Callado, y sin hacer un ruido en el PSOE, lo que ha hecho Felipe es irse a Caracas. A dar aliento, y encender los focos, sobre los dos dirigentes de oposición a los que el gobierno venezolano mantiene encarcelados justo por eso, por ser de oposición y por ser dirigentes, líderes capaces de aunar voluntades. Ledezma y López, dos casos en apariencia judiciales y, en verdad, políticos. Descaradamente políticos pese al esfuerzo del gobierno Maduro en presentarlos como persecución del crimen de instigar a la violencia y el desorden público. Felipe se ha personado en Caracas predicando contra los movimientos populistas que se apropian del concepto de “la patria” y fulminan la separación de poderes. Habla en plural pero está pensando en uno: el “populismo bolivariano” que fundó Chávez —un caudillo inteligente y hábil— y que ahora gestiona Maduro —un discípulo torpón que compensa sus carencias con proclamas disparatadas y mano dura—-.
Maduro, que dejó ayer tirado al papa al saber que iba a pedirle la libertad de los presos políticos, tira de todos los hilos de que dispone —que son casi todos—- para poner a la sociedad venezolana contra el socialista español que viene a atacar a la patria. No se trata de que el gobierno, su gobierno, responda a las críticas que hace González, se trata de que la sociedad venezolana, la buena, reaccione a la presencia de éste como una agresión, un insulto, una injerencia. El chavismo contra Felipe o Felipe erigido en bestia negra del chavismo. Lo que daría Esperanza Aguirre por ser ella la que sacara de sus casillas a Maduro.
Felipe contra el chavismo —-de esto toca hablar— ahora que su partido tumba el muro que había levantado contra los populistas de aquí —-de esto no toca—. Casualidad o movimiento calculado. Siempre quedará la duda de si este último paso que da Felipe significándose en la defensa de los opositores encarcelados guarda relación con la campaña que ha venido realizando en España, hace meses, contra el populismo de inspiración bolivariana, es decir, Podemos. Contra este Pablo Iglesias al que ve como caudillo en potencia y que lo ha elegido a él, Felipe, como icono de la puerta giratoria, emblema de la casta, pastelero mayor de la Transición entendida como pasteleo.
Ahora que su partido bendice la estandarización de Podemos como partido de izquierda moderada con el que es posible, incluso deseable, cenar tortilla y compartir ensalada, Felipe se persona en Venezuela para reforzar su denuncia contra un gobierno al que considera autoritario y un movimiento político, el chavismo, al que culpa de haber dividido la sociedad en buenos y malos venezolanos, los patriotas y los traidores, los revolucionarios y los golpistas.
Mientras Podemos borra de su memoria aquellos discursos pasados, de admiración por un gobierno que aniquiló la separación de poderes, e interpreta cualquier referencia crítica al chavismo como una campaña orquestada contra la nueva izquierda española que dicen encarnar ellos. Si hablas de Leopoldo, o de Ledezma, es que quieres perjudicar a Pablo Iglesias. Si mencionas el desplome de la economía venezolana, el desabastecimiento, la inflación, la opacidad de los indicadores económicos, entones es que vas contra Podemos. País extraño en el que siempre ha de tener uno intenciones ocultas e intereses bastardos para elegir los temas.
Se comprometió a estudiar el caso como eurodiputado y a hacer lo posible porque no haya alcaldes en prisión. Y lo que hizo fue nada.
Son otros alcaldes los que hoy ocupan a Podemos y al resto de las fuerzas políticas españolas. Los nuevos alcaldes, nuevos nombres, del poder municipal en España. Carmena, Colau, Ribó, Santistebe, Ferreiro. Las alianzas para aupar a la alcaldía a estos candidatos de agrupaciones nuevas están fraguadas desde hace días. Es en los parlamentos autonómicos donde permanecen las dudas y cada vez menos. El PSOE apoyará a la lista de izquierda más votada, entendiendo como lista de izquierda la que ampare Podemos. Sólo en Andalucía permanece hoy la duda sobre algunas capitales. El PSOE de Susana Díaz aún no ha terminado de poner el huevo porque ella misma no termina de dar a luz su propia investidura. Lo que empezó siendo una broma —-será antes madre que investida—- va camino de no serlo. Y lo que hace unas semanas parecía un farol —-nuevas elecciones para septiembre—- cobra cuerpo como hipótesis tan inédita como sólida. Andalucía vive una cuenta atrás a la griega. O el cinco de julio las cosas han cambiado, o Susana se propone --eso dice—- convocar otra vez a las urnas.
Con el PP hay negociación pero atascada. Atascada en Sevilla. En el ayuntamiento de Sevilla, donde los populares reclaman que siga Zoido de alcalde como precio para hacer posible la investidura de la presidenta Díaz. Y ella traga con que siga Teófila en Cádiz porque al Podemos gaditano no puede verlo ni en pintura. Traga con Cádiz y está dispuesta a meter Jerez y Marbella en el mismo lote de alcaldías del PP que lo seguirían siendo. Pero por Sevilla no pasa, Sevilla es mucha Sevilla y la quieren para sí socialistas y populares. ¿Se ha roto la baraja? No. Pero tampoco avanza. Y al rescate llega, jugando a doble pantalla, Ciudadanos. Dispuesto a bajar el listón de sus exigencias en Andalucía para hacer presidenta a Susana y tener coartada para hacer presidenta a Cifuentes. Una de cada, llámame partido de centro. Aquello que con tanta contudencia dijo aquí Albert Rivera —-que Chaves tiene que marcharse y que no caben compromisos en diferido—- va camino de rebajarse echando agua. Si Chaves se compromete a renunciar caso de que acabe siendo acusado formalmente de algo por el Supremo, ahora ya nos basta. En esa línea trabaja Marín, el Ciudadanos andaluz en el que tiene puestas sus esperanzas Susana. Después de todo, ella es muy de esperar. Lleva más de dos meses esperando, entre pitos y flautas.