Monólogo de Alsina a las 08:00: "Todos somos objetivo para esta peste yihadista"
Todos somos Bruselas, como todos fuimos París, y Londres, y Madrid, y todos dijimos ser Charlie Hebdó, porque todos nos sabemos, a estas alturas, cadáveres en potencia. No lo comentamos cada día, al salir de casa camino del trabajo, no nos machacamos mentalmente a nosotros mismos recordándonos que hay asesinos múltiples, con banderas negras y proclamas islámicas ahí fuera, pero hace años que sabemos que nos puede tocar a nosotros o alguno de los nuestros.
Todos somos Bruselas es nuestra forma de decir que el desgarro, el dolor, el estupor, es compartido, que aquellos que sufrieron el golpe ayer pueden sentir nuestro aliento, pero también es nuestra forma implícita de admitir que sabemos que objetivo de la peste yihadista somos todos.
El fanático, el yihadista, mira a una persona corriente, aquí o en Sharm el Seij, aquí o en Kenia, aquí o en Mali, y ve a un infiel que no cumple con sus estándares, que amenaza los planes de un falso dios a su medida y que es, por ello, un objetivo aceptable para su guerra repugnante.
Esta vez ha sido Bélgica. Treinta asesinados. Esta vez ha sido el primer ministro Charles Michel quien ha recibido las llamadas de condolencia.
De nuevo los asesinos múltiples, conjurados bajo la coartada de la lucha religiosa, o de la venganza por los golpes policiales o por las operaciones militares —siempre encontró coartadas el fanático para justificar su crimen— han generado el miedo entre la gente corriente que ve cómo tomar el metro, o entrar en un aeropuerto, puede costarte —porque sí— la vida.
Otra vez el yihadismo que mata por decenas y otra vez en Europa. No hay por qué negarlo. Matar, mata a diario en otros continentes pero cuando sucede en el nuestro —-no hay por qué sentirse culpable— la forma en que nos afecta, la forma en que lo contamos, es diferente. Hablamos de nuestras libertades, de nuestro sistema democrático, de nuestra tradición cultural como aquello que los terroristas quieren desterrar.
Cometer atentados como éstos de ayer es relativamente fácil.Teniendo el explosivo, sólo hay que meterlo en una maleta, en una mochila, y entrar con él a un aeropuerto, a una estación de metro (como ayer) o a un tren de cercanías, un centro comercial, un hotel, y hacerlo explotar allí donde haya más personas reunidas.Teniendo el deseo de matar, despreciando la vida de los demás y estando dispuesto a perder la propia, la ejecución del atentado no tiene más complicaciones para el fanático, el asesino múltiple. Lo vimos en los trenes de Madrid en 2004, en el metro de Londres en 2005, en una discoteca de París en 2015 y en tantos otros lugares de países más lejanos geográfica y culturalmente al nuestro —Egipto, Yemen, Iraq, Mali—
Sólo detectando antes los planes criminales de estos tipos se pueden desbaratar. La información de inteligencia es la clave: como en las enfermedades graves, la detección precoz. Sabiendo que de los servicios de inteligencia sólo hablamos cuando los terroristas consiguen eludirlos y llevar adelante las matanzas. Los atentados que no llegaron a producirse, a diferencia de las masacres, nunca serán noticia.
Los gobiernos se ven empujados a salir ante la opinión pública de sus países a decir que están en marcha despliegues policiales, niveles de alerta, medidas de seguridad cada vez más exigentes. Como hizo en la tarde el ministro del Interior de España. Más presencia policial, más controles. Nos informan los gobiernos de que todo lo que está en su mano hacer se está haciendo. Nos piden calma, confianza, nos hablan del valor que tiene la unidad entre países y entre los partidos políticos de esos países para hacer frente al desafío.
Nos dicen, porque sienten que es su obligación hacerlo —o porque lo es— que no debemos caer ni en la desesperanza ni en el desasoiego. Hablan de “lucha” contra el terrorismo, por ejemplo el gobierno de España, o yendo un paso más allá, de “guerra contra el yihadismo”, como el gobierno de Francia.
La policía belga busca a uno de los autores del atentado del aeropuerto. Del análisis de las grabaciones de seguridad concluye que dos terroristas llevaban las bombas consigo —y habrían muerto al hacerlas explotar— y un tercero habría abandonado el lugar antes.
Con presencia policial reforzada en las calles y en las sedes de las instituciones amanece esta mañana Bruselas. La ciudad sobrecogida por la matanza de ayer; el duelo de las familias de los asesinados, la angustia de quienes tienen a alguno de los suyos en situación critica en el hospital, la inquietud de no saber qué puede pasar si sigue habiendo terroristas sueltos.
Más de cien heridos, graves muchos de ellos, y entre esos heridos cuatro españoles, como contó Fernández Díaz, cuya vida no corre peligro.
Barack Obama sacudió Cuba. Su discurso de aquí, en La Habana, marca un hito en la relación de Estados Unidos y este país. “Es hora de levantar el embargo”, dijo, “pero no todo depende del embargo”.
Para desarrollar su potencial este pais necesita cambios. Reformas del sistema que permitan, que alienten, la iniciativa personal. Y reformas políticas que garantizan la libertad de opinión, de crítica, y de manifestación. En el teatro Alicia Alonso, y en presencia de Raul, se aplaudió mucho más la referencia al levantamiento del embargo que esta otra sobre las detenciones de disidentes. Pero algun aplauso hubo también, y tuvo que escucharlo allí Castro.
Obama se reunió con algunos opositores en la embajada americana y recibió allí apoyo de una parte de la oposición y también críticas de otra parte, de Berta Soler, de Rodiles. Que anoche nos contaban que la conversación con el presidente fue muy franca. Más visibles y, también, más susceptibles de ser detenidos. Ni siquiera la presencia de Obama aquí ha impedido que el gobierno siguiera realizando redadas. Y negando que las libertades políticas estén, aquí, amputadas.