El monólogo de Carlos Alsina: ¿Qué hacen los Reyes Magos cuando se acaba la cabalgata?
Les voy a decir una cosa.
Cinco días ya de 2015. Cinco días menos para que empiece a pasar todo, o de todo.
El cosquilleo estomacal que debe de estar sintiendo Esperanza Aguirre según se acerca el día en que el PP reunirá a su plana mayor para anunciar quiénes son los nominados, es decir, quiénes encabezarán las listas que, según las encuestas, las pasarán canutas en las elecciones de mayo y quiénes ni eso. ¿Pasará el corte la señora Aguirre o se quedará varada en el arcén --o en el carril bus, si se prefiere-- por expreso deseo del presidente cuya palabra es ley: Rajoy, Mariano, el líder en cuya mano están todos los nombres, el líder que decidirá, él solo, quién es alguien, aún, en el PP y quién puede empezar a darse por amortizado. Si Francisco nombra cardenales sin hacer ni congresos ni primarias, a ver por qué va a tener Rajoy que plegarse a estas modas de ahora: eso de permitir que en los partidos compitan aspirantes diversos por la candidatura con participación directa de la militancia. Las primarias son a la cúpula de PP lo que Papa Noel a los defensores de las navidades patrias: un invento extranjero ajeno, por completo, a nuestra cultura y nuestras tradiciones. Dónde se ha visto que el líder máximo de un partido no pueda poner y quitar candidatos donde él quiera: si hasta en Podemos, que acaba de empezar, ya le están acusando a Pablo Iglesias precisamente de eso, de colocar en todas partes a los suyos.
A la espera de que los partidos vayan despejando incógnitas sobre a quiénes veremos mitinear en las elecciones de mayo --qué nervios--, parece claro que 2015, en la política española, será el año de Pedro y Pablo. Además de Rajoy, por supuesto, que ha confirmado antes que ningún otro que él sí será candidato en las generales de noviembre y que hace semanas ya que está en campaña: su argumento, la recuperación económica --hoy mismo, el paro de diciembre que completa el retrato laboral de 2014: cuatrocientos mil empleos nuevos, primer año en positivo después de seis negros, en un país de cuatro millones y medio de parados--. Además de Rajoy, ypara lo bueno y para lo malo, quienes más se juegan este año son Pedro y Pablo, el nuevo líder del PSOE de siempre y el líder de siempre del nuevo Podemos. Compitiendo ambos, a decir de las encuestas ---este año se la juegan también las empresas demoscópicas--- por la segunda plaza en las elecciones de fin de año. Pedro y Pablo en carrera con permiso de Garzón,no el juez sino el otro, Garzón el joven, Alberto, nuevo líder, o proyecto de líder, de la veterana (y un tanto descolocada) Izquierda Unida. Si el PSOE asiste ahora a la asunción, por parte de Podemos, de algunas de sus ofertas electorales más conocidas (entre socialdemócratas se pisan la manguera), Izquierda Unida vivió eso mismo hace medio, cuando Podemos le birló la notoriedad en el día siguiente a las elecciones pese a haber obtenido menos votos y haber concurrido con un programa altamente parecido al que Izquierda Unida viene presentado los últimos veinte años. Compitiendo por el espacio ideológico y compitiendo por el votante aún no convencido: así arrancan el año los cuatro partidos con más expectativa electoral --PP, PSOE, Podemos e IU--. Para UPyD será el año de comprobar si, como parece, tocó techo y para Albert Rivera la ocasión de demostrar que su discurso cuenta con seguidores suficientes, fuera de Cataluña, para ser partido de dimensión nacional. O estatal, que diría Artur Mas, ese presidente autonómico en permanente arrebato hamletiano que sigue madurando, o manoseando, si hace elecciones ahora o sigue estirando el chicle hasta las navidades del próximo año.
Año nuevo con calendario electoral conocido y con urnas, antes que en España, en Grecia y en el Reino Unido. La Grecia entrampada que puede dar el gobierno a la izquierda euroescéptica de Alexis Tsipras y el Reino Unido donde hoy gobierna Cameron que se propone votar en referéndum su permanencia en la Unión Europea. El mensaje que sale hoy de Bruselas es tranquilidad y buenos alimentos. Aunque en Alemania filtre el gobierno Merkel que si Grecia sigue poniendo problemas para cumplir las condiciones del rescate que hicimos entre todos se le enseña la puerta de salida y fuera, no parece probable que ni Merkel ni Tsipras se estén planteando en serio una Union Europea con un socio menos. Ni griego ni británico.
