia, a los acuerdos, al consenso, cotizan a la baja en una legislatura que ha empezado con el gobierno y la oposición intercambiando tarascadas. Y con el PSOE y Podemos a codazos por ver quién se lleva el premio al opositor más fiero.
Echaron la jornada de ayer los grupos parlamentarios eligiendo presidentes de comisión, diputados con rango y con un plus en el sueldo. En realidad echaron la jornada intentando impedir que Fernández Díaz presidiera nada (la oposición) y con el PP recurriendo a la ingeniería parlamentaria para colocar al ex ministro amigo de Rajoy como fuera y donde se pudiera.
Ayer sí que aprobó Rajoy el cáliz de su minoría parlamentaria. Lo de la Lomce del martes lo tenía asumido y descontado. Pero no poder contentar a Fernández Díaz con la presidencia de la comisión de Exteriores no entraba en sus planes porque contaba con que el PSOE y Ciudadanos se abstuvieran de hacer ruido. Las comisiones se las reparten los grupos y es tradición que no se pisen unos a otros la manguera, es decir, que cada grupo ponga ahí los nombres que buenamente le parezca. Pero Fernández Díaz es algo más que un ex ministro mariano. Es el símbolo de la ligereza, y los excesos, de la mayoría absoluta. Un ministro del Interior cazado cuando urdía en su despacho planes para descreditar, con información privilegiada, a otros dirigentes políticos es carne de cañón cuando las cosas vienen mal dadas. Y aunque ni Rajoy, el mentor, ni Fernández Díaz, el fiel escudero, se resignen todavía a encajarlo, la carrera del ex ministro se terminó el día que le colaron un micrófono en las narices sin que él se enterara.
Pasión y muerte (política) de Fernández Díaz.
La peripecia mariana de ayer, postulando sin éxito al ex ministro para la comisión de Exteriores; luego para la del Tribunal de Cuentas; y por último para ésta en la que nadie repara, la comisión de peticiones, sólo ha venido a acreditar dos cosas:
• El empeño de la oposición por enterrar políticamente a Fernández Díaz (no le basta con su cese como ministro, quieren desparecerlo del mapa).
• Y la tozudez de Rajoy para exhibir que es él quien sigue gobernando: se propuso colocarle por sus santos bemoles y colocarle, le ha colocado. En la comisión ésta para la que no necesita el apoyo de nadie. Chufla, chufla que como no te apartes tú.
Si usted se está preguntando cómo va a afectar este episodio a la relación entre los grupos y la negociación de loa Presupuestos o de otras leyes que puedan plantearse, la respuesta es que no afectará lo más mínimo. Dentro de una semana nadie se acuerda ni de Fernández Díaz ni de la comisión de peticiones. La escaramuza ya dio de sí todo lo que podía dar: unos se cobran la pieza, el otro recoloca al amigo donde le cabe y fin de la película.
La legislatura, amigos, ya está en marcha. Por fin se terminó el bloqueo político en España. Ahora se entiende a qué venía tanta urgencia. Había que decidir quién preside la comisión parlamentaria del Tribunal de Cuentas, la de Exteriores, la de peticiones y la de su … santa madre. Ya se perciben, no me diga usted que no, los efectos benéficos del desbloqueo en la vida cotidiana de los ciudadanos: la ciudadanía, el pueblo, la Gente.
A ver cuánto arriesga hoy el Rey. La coronación de Susana. "Se acabó el absolutismo". Que se lo digan a Margarita Robles. Felipe remachando los clavos que él mismo empezó a clavar sobre la tumba de Pedro Sánchez. "No creo que sea capaz de hablar más de media hora sobre España". De Iglesias: "una cosa y su contraria".
Pablo tan orgulloso de que Teresa Rodríguez se emancipe que lo raro es que no le haya propuesto él mismo hace meses que volara. "Da voz a una nación olvidada". Nacionalidad histórica, según el estatuto. Pero sobre todo, olvidada ¿por quién?
Se la necesidad virtud. Para Iglesias es un honor tener que readaptar sus posiciones a las circunstancias que él no controla.