El monólogo de Alsina: Si Ramón Gómez de la Serna viviera, sería tuitero
Les voy a decir una cosa.
Si Ramón Gómez de la Serna, español raro, hubiera sobrevivido a su propia automoribundia, caben pocas dudas de que hoy sería tuitero.
Noventa años antes de que Jack Dorsey inventara el mensaje de 140 caracteres, Ramón ya se autolimitaba en la extensión de las greguerías. “La historia es el pretexto que usa la Humanidad para seguir equivocada”. (La otra mitad de los caracteres sobra). Si Gómez de la Serna fuera hoy tuitero, tendría menos seguidores que Lady Gaga pero le pisaría las frases más brillantes a Rodrigo Cortés, este otro español raro que hace películas sobre temas universales y con actores extranjeros y que encima se permite el lujo de tener opiniones tan propias como propio es su ingenio.
Del libro, o librito -por fin un libro que de verdad es de bolsillo- que ha editado Rodrigo Cortés para “Delirio”, la afirmación-pedrada que, a modo de pie de foto, podemos escoger hoy para acompañar la tabla con los números del paro de noviembre es ésta que dice: “En medio de la nieve, cualquiera destaca”. Es destacable, y por eso está siendo destacado, que algo que no había sucedido nunca suceda por vez primera.
Nunca en la historia de nuestro tiempo (es decir, desde 1996), el paro había bajado en noviembre. Diecisiete años, ¿y no había bajado nunca? Créeme que no. ¿Diecisiete años que incluyeron burbuja inmobiliaria, milagro español, boom económico y PIB creciendo al 4 % y en noviembre siempre habría subido el paro? Créeme que sí. Ni en los años de bonanza, tan idealizados como ahora los tenemos, bajaba el paro en noviembre. Primera conclusión: vaya país, nuestra avería laboral es verdaderamente un hecho diferencial. Segunda conclusión, que es la hoy toca: habiendo tocado fondo es más factible que incluso en un mes de noviembre el numero de parados baje, y siendo cierto que ha bajado en la comparación con octubre, que baja en la comparación con hace un año y que incluso baja desestacionalizado, concluyamos que la reducción del paro empieza a ser un fenómeno cierto y comprobable. Va habiendo menos parados, despacio, casi con cuentagotas (2.500 menos en noviembre de un total de 4.800.000 desempleados), quizá porque algunos se borran al haber agotado la prestación, otros se van de España, otros -que vinieron buscando trabajo- regresan a casa.
El paro baja y asienta una tendencia, pero al final, y como tiene escrito Cortés, “la decepción es cuestión de método”. Si aspiras a aguarte la fiesta, todo es ponerte. El dato que cada mes arroja el paro, en realidad son dos: parados apuntados y empleados cotizando. La afiliación a la Seguridad Social también baja, 67.000 trabajadores menos que en octubre, tres mil si se elige el dato desestacionalizado. La caída se atenúa y se va destruyendo cada vez menos empleo. Incluso es posible, como explica Alejandro Bolaños en el diario El País -última línea de su crónica- que esta aparente paradoja que supone que baje el paro bajando la contratación se deba a que el paro se cuenta el último día hábil del mes mientras que las afiliaciones se cuentan como media mensual, es decir, que se hubiera contado la afiliacion como se cuenta el paro en lugar de bajar hubiera subido un poco. Análisis que obligan a tener lupa, lentes de aumento para poder encontrar, en diferencias mínimas, indicios de por dónde, o hacia dónde vamos.
Vuelvo a Cortés y le robo otra frase: “Exagerar la realidad permite verla”. Exagerado es concluir que, por estar bajando el paro poquito a poco, tengamos ya ganada la batalla a un desempleo que sigue más cerca de los cinco millones que de los cuatro. Exagerado es concluir que creciendo al 0,1 % de un trimestre a otro nuestra principal avería estructural, el paro, esté en vías de quedar resuelta. Seguimos al tran trán. Empezando a ver cosas -”algo se ve”- que en medio de la nieve, en efecto, destacan.
Exagerando esta otra realidad que es el informe PISA se lanzan los más lanzados a sacar conclusiones sobre el porqué los chinos de Shanghai arrasan en las pruebas d destreza matemática mientras los españoles (tan dados al cilicio) seguimos rezagados. China, como país, no sale el informe sobre la calidad educativa porque no hay trabajo de campo suficiente en aquella nación, pero sale Shangahi y sale Hong Kong, y es verdad que las dos se salen. Entre ellas, más Japón y Singapur, se reparten las posiciones de cabeza. Finlandia, con su modelo educativo tan reputado y tan admirado, pierde terreno ante la pujanza asiática. Y España vuelve a quedar en posiciones discretas, en la media de los países OCDE o un poco por debajo. Un amigo diría que salimos “normalitos”, y alguien un poco más severo diría que seguimos siendo mediocres en nuestro rendimiento educativo.
Más complicado resulta establecer por qué. PISA ofrece miles de datos organizados conforme a decenas de criterios distintos. El último dossier del informe se llama “¿Qué hace que una escuela sea exitosa?” Son 500 hojas. Pues no es tan fácil.
· Miras Shanghai, por ejemplo, que sale disparada en todos los índices, y compruebas que allí los alumnos, además de ir a clase, hacen tareas en casa (deberes) unas ¡catorce horas semanales! (casi tres de lunes a viernes). A ver si eso, los deberes. Pero resulta que en Finlandia o Corea del Sur, también muy exitosos, es al revés, son de los que menos horas de deberes hacen, no llega a cuatro semanales.
· Dices: serán las actividades extraescolares, las que no computan para el currículum pero se ofrecen en la escuela. Y ahí ves que los chinos y los Singapur participan mucho tanto de actividades extraescolares creativas (música, teatro, arte) como matemáticas (clubes de cálculo, concursos matemáticos, clases de refuerzo), y compruebas que, en efecto, España sale a la cola en todas esas actividades, de hecho en actividades creativas somos los penúltimos, pero tenemos más que Noruega o Dinamarca, que están por encima de la media europea.
· Sigues buscando cuál es la clave. A ver si no son las lecciones, sino la participación de los padres en el seguimiento escolar de sus hijos, que ahí, por ejemplo, Finlandia tiene fama de una gran integración colegio-familia. Será que los padres españoles nos implicamos menos. Otra tabla de resultados: porcentaje de padres que acude a hablar con el profesor de su hijo por iniciativa propia, sin que nadie le llame, 40 %. Porcentaje de padres que hacen eso mismo en Japón, cuyos resultados son magníficos, bastante menos: 11 %. ¿Y en Finlandia? El 28. Esto tampoco va a ser.
Los estudiantes españoles son más puntuales que la media, pero faltan más a clase sin justificación. Tienen, en comparación con los demás países, un sentimiento alto de pertenencia a su colegio. Repiten más y rinden menos.
Sólo hay una clasificación en la que España lidera el ránking: porcentaje de profesores titulados. 100 %. En titulación de los docentes no nos gana nadie. Pero en formación continua de los profesores, una vez que ya están ejerciendo, sí. Ahí tenemos un porcentaje bajo. Sólo la cuarta parte ha hecho cursos adicionales en los meses anteriores al informe y no estamos entre los países que exigen una actualización permanente del profesor para seguir desempeñando su trabajo. Dices: pues ésta será la clave. Por eso Japón, o Finlandia, o la omnipresente Shanghai, dalen tan bien paradas, porque obligan al docente a estar actualizado. Ya, pero en Singapur o en Corea del Sur no le obligan a nada y los resultados de sus alumnos también son magníficos.
Tantos datos y tan escasas conclusiones claras. He aquí la PISA-paradoja. Y por cierto, el informe no prueba que haya una relación causa-efecto entre los cambios de leyes educativas y el rendimiento académico. Es posible que esa relación exista, pero PISA no sirve para probarlo. Para esa batalla, búsquense los contendientes otro argumento.