Tiempo habrá, en los meses que vienen, de ir midiendo cuánto hay de pose, de farol, de postureo, en muchas de las cosas que se están diciendo en la política griega y también en la española. Tiempo habrá porque hoy la noticia, obviamente, es otra. Ha de prevalecer el criterio periodístico. Hoy la noticia son las personalidades que nos visitan. Los tres ilustres mandatarios del lejanísimo reino de Oriente. Los reyes han iniciado esta tarde su visita oficial a España con una apretada agenda --muchos compromisos que atender en poco tiempo-- y acompañados de su séquito de brillantísimos repartidores. Hombres y mujeres, pajes y ¿pajas, se dice pajas?, curtidos todos en el transporte de mercancías, la larga distancia y la mensajería puerta a puerta. Son la envidia de FedEx, de Seur, de DHL.
Como señala el protocolo milenario de esta visita, los tres monarcas han sido recibidos, en la frontera, por las autoridades españolas, se les ha sellado el pasaporte (que en su caso es un libraco de más de dos mil páginas), ha habido foto oficial con el delegado del gobierno (que no se pierde una) y se les ha ofrecido una escolta policial para que les fuera abriendo paso por caminos y carreteras. Los reyes, como también acostumbran, han agradecido el ofrecimiento pero han vuelto a recordar que a ellos les gusta viajar a su aire, para poder parar a tomar un tentenpié en las áreas de servicio cada dos o tres horas.
A media tarde comenzó el desfile de los reyes, los pajes y los camellos, por los pueblos y ciudades de España, muy felices los reyes, según han contado en declaraciones a los medios locales, de comprobar que, pese a todo, los españoles no hemos perdido la ilusión. Sobre los griegos han evitado pronunciarse. Las cabalgatas han sido un éxito morrocotudo y estiman los convocantes que la participación ha alcanzado el 99,9 por ciento, millones y millones y millones y más millones de personas (muchas de ellas bajitas, contando niños y padres retaco) celebrando que España, cada cinco de enero, sea un país unánimemente monárquico.
La gran pregunta es “¿y ahora qué?” Qué está pasando ahora. Una vez que termina la cabalgata, ¿qué hacen estos tres reyes y su brillantísimo equipo de pajes? Eso es lo que nunca nadie cuenta. Porque nadie lo sabe. Perdón, porque nadie lo sabía. Hasta hoy. Que vamos a revelar lo que sucede en estas horas cortas que van desde el final de la cabalgata hasta el regreso, mañana, de los monarcas a su lejanísimo reino. Mira, lo primero que hacen los reyes, a esta hora y después de repartir caramelos en toda España, es cambiarse de ropa. Se quitan las capas, las faldas, los ropajes brillantes que lucen cuando desfilan, se pegan una ducha rápida --eh, se peinan la barba-- y se ponen el traje de faena, mucho más cómodo para subir, bajar, entrar, salir, andar, correr, de casa en casa (es como un chandal pero en elegante, porque incluso de sport a los reyes les gusta ir guapos).
Cuando están ya vestidos, se abren una barra de pan y la llenan de calamares fritos. Créetelo. Es el único día del año que meriendan bocata de calamares. Gaspar, con mayonesa, porque dice que a palo seco se le hace bola. Y a Baltasar le gusta ponerle ketchup porque él es más de comer hamburguesas. Dices: pero qué necesidad tendrán de comer ahora, si les vamos a dejar turrón y mantecados en el salón de casa. Ya, pero eso es para el postre. A estas horas, y antes de empezar con todo el lío, lo que les pide el cuerpo es algo salado. ¿De beber? Agua, sólo agua, como los camellos, que una vez Melchor se tomó una cervecita y luego no había manera de que acertara con los portales. Menudo año.
Mientras los reyes terminan de comerse el bocata, los pajes están organizando ya las rutas de reparto. Hay que hacer un montón de cosas antes de empezar a visitar casas.Por ejemplo, revisar los envoltorios, que el celo del papel regalo es muy de despegarse, ¿verdad? Comprobar que no se haya roto nada. Que coincida el nombre del niño, la dirección de la casa, la lista que iba en la carta.
Hay que ordenar los regalos por casas usando el GoogleEarth, un gps y la guía Campsa. Y actualizar el navegador, no vaya a ser que hayan cambiado un cruce por una glorieta y los camellos salgan por la salida que no era. Dijiste que era la segunda. Que no, que era la tercera. Oye, el navegador nos parece un invento reciente, pero los reyes lo utilizan desde hace cientos de años. ¿Desde cuándo exactamente? Ah, yo eso no lo sé. Pero si tenéis curiosidad, una gran curiosidad, una curiosidad de ésas que no te deja ya pensar en otra cosa hasta que conoces la respuesta, entonces se lo podéis preguntar a papá o a mamá. Ellos seguro que lo saben. Porque para eso ellos son los padres.
