El monólogo de Alsina: Ni las urnas ni las manifestaciones absuelven o condenan
Les voy a decir una cosa.
“Son más políticos que yo”, dijo anoche, en una fiesta celebrada en Madrid, un antiguo dirigente político que lo fue todo en su partido y que llegó a presidir el gobierno de España —no daré más pistas—.
“Son más políticos que yo”, repitió el antiguo dirigente a modo de resumen de la impresión que le causaron Iñigo Errejón y Pablo Iglesias, más el primero (le impresionó) que el segundo. No quedó claro a quienes le escucharon si con la frase pretendía caracterizar a los exponentes de la anticasta política como casta en potencia o si, por el contrario, la suya era la expresión de una admiración profunda, algo así como “estos tíos leen sobre política, estudian política, enseñan política y respiran política por cada uno de sus poros, ay quién pudiera”. Y remató el antiguo icono de la izquierda europea —que en justicia, lo fue— su breve comentario sobre el estado de la cuestión con un pronóstico: a Podemos le irá muy bien en las generales aunque no tanto como para merendarse al PSOE. Paréntesis: los pronósticos del gurú, que ha sido ya, y en orden cronológico, chaconista, madinista, pedrista y, a día de hoy, susanista, no siempre se han cumplido. De hecho, muy a menudo no se cumplieron.
Transcurridos ocho meses de aquellas elecciones europeas que sacudieron el tablero político de España (sólo han pasado ocho meses pero parecen ocho años, como para acordarse ya de que el gran debate fue entre Valenciano y Cañete), cabe revisar los análisis que entre todos hicimos en las horas posteriores a las urnas.
Una de aquellas lecturas de primera hora se ha visto sobradamente confirmada: el 25 de mayo se terminó Cayo Lara y empezó a llegar Alberto Garzón, porque aun sacando IU más votos que Pablo Iglesias (quién se acuerda ahora de Willy Meyer) quien primero iba a ponerse las pilas por el avance de su fraternal competidor era la veterana coalición de izquierdas. El programa electoral de Podemos no se distinguía apenas de aquel con el que venía concurriendo a las elecciones IU, luego el éxito de Podemos en su estreno electoral no se debía al programa sino al tirón de sus candidatos y su aptitud para presentarse como algo nuevo y esperanzador, algo distinto.
En aquella primera hora quedó claro para todos, y esto también se confirmó pronto, que el PSOE de Rubalcaba había tocado fondo, que el veterano requeteministro, reacio a dejar paso a otros, no tendría más remedio que irse a su casa. Que habría, por una vía u otra, un nuevo liderazgo. Lo que tal vez se percibió menos, en aquellas elecciones de mayo, es la disputa en ciernes no entre Podemos e IU, sino entre Podemos y el Partido Socialista por la hegemonía de la izquierda española. Se subrayó mucho la avería, el golpe que encajaba el bipartidismo, como si, a la larga, fueran por igual PP y PSOE quienes hubieran de sentirse amenazados por el avance de los nuevos.
Ocho meses después, y aunque el PP ha seguido cayendo en las encuestas, parece más afianzada la idea de que el crecimiento al que aspira Podemos —no para obtener un buen resultado en generales, sino para disputarle al PP la formación de gobierno— confía en hacerlo a costa del PSOE y habiendo diluido —por fusión o simple mengua— a Izquierda Unida.
Los números de las tres últimas elecciones griegas reflejan que el voto conservador, repartido entre Nueva Democracia y Anel, sumaba en 2009 los dos millones trescientos mil votos, fue en 2012 de dos millones doscientos cincuenta mil y ha sido en 2015 de algo más de dos millones. Es en la izquierda donde se ha producido el terremoto: si hace sólo seis años el PASOK arrollaba con tres millones de votos por apenas 300.000 de Syriza, hoy es el PASOK quien no alcanza los trescientos mil y Syriza quien arrolla con dos millones doscientos cincuenta mil.
