El monólogo de Alsina: “Lo primero que debe combatirse para controlar el ébola son el miedo y la ignorancia”
Les voy a decir una cosa.
Nueve años. Cumplimos nueve años consecutivos, sin fallar ni uno, viniendo a León. Nos gusta volver a donde somos bien recibidos. Si La Brújula fuera un país, su capital sería esta ciudad. Buenas tardes León, gracias.
Nueve años. Esta visita que hacemos cada otoño es, para nosotros, como el reloj que nos va marcando el paso de los años. Hay temas que dieron mucho que hablar en su momento pero que luego se acabaron. Y hay cosas que no terminan nunca, ¿no? La crisis económica. El proceso soberanista catalán. El Palacio de Congresos de León. La autovía a Valladolid. La nueva estación del AVE (que a lo mejor acaba siendo la vieja).
Tenéis que ir actualizando los dichos de esta tierra a la nueva situación. “Si no te gusta León, por ahí está la estación”. ¿Cuál de las tres? ¿La de siempre, el fondo de saco o el apeadero éste que van a hacer ahora para los trenes de Asturias? “Bajándose, señores, que éste ya va para Asturias directo”. Ya he leído que esto, al final, no. Que no habrá apeadero a dos kilómetros y pico para los trenes que van a Asturias.
Hoy han salido los diputados y senadores del PP a decir que nunca se planteó semejante cosa la ministra de Fomento. Y que los leoneses, sí, tenéis que hacer una manifestación, pero “de júbilo y alegría cuando llegue el AVE a esta ciudad”. Tenéis tiempo para prepararla. Aún no tiene fecha la convocatoria. Esto es lo que dicen los diputados leoneses del PP, vamos a ver qué dicen los diputados asturianos de este partido. Con el pedigrí ferroviario que tiene esta ciudad, y la historia interminable en que se ha convertido esto del tren, el fondo de saco y sus alternativas. Mira que el año pasado dijimos que ...a ver si al final volvían a poner el paso a nivel del Crucero. No, descartado también.
Éste es uno de los clásicos leoneses, el otro es Caja España. Estos días que está todo el mundo en Madrid escandalizado por las tarjetas opacas de la Caja -las tarjetas black, sabéis las que os digo, ¿no? ¿lo sabéis, vosotros también tenéis?- está todo el mundo perplejo por la cara que le echaron los consejeros de Caja Madrid y yo les digo: Si vivierais en León no se habrían sorprendido tanto. Aquí de cajas de ahorro con consejeros que hacen de su capa un sayo sabéis un rato.
Aún no han aclarado los ex consejeros de la caja si ellos también tenían tarjetas de éstas to pagao. Dices: si no han dicho nada, va a ser que sí. De los de Caja Madrid, ya lo siento, pero el ránking de los más gastones lo encabeza un leonés. De la provincia. José Antonio Moral Santín, de Villafranca. Es líder, sobre todo, en sacar efectivo del cajero. 370.000 euros (no, de una tacada no, tacita a tacita). Este hombre cada vez que iba de visita a una ciudad, en lugar de preguntar lo que preguntamos todos -dónde está la catedral, la plaza mayor, el ayuntamiento- preguntaba ¿dónde hay un cajero de Caja Madrid? ¿Le sirve servired? Me sirve cualquiera que tenga billetes de cincuenta.
Érase un hombre a un cajero pegado. Rato sacó del cajero 16.000 euros, en dieciséis veces, de mil en mil (un hombre ordenado). Blesa tiró de tarjeta para pagar el club de golf. Spottorno, el de la casa del rey, se pagó el gimnasio. Iranzo -adalid de las políticas de austeridad- usó la tarjeta para pagar la compra en el supermercado de El Corte Ingles, las entradas del cine y las copas en la discoteca Snobbísimo. Y José Ricardo Martínez, de UGT, gastó 12.800 euros en diciembre de 2010, también en El Corte Inglés -dices: éste fue más coherente porque él siempre estaba dando mítines contra la austeridad; dando mítines y ahora sabemos también que predicando con el ejemplo.
El otro día decíamos que son gentes que han vivido como banqueros sin serlo. Pero igual es más correcto decir gentes que han vivido como magnates siendo, en realidad, mangantes.
Ya quisiera que pudiéramos seguir haciendo bromas toda la noche, pero no hace falta que os diga que llevamos una semana de noticias poco agradables y bastante preocupantes. Por lo del ébola.
El primer caso se confirmó el lunes, como sabéis, y hoy, viernes, el gobierno ha empezado a ponerse las pilas y a admitir, más con los hechos que de palabra, que en estos días no ha estado a la altura. Hoy el gobierno ha creado un consejo científico para que le asesore y un comité integrado por varios ministerios para coordinar todas las actuaciones y ofrecer información diaria a la opinión pública. Al frente del comité, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría que es, para lo bueno y para lo malo a partir de ahora, la máxima responsable de la gestión de esta crisis.
A su vez, Ana Mato ha reunido esta tarde a los gobiernos autonómicos para ponerse todos de acuerdo en los cambios de procedimientos que se anunciaron ayer y empezar a preparar más recursos. Al final de la reunión han emitido una declaración conjunta de todos ellos que empieza con una declaración de aliento a Teresa Romero y un agradecimiento a la generosidad que demostró cuando se ofreció voluntaria para tratar a García Viejo.
La declaración, incluido este primer punto, lleva la firma de todos los consejeros, incluido, por tanto, el de la comunidad de Madrid que, a día de hoy, sigue en su cargo. Teresa Romero sigue peleando. Ya explicamos ayer que estos cinco días próximos son los críticos para que su organismo le gane el pulso al virus. Está grave, pero dando batalla, aunque algún columnista se permitía hoy el mal gusto de hacer referencia ya a su futura autopsia.
Y fijaos una cosa: ahora que sabemos lo delicado que es el trato con enfermos de ébola, las medidas de aislamiento que hay que tomar, lo complicado que es no sólo ponerse el traje ése de plástico y quitárselo, sino trabajar con él puesto para atender a los pacientes, ahora que en España estamos todos tan interesados y preocupados por el ébola y que incluso los médicos y los enfermeros están contando, muy humanamente, el reparo (o el miedo) que les produce tener que entrar en esa habitación -a ellos y a sus familias-, ahora que estamos sintiendo aquí todo eso seguramente podemos entender mejor -y valorar mejor- el trabajo (y la actitud) de los médicos y enfermeros que están en los hospitales de Liberia, de Guinea y de Sierra Leona, atendiendo no un caso de ébola, sino decenas de casos cada día. Y en hospitales que se parecen poco a los nuestros.
Médicos y enfermeros de allí, de esos países, y médicos y enfermeros -algunos- de aquí, compatriotas nuestros que sienten el impulso de ayudar y se van a echar una mano. Estos días hemos explicado que el primer fallo en la contención del ébola no es el que se produjo el 22 de septiembre en el Carlos III. El primer fallo se produjo en agosto, cuando la Organización Mundial de la Salud dijo “tenemos una emergencia en tres países de África” y los gobiernos del resto del mundo se pusieron a silbar. La ONU avisó: “pongámonos todos a la tarea de contener este brote”, dijo, “para que no llegue a otros lugares”.
Y no se la escuchó. De esta crítica al desdén con el que el llamado primer mundo se ha tomado, hasta hace una semana, el asunto del ébola hay que salvar, en justicia, a estos compatriotas