Antes los pajes llevaban libretilla con las listas de nombres y de casas. Ahora llevan una tabletaelectrónica. La dirección de la casa, por dónde se entra, cómo de altas son las ventanas, si hay árboles al lado, si hay árbol de navidad dentro, si hay perro y cuáles son los lugares más cómodos para colocar los paquetes sin tropezarse con las esquinas de los muebles. ¿Te has dado golpeado alguna vez la rodilla con la esquina de una mesa? Lo que duele eso.
Ah, lo más importante. Llevan también el detector de sueño profundo, que Saiko, el paje más bromista de toda la plantilla, llama detector de sobamiento, o sea, de estar k.o., más dormido que la bella del cuento antes de conocer al príncipe. El detector de sobamiento lo usan para saber en qué casas los niños ya están fritos, pero del todo --del todo todo, cuando se te abre la boca ella sola y te cae, así, la babilla (hála, qué asco), y en qué casas todavía andan los niños con el ojo abierto. A las primeras los reyes van seguro. A las otras...como llegue el amanecer y los niños sigan de farra mal asunto, porque los reyes magos...no es que sean vampiros, entiéndeme...
...o sea, que la luz del sol no les hace daño, pero sí son noctívagos, que significa que les gusta hacer las cosas de noche. Como dice Baltasar, “somos más de trasnochar que de andar madrugando”. O como le dijo una vez Melchor a un niño que de mayor quería ser molinero, “de no haber sido reyes magos nosotros habríamos sido panaderos, sin ninguna duda, por el turno de trabajo que tienen los panaderos, que es el que nosotros más difrutamos”. (Y meter las manos en la masa, y ponernos las barbas llenas de harina, eso también nos entusiasma).
Esto se lo dijo Melchor a un niño en una cabalgata hace muchísimos años, claro, cuando había niños que de mayor querían ser molineros y, sin embargo, no había ninguno que quisiera ser piloto de Formula 1, porque aún no existían los coches de carreras, ni había nacido Fernando Alonso. Bueno, ni había nacido Peppa Pig, ni habían estrenado Frozen,ni se podía jugar al minecraft.
Lo que había eran camiones de bomberos. Con campana. Y caballitos de madera, que a lo niños de entonces les flipaban. Eran capaces de montarse una ciudad del oeste con las cajas de cartón y hacerse una estrella de sheriff con el papel dorado de las cajas de bombones. El de oro. El albal también servía, pero para estrella de plata, de ayudante del sheriff. Y balones. Los reyes, hace muchos años, llevaban cajas y cajas de balones. Eh, y trenes eléctricos, y cocinitas como la que le echaron a Chicote, y fruterías, aparcamientos, gasolineras, y un kit de maquillaje que le echaron a Alaska y Mario cuando eran pequeños y que todavía lo usan. Bueno, y la bicicleta. Los reyes han entregado más bicicletas que la BH. Con lo que abulta la bici en el saco de regalos. Para el transporte, desde luego, mucho mejor la consola, que es más pequeña y viene en una caja a prueba de golpes. Los pajes hacen lo que pueden para impedir que los regalos se deterioren (al principio los envolvían en paja, pero luego descubrieron el plástico ése de burbujas y ahora se lo ponen a todo; sólo lo quitan justo antes de dejar los paquetes en casa, porque así se lo llevan para el viaje de vuelta y van todo el camino explotando burbujitas: engancha y te hace el viaje más corto. Los pajes se saben tooodos los trucos para hacer un viaje entretenido. Como los camellos no llevan minidvd en los asientos de atrás tienen que buscar otras opciones.
Los Reyes llevan años y años y años y más años haciendo lo mismo. ¿No se aburren? Pues no. Casi todos los reyes son de durar y durar. Mira la reina de Inglaterra, que se llama the Queeny lleva también la pera de años. Es muy mayor, pero sueña con lanzarse en paracaídas. Porque la ilusión no tiene edad.
