Monólogo de Alsina a las 7: "Día después de San Muermo"
Volvemos a emitir desde el Palacio de las Cortes para ofrecerles la segunda parte de la sesión de investidura, a la que van a asistir los diputados que lograron sobrevivir ayer a la primera. San Muermo. Les cascó el candidato Rajoy un ladrillo que ríete tú de las encíclicas aquellas que se marcaba Ibarretxe.
Puso poco de su parte el presidente en funciones para darle vuelo, altura, emoción a su sesión de investidura. En eso no le falta razón a Ciudadanos, el socio, los recién casados, que le reprochan al candidato —a su candidato— falta de brúi. Y cuyos diputados, los de Ciudadanos, se abstuvieron de aplaudir ni uno solo de los pasajes del larguísimo discurso mariano. Le van a dar el sí, pero no quieren que se les note el más mínimo entusiasmo.
Rajoy tampoco se extendió mucho en el agradecimiento a Rivera y a Coalición Canaria. Dijo que están haciendo lo que deben y punto. Sin más calor tampoco en el elogio. En conjunto ése fue el tono de la sesión, cumplir el trámite por parte de todos sin más pretensiones.
Diputados cabizbajos mirando los guasaps en el móvil y navegando por la red mientras el orador hablaba con poco disimulo. Nadie le habría reprochado, visto el tono bajo —el tono sótano del discurso— a Celia Villalobos que se echara en brazos del candy crush mientras su jefe seguía con la letanía de datos.
No fue una tarde vibrante, es verdad. Vamos a ver qué da de sí la mañana. Pero sí colocó Rajoy el mensaje principal —el más efectivo— de su argumentario: que no es haber ganado las elecciones o haber pactado con Ciudadanos y Coalición Canaria, sino el hecho de que quienes van a votar que no son incapaces de poner en pie una fórmula alternativa de gobierno.
Pensar, estaban unos cuantos pensando en las posibles elecciones. De hecho, todos manejamos la posibilidad de que esto acabe otra vez en urnas porque los números, en lo que quede de legislatura, ya no cambian. Podrá cambiar el criterio, la postura, de alguno de los grupos parlamentarios, y ésa es la única novedad que evitaría que se repitieran otra vez los comicios.
Y ésa es también la razón de que, dando por descontado que Rajoy pierde este primer pulso, sea sobre Pedro Sánchez sobre quien hoy esté encendido otra vez el foco. Está en su derecho el líder socialista —y todo indica que esta mañaña lo hará— de recordarle a Rajoy las cosas que le dijo cuando se presentó a una investidura fallida. Si ése es el afán de Sánchez, el desquite, hoy verá satisfecho su deseo. Pero una vez que Rajoy fracase la situación seguirá siendo la misma. Y por eso la pregunta al segundo grupo de la cámara, y único que por sí mismo puede cambiar el panorama, seguirá siendo la que le hicimos aquí a Oscar López y que luego se hicieron en voz alta Fernández Vara y Barreda: ¿qué está haciendo, o qué va a hacer el PSOE, para que no haya terceras elecciones?
Barreda—con escaso peso hoy en el PSOE— aboga por reunir al comité federal después del viernes y revisar posiciones. Fernández Vara —barón en ejercicio pero con poco predicamento interno— añade que no es una cuestión ideológica, sino de funcionamiento de las administraciones. Éste es el matiz que introduce el presidente extremeño: que quienes, en su partido, rechazan cambiar de criterio son quienes no están gobernando en ningún sitio.
Y repite de nuevo la pregunta: qué ha hecho el PSOE en estos dos meses para evitar las nuevas elecciones. La pregunta, es verdad, puede extenderse a los demás partidos. Pero todos los demás tienen respuesta: el PP ha pactado con Ciudadanos para apoyar una investidura; y Podemos le ha ofrecido al PSOE sentarse a explorar un gobierno alternativo, bien es verdad que ilusorio porque haría falta crear un frankenstein con los independentistas catalanes y el nacionalismo vasco para poder tener más síes que noes. Sólo nacionalistas e independentistas están, hoy, en la misma actitud del PSOE: no ofrecen fórmula alternativa y todo lo que han hecho en dos meses es evitar que salga adelante una investidura. Sólo que el PSOE no es el PNV, ni Convergencia. Es un partido de implantación nacional con experiencia de gobierno y que se define a sí mismo como alternativa.
La alternativa de gobierno que, paradójicamente, no es capaz de presentar alternativa.