Es verdad que Syriza tiene un planteamiento más abiertamente izquierdista que el que hoy cultiva Podemos (reacio a las etiquetas), y es muy cierto que entre los simpatizantes y futuros votantes de Podemos (varios millones a decir de las encuestas) hay ex votantes defraudados e indignados del PP, pero en el germen del proyecto político de Podemos y en los lemas que se corean en sus asambleas late un planteamiento de izquierdas. El planteamiento alternativo, nuevo, que sus impulsores creen hoy que puede llegar a enterrar al tradicional socialista. Como si de pronto, para el PSOE, tener más de cien años de historia pasara de ser un activo a ser un lastre.
Este fin de semana Podemos sale a la calle a mostrar el respaldo popular con el que cuenta. Es un fin de semana de movilización de los de Pablo Iglesias, de conferencia política de los de Pedro Sánchez en Valencia y de vigilia —otra vez— para los de Rajoy, mordiéndose las uñas los aspirantes a cartel electoral, léase de los nervios. Si el principal activo del PSOE, a decir de muchos de sus dirigentes, es hoy Susana Díaz, este fin de semana tendrá que pasar sin ella porque guarda cama por una gripe inoportuna que no entiende, ¿verdad?, de agendas. La reunión socialista que iba a ser pistoletazo de salida de la campaña de las autonómicas se queda ayuna de presidenta. Ella ya dió el pistoletazo de las suyas y, como es bien sabido (aunque no es obligado creerlo) la política nacional no está entre sus objetivos (anda que no). Si el principal activo de Podemos es el respaldo visible, apasionado, con orgullo, de sus simpatizantes, este fin de semana lo van a exhibir con holgura.
La manifestación estaba convocada como expresión del cambio que llega (que Podemos pretende que llegue) y está por ver si abunda en esa idea o en esta otra que es ahora la favorita de Iglesias y Monedero: van a por nosotros para cubrirnos de estiércol y eso nos exonera de dar explicaciones o aportar documentos. La movilización, salvo grandísima sorpresa, va a ser muy notable. No caiga nadie en la tentación de equiparar respaldo popular con ausencia de obligación de responder a las cuestiones que a uno le afectan. Ni las urnas ni las manifestaciones absuelven o condenan.
Si los principales activos del PP (así o ve Rajoy), son la recuperación económica -por mucho que en las casas aún se note poco— y presidir un partido de disciplina férrea en el que todo lo que haya que decidir lo decide siempre el mismo, entonces no es mal día para Rajoy porque puede presumir hoy de ambas cosas. La recuperación económica, medida en evolución del producto interior bruto, la refleja el indicador difundido hoy, el PIB del último trimestre de 2014 que, comparado con el anterior, mejora un 0,7 %. Y comparado con el mismo trimestre del año anterior (ésta es la comparación que hoy prefiere hacer el gobierno) un dos por ciento.
Las previsiones sobre cuánto íbamos a consumir en 2014 se han quedado cortas. El PP alecciona a sus dirigentes para que memoricen los datos y los coloquen en sus intervenciones públicas, sobre todo aquellos que, aunque hoy todavía no lo sepan, acaben siendo candidatos. El partido es una piña, o no les queda otra a sus dirigentes que mostrarse así, la callada parroquia esperando a que el líder manifieste su voluntad y designe cabezas de lista: éste sí, ésta no, ésta sí, éste…bueno, que sea éste. El “dedo de Dios”, decía anoche en todo de reproche una dirigente del PP a la espera de destino que no es Esperanza Aguirre.
Es probable que Aguirre también lo dijera, obviamente. Como en casi todo, existen hoy dos tesis enfrentadas: la que dice que si a estas alturas Rajoy no ha dicho “serás tú, Espe”es que no va a ser, y la que dice que si a estas alturas Rajoy no ha dicho nada de nada de nada es que va a ser ella. En el bombo de los que serán y los que caerán hay, en todo caso, otros nombres. El líder que cultiva su fama de agotador de plazos -agotando los nervios de sus barones- se permite, como sabemos, la re-guasa de responderle a Piqueras que esto de las listas él no lo lleva. En diez días prenderá a voluntad su fumata blanca sin contemplar ni en sueños las primarias y sin pedirle a la militancia de su partido ni la hora.