Una vez a Gaspar le entraron ganas de abdicar. No porque se hubiera cansado de cabalgar camellos y repartir regalos, sino porque un día, durmiendo, soñó con un tapón. E interpretó que el tapón era él: un tapón para la siguiente generación, dijo. O sea, que pensó en abdicar para que pudiera ser rey mago un príncipe más jóven que estuviera extraordinariamente preparado. Un príncipe que toda su vida se hubiera estado formando para ser rey, mago. A Melchor y Baltasar, cuando les contó que estaba pensando en hacerse un Juan Carlos --o sea, dejar paso al siguiente-- les entró la risa, porque Gaspar, que siempre está dándole vueltas a las cosas, a veces se despista y olvida lo más importante. “Vamos a ver”, le dijo Melchor, “¿tú acaso tienes un hijo que sea tu heredero? ¿Hay algo que no nos hayas ocultado todos estos años, Gaspar?” El pobre Gaspar, que esto no lo había pensado, tuvo que responder que no, que él es solo él, un rey sin familia real. Como dijo Baltasar, “¡mucho mejor así!, a un rey tener familia sólo le trae problemas, yernos, hermanas, juicios, imputaciones, miles de problemas”. Los Reyes llevan tantos años que conocieron a todos los niños que luego han crecido y ahora son adultos. ¿Y a tu madre y tu padre también? ¡Pues claro! Por eso cuando mejor se lo pasan los reyes, en esta noche, es cuando se asoman a la habitación de los padres y comprueban cómo han empeorado aquellos dulces niños.
Dicen:
“Jua, jua, mira cómo ha engordado Fernandito, ¿os acordáis, que era como un fideo? Si es que no para de comer grasa. Las melenas que tenía y lo calvo que se ha quedado”.
¿Y Martita, lo terremoto que era de niña y ahora parece el dalai lama, tan reflexiva?“
Dice Baltasar: “Eso es porque hace yoga, me lo dijo en su carta”.
“Yoga, no, animal”, dice Gaspar, “lo que hace es pilates”.
“¿Martita sigue escribiéndonos cartas?”, pregunta Melchor, “¿con lo mayorzota que ya es?”
“No es tan mayor, tiene 44”.
“Pero ya no es una niña”.
“Pues a nuestro lado lo parece. ¿Cuántos años tendremos nosotros, Melchor?”
“Puagg, treinta o cuarenta veces los de la duquesa de Alba”.
Que en paz descanse.
Eso, claro, que en paz descanse”.
Cuántos años tienen los reyes. Ah, yo eso no lo sé. Pero si tenéis curiosidad, una gran curiosidad, una curiosidad de ésas que no te deja ya pensar en otra cosa hasta que conoces la respuesta, entonces se lo podéis preguntar a papá o a mamá. Ellos seguro que lo saben. Porque para eso ellos son los padres. Cuando se asoman a la habitación de algunos padres que se han hecho famosos los reyes se lo pasan pipa. Se acuerdan de cómo eran de niños, lo que querían ser de mayores, los juguetes que pedían.
Ven a Rajoy, por ejemplo, durmiendo como un cesto, y dicen: fíjate, con lo poco que le gustaban los números y ahora está todo el día haciendo cuentas: la prima, el déficit, el PIB, el paro.
---¿Os acordáis de lo que nos pidió cuando tenía cinco años?
---¡No pidió un puro!
---No, nos pidió tener despacho.
Y sonríen. Como diciendo.
Ven a Soraya, dormida en su camita, y se acuerdan de cuando era una niña que dedicaba horas y horas a escribir unas cartas perfectas a los reyes magos. “Preámbulo, artículo primero, artículo primero, apartado segundo, consideraciones finales”. Melchor disfrutaba mucho con aquellas cartas. Siempre decía: “esta chiquitina no nos pide nada, nos lo manda”. Mira cómo duerme Pedro Sánchez. Iba a ser jugador de la NBA, ¿os acordáis? Pobrecillo, no pudo ser. Ahora es el más alto del PSOE, se ha conformado con ello. ¿Sabéis que Susana nos ha pedido este año unas plataformas, no?
No siempre consigue uno ser aquéllo que soñaba. Fíjate en Fátima. Que quería ser peluquera y ha acabado de ministra. Pobrecilla también.
--Eh, mirad, ése que duerme ahí es Pablo Iglesias. Lo navideño que era antes ese chico. ¿Os acordáis que un año nos pidió que le echáramos una paga mensual?
--No era una paga, era una renta básica.
--Otro año que hablásemos con su mejor amigo para que le perdonara los cinco duros que le debía de las chuches.
--Que no, que él quería pagar, pero con quita..
“Oye, ¿y a casa de Felipe cuándo vamos?” “¿Qué Felipe?” “Qué Felipe va a ser, el niño rubito”. “A ver, Gaspar, el niño rubito tiene 47 años y ahora es colega”. “¿Colega de quién?” “Colega nuestro, es el rey de España”. “Anda la madre, pero si él quería ser astrónomo”.
--Shh, calla, que vas a despertar a la princesa Leonor.
--Y a la infanta Sofía, que este año en su carta nos ha pedido...¡un hermanito!
¿Cómo?
---No podemos traerle un hermanito. Le haríamos la puñeta a Leonor. Sería una crisis constitucional y monárquica.
---Shh, calla, que está durmiendo Letizia, con el genio que tiene mi reina.
---¿Queréis seguir a la tarea, hombre, que nos quedan cinco millones de casas y la noche vuela.
Algunos padres siguen escribiéndose con los reyes. Éste es otro de los secretos que ni los reyes ni los padres le han contado nunca a nadie.
Si quieres dejar descolocado a tu padre, o a tu madre, pregúntale ahora mismo: ¿y tú en tu carta qué has pedido a los reyes? Y cuando vayan a decir, “no, si la carta es cosa de los niños” le dices que no se quede contigo, que tú ya tiene edad de saber que carta a los reyes magos escribe todo el mundo, sólo que a los mayores les da vergüenza que se sepa.
---No seas vergonzosa, mamá, si ya sé que le escribes a Melchor porque es tu favorito.
---Pero qué dices niño.
---Que se te caía la baba en la cabalgata.
Los niños os fijáis en todo. Por eso los padres ponen cara de “ya le vale a este niño” cuando les dejáis fuera de juego. Porque ellos se saben muchísimas respuestas, vale, pero no todas. Y porque sí, escriben a los reyes...de incógnito.
A los reyes les escribe hasta el Papa. Sí, esto tampoco lo dice el Vaticano, pero es completamente cierto.
“Queridos reyyyes”, les dice (porque es argentino)...
...ya sé que están hasta arriba de trabajo, que debería de haberles escrito antes y que no vale de excusa decir que yo también estoy muy ocupado porque me dirán, con razón: Francisco, no haberte pedido papa.
Verán, majestades, no es que yo pretenda un trato de favor ni que me escueza todavía que el año que les pedí la bicicleta me echaran ustedes un rosario.
El motivo de mi carta tardía es pedirles, si les fuera posible, que de camino a la casa de tantos y tantos niños se acordaran de llevar un detallito, pequeño, o grande como prefieran, a los niños que no tienen casa.
En el camino que los trae a ustedes de Oriente ya habrán visto los campos de refugiados que este año ha habido que ir ampliando. Niños que viven en tiendas de campaña, o con paredes de chapa.
En el camino que han hecho ya en España habrán sabido de los niños que crecen en las prisiones, hijos inocentes de madres condenadas; niños en los centros de acogida para familias inmigrantes; niños ingresados que pasan estos días, o muchos de sus días, en los hospitales.
Y sí, ya imagino que los niños de todos esos lugares LEs habrán escrito ellos mismos, pero tomen, reyes, esta carta como si fuera un backup, una copia de seguridad, un por si acaso.
Por si acaso alguno no hubiera encontrado tiempo, o mesa, o bolígrafo.
Por si acaso se hubieran olvidado, tan ocupados como están en otras cosas.
Por si acaso no hubieran podido, por si acaso.
Ésta es esa noche en que, una vez el año, no sólo está permitido, es obligado envolverse en azúcar, rodearte de todo aquello que te resulte dulce, de ilusiones bañadas en caramelo. Ésta es ésa noche en la que todo sucede, créeme que sucede, aunque tú mismo te resistas a admitir que está sucediendo.Ésta es la noche en que más cuesta dormir. En que te duermes, inquieto, deseando que llegue ya el momento de estar despertando.
La noche que precede a la mañana del día en que los reyes, misión cumplida, se irán marchando. Porque mañana, para ellos, sigue el lío. Mientras tú estés abriendo cajas, montando artilugios y preguntando --la pregunta de la muerte-- si traen pilas, los pajes de los reyes, derrotados por el cansancio, le estarán pasando la itv a los camellos antes de ponerse otra vez en ruta hacia el reino lejanísimo de los tres monarcas. Y los reyes, sin haber dormido y vistiéndose el traje de coronel Tapioca, ordenarán que se ponga en marcha, de nuevo, la caravana de regreso a casa.
Menos mal que los camellos llevan ahora cuadro electrónico y avisan de las averías. Si la pata trasera ha perdido aire, por ejemplo. O si la luz de freno falla, que ésta es una avería muy corriente y que, para andar en caravana, es un tormento. Eso será mañana. Porque ahora mismo lo que está pasando es que los reyes están a punto de dar la orden para que empiece el reparto casa por casa. Qué nervios. Qué poco queda. Qué poco queda ya para irse a la cama. Es noche de reyes. La más activa del año. Para los reyes, se entiende.