El monólogo de Alsina: Los partidarios de que Mursi siguiera en la presidencia también eran muchos
Les voy a decir una cosa.
Ciudad Náser, distrito de El Cairo. En torno a su principal mezquita comenzó la multitudinaria concentración de egipcios contrarios al golpe militar y afines a los Hermanos Musulmanes. Salta a la vista que los partidarios de que Mursi siguiera en la presidencia también eran muchos.
Si anteayer eran decenas de miles los que se reunieron en la plaza Tahrir para animar al Ejército a acabar con esa presidencia (siendo atendida, como sabemos, su demanda), hoy son decenas de miles los que se han reunido en Ciudad Náser para exigir al Ejército que se retire a los cuarteles y permita que Mursi retome su actividad como presidente. El “viernes de rechazo a los usurpadores” que convocó ayer la principal organización islámica de Egipto está siendo el primer acto de desafío en la calle al nuevo (y viejo) régimen militar y al presidente Mansur, apadrinado por el general Al Sisi. Mientras los miles de manifestantes islámicos inundaban la explanada junto a la mezquita, los cazas de la Fuerza Aérea sobrevolaban la concentración y los tanques permanecían en estado de alerta en los alrededores. Disparos (y muertos) ha habido no en este punto de la ciudad sino en el cuartel de la guardia republicana, donde permanece encerrado Mohamed Mursi y donde los soldados han abierto fuego contra un grupo de manifestantes que, según la versión del gobierno, intentaron asaltar por la fuerza el recinto.
El Ejército tenía dicho que que los afines al gobierno islámico se manifestaran hoy, siempre que permanecieran lejos de las dependencias militares y que incurrieran en provocación a los soldados. Todo el poder es ahora del Ejército porque, con la Constitución suspendida, ha dejado de existir también hoy el Senado, única cámara que permanecía abierta porque la otra, el Parlamento, fue clausurada hace un año por orden también de las Fuerzas Armadas y haciendo cumplir una sentencia del Tribunal Constitucional, ya entonces enfrentado a los planes políticos del presidente Mursi. Se ha cerrado el Senado y se ha cerrado el paso fronterizo de Gaza, donde esta mañana se produjeron incidentes (y explosiones) en actos atribuidos a los militantes islámicos. “Nuestra revolución es más fuerte que los tanques y las balas”, ha predicado esta tarde el líder de los Hermanos Musulmanes (de quien se dijo que había sido detenido) ante la multitud congregada en Ciudad Náser.
Se repiten las escenas de estos últimos meses, pero con cambio de tornas. Ahora los manifestantes contra el gobierno, lo que exigen la caída del actual presidente, son los que hasta anteayer se concentraban para apoyar al presidente anterior. Y ésta es la diferencia con aquello que se llamó la primavera egipcia de 2011, que ahora no hay un Tahrir, sino dos. Cuando cayó Mubarak la plaza sólo era una. La oposición secular a aquel régimen y los partidos islámicos unieron su voz porque coincidían no en su proyecto de país pero sí en su objetivo inmediato, que era alumbrar un sistema democrático para Egipto. A diferencia de entonces, la plaza Tahrir ahora, son dos. El Tahrir que hicieron suyo los opositores al gobierno islámico y esta plaza de Ciudad Náser que hoy ha sido altavoz de los opositores al gobierno tutelado por los militares.
Los servicios de inteligencia occidentales trabajando en El Cairo para intentar anticiparse a los acontecimientos que se vayan produciendo. En la confianza de que estén más acertados en sus informaciones sobre Egipto que sobre Snowden. Tanto programa Prisma, tanto controlar llamadas telefónicas, tanto programa de espionaje y tanto presumir que aquí todos los gobiernos, mucho o poco, meten las narices (o los micrófonos) en los otros gobiernos para enterarse de lo que traman, y resulta que a los gobiernos de Francia, Italia, Portugal y España les engañaron como a chinos con la milonga de que Snowden había embarcado. “Es que nos dijeron que iba en ese avión”, dijo esta mañana el ministro español Margallo, arriesgándose a que el responsable último de la pifia, que es Estados Unidos, le tache de acusica y chivatillo. “Nos dijeron que iba en ese avión, pues qué vamos a hacer nosotros, sino tomar medidas”. García Margallo, que como es un hombre viajado y veterano, no tiene inconveniente en admitir en privado que toda esta película del Snowden invisible en el avión del preisdente boliviano es un marrón del quince en el que media Europa ha quedado como un trapo, despeja a córner cuando se le pregunta si quien facilitó esa información averiada fue el amigo americano, pero caben pocas dudas de que salió de Washington la información y la instrucción pactada con los gobiernos de Francia, Italia, Portugal y España para que no se le diera a Snowden, digo a Morales, ni la hora. Dices: pues que vaya Obama a Cochabamba a aguantar el chorreo de Maduro, Correa, Morales y Cristina, sobre todo el de Cristina, que es la que más alto habla. A ella esto no le habría pasado nunca porque el avion presidencial nunca lo trae a Europa, por su se lo embargan. “Si Washington te dice que el filtrador va dentro, qué vas a hacer, sino cerrarle tu espacio aéreo”, dicen los gobiernos europeos. Ésta es la parte que más incapaces se están mostrando los gobiernos europeos de explicar con cierta consistencia: una cosa es que, llegado el caso, le niegues el asilo político a Snowden porque prefieres ponerlo en manos del amigo americano (igual que es potestad tuya acoger a Falciani lo sería no acoger a Ed Snowden), pero impedir que el avión de un presidente que a ti no te ha hecho nada utilice tu espacio aéreo sólo para causar buena impresión a Washington es otra historia, insólita y disparatada. “Secreto de sumario”, dice Margallo cuando se le pregunta por la responsabilidad última de este fregao tan poco diplomático. El gobierno de Bolivia, arropado por un buen número de otros gobiernos iberoamericanos, empezó poniendo el foco de su indignación en aquellos países que le habían negado su espacio aéreo a Morales (Italia, Francia, Portugal) y en el gobierno de Austria por haberlo tenido aparcado trece horas en el aeropuerto, pero de pronto apareció Nicolás Maduro, con sus propias fijaciones, y cambió el foco para darle con él en la cabeza a Rajoy, que no sólo es gobierno europeo y, por tanto, colonialista, sino que es gobierno de España ---la España arrogante e invasora--- y, para colmo, es de derechas, “burguesitos fascistas”, en la terminología imaginativa del presidente Maduro.
Como a España no puede reprocharle que negara el permiso para aterrizar a Evo Morales, porque afortunadamente para la integridad de todo el pasaje aterrizó aquí, pone el acento Maduro (y Morales de su mano) en el intento del embajador español en Viena de subir al avión boliviano a echar un ojo por si Snowden estaba dentro. No es un secreto que hay sobreactuación en los discursos que anoche realizaron los presidentes de Venezuela, de Bolivia, de Argentina (Nicolás y Cristina sobreactúan desde que se levantan) pero tampoco es un secreto que, esta vez, nos lo hemos buscado.Y que es verdad que cuesta imaginar que esto mismo le hubiera pasado a un presidente europeo o norteamericano. Nos los hemos buscado por dar por buena, entre otras cosas, una información de la inteligencia norteamericana que era mala.