El monólogo de Alsina: España quiere cambios
Les voy a decir una cosa.
Cambios, cambios, cambios. España quiere cambios. Un nuevo impulso, un estímulo, un revulsivo, un algo. Cuando este miércoles -seis y media de la tarde- esté el rey en la Zarzuela firmando la ley que convierte en rey al siguiente, España estará conteniendo el aliento para ver en qué se traducen los cambios (y si haciendo cambios, en lugar de palmar, ganamos, España quiere saber si podemos.
Tal como la jubilación del rey ha despertado a los republicanos, el baño que nos dieron el viernes los holandeses ha resucitado a los del 98 (1800). Pesimismo, decepción, el desastre de España. He aquí el derrotismo queriendo instalarse entre nosotros. Es verdad que no hemos perdido Cuba ni Filipinas, sólo hemos perdido ante Holanda, pero cómo, oiga, el asunto es el cómo. Al comienzo de la semana en que la corona cambiará de testa, la pulsión de la sociedad española por los cambios en la Constitución, los cambios en los partidos, los cambios en el régimen político de España palidece ante el nuevo debate que -éste sí- recorre España de arriba a abajo: los cambios que debe hacer Del Bosque visto el fiasco.
La reforma de la selección. Tanto hablar de la recuperación económica y ahora lo que urge es la recuperación de la roja. Tanto hablar de la prima y, de pronto, nos sentimos primos. Hay temor a que Del Bosque abdique y nos deje huérfanos de gloria. Temor a que se venga abajo la única institución que, en estos años de recesión y crisis, no sólo ha resistido, sino que ha mejorado la opinión que de ella tienen los ciudadanos. Se han desplomado los políticos, los banqueros, los jueces, los periodistas, se ha hundido el crédito de Europa y se ha tambaleado don Juan Carlos, pero la selección...la selección se ha disparado como motivo de orgullo nacional, la auténtica marca España.
Con permiso de don Felipe, la proclamación que anhela el país es la de España como bicampeona del mundo. No puede ser que volvamos a aquella pesadilla de no pasar nunca de cuartos. El Príncipe también confía en que el miércoles noche le metamos por lo menos cinco a Chile porque no se vive de la misma manera una coronación con el país en estado de euforia que con un país desolado porque el mundial se le escapa. Que el reinado felipista comience con buen pie está en manos, admitámoslo, de la selección española de fútbol. En sus manos o en sus pies, así se escribe la historia.
El segundo partido de España -partido político, segundo en afiliados y en votos, o sea, el PSOE- ayuno de proclamaciones propias se juega su futuro en la carrera que comienza ahora. Primarias a secretario general. Ya están los aspirantes recabando avales para poder completar sus candidaturas: Madina, Sánchez, Pérez Tapias, Sotillos. Recabando avales y haciendo campaña en las agrupaciones y en los medios.
Primer objetivo: darse a conocer, porque ninguno de los cuatro forma parte del elenco de socialistas superconocidos. Segundo: persuadir de que la apuesta correcta es uno mismo y no los adversarios, es decir, que habrán de ir marcando diferencias. Los pesos pesados del partido, si es que aún queda de eso, eluden manifestar sus preferencias. Esto es interesante: se celebra como un avance democrático la oportunidad de que cada militante diga cuál de los cuatro le parece el mejor, pero los dirigentes evitar ejercer ese derecho a tomar partido y proclamarlo a los cuatro vientos.
Susana Díaz dijo aquello (tan de hacérselo mirar) de que no va a mojarse para que los militantes andaluces se sientan libres -como si dejaran de serlo cada vez que ella emite criterio-; y Zapatero ha dicho esta mañana que él por Madina siente un afecto muy especial y que Sánchez está creciendo en su potencial de liderazgo. No quiere influir en esta suerte de primarias, a diferencia de lo que hizo en 2011, cuando desmontó las primarias para encumbrar a Rubalcaba (bien se acuerda Chacón, especializada desde entonces en amagar con presentarse para acabar siempre en retirada). En realidad lo más simpático que dijo hoy Zapatero, cuando le preguntaron por la espantada de Susana Díaz,es que el PSOE tiene una “amplia cantera”. Pues quién lo diría, oiga.
De los nombres más conocidos del partido, ni uno ha querido postularse. Chacón, en la reserva; García Page, tanto darle vueltas a la noria para acabar apartándose; López Aguilar, que ya sonó como aspirante en el congreso de Sevilla y que, después de volver a sonar ahora, vuelve a quedarse en retaguardia. Ni ex ministros ni barones regionales. El duelo está entre dos diputados nacionales, Madina y Sánchez, de los que tampoco se recuerdan grandes proezas parlamentarias. Pero ellos, al menos, quieren y están dispuestos a dar batalla. Primero el uno contra el otro y luego, desfibrilador en mano, para intentar resucitar el PSOE. Siempre se puede estar peor. Mira, si no, el PSC, el partido hermano que ha dejado de dirigir Pere Navarro sin que se sepa quién o hacia dónde tomará el relevo. Se habla de Iceta por descarte: en un partido en el que nadie muestra el menos deseo de ponerse al frente de la nave, el único que ha dicho “si hay que ir, se va” se perfila, claro, como barón entrante.
Semana de cambios y de incertidumbres. El único que tiene claro qué va a ser de él es el Príncipe.
Mientras tanto, la vida sigue. Y la muerte, también.
En la frontera de Kenia con Somalia, por ejemplo. Donde un grupo armado asaltó hace horas la localidad de Mpeketoni, keniana. Los asaltantes preguntaron a los vecinos sobre el islam y la lengua somalí. Al que no entendió las preguntas o no alcanzó a dar las respuestas deseadas lo mataron. Allí mismo, sin dar opción a nada. Cincuenta asesinados en menos de una hora. El gobierno de Kenia señala como autores (asesinos) a los sospechosos habituales en esa zona: Al Shabab, el grupo islamista que extorsiona a las ongs (y secuestra cooperantes) cuando éstas tratan de ayudar a familias hambrientas que se han quedado sin nada.
La vida sigue, y la muerte sigue, en Iraq. El ISIS, nueva estrella entre los grupos islamistas de todo el mundo, presume de haber acabado, de una tacada, con la vida de 1.700 ciudadanos iraquíes. “Eran soldados”, dicen como si eso justificara la matanza, “eran soldados en la guerra contra nuestra guerra santa”. ISIS, el Estado Islámico de Iraq, antes una delegación territorial de Al Qaeda en Iraq y ahora organización emancipada que se ha hecho fuerte en Siria. Su líder, Baghdhadi, ha conseguido que los países que simpatizaron con la revolución contra Bashar el Asad se espanten ante la mera idea de que los islamistas puedan ganarle el pulso. Ha hecho bueno al despreciable dictador sirio.
La vida sigue en Nigeria, y los secuestros, también. De las adolescentes capturadas hace dos meses no ha vuelto a saberse nada. Twitter ya perdió el interés y los famosos dejaron de hacerse selfies reclamando la libertad de las niñas. Nunca llegamos a pedir que, además de dejar de secuestrar niñas dejaran de matar niños en las escuelas. Boko Haram sigue ganando el pulso al estado nigeriano. Este mes han matado a otras 250 personas. Como Al Shabab en Mpeketoni, asaltan pueblos para imponer la ley islámica. Sólo que estos se disfrazan de militares, llegan en sus camiones verdes y proclaman: “estamos aquí para protegerles”.
Reúnen a los vecinos en la plaza -por seguridad, todo por seguridad- y cuando los tienen allí empiezan a disparar. El último asalto lo ha contado un hombre que, hasta la semana pasada, tenía cuatro hermanos. Ahora ya no tiene ninguno porque los han matado a todos. A los nómadas de la etnia Fulani les exige Boko Haram 800 vacas a cambio de la vida de veinte mujeres, secuestradas, como las niñas de la escuela. Cuarenta vacas, eso vale la vida de una mujer para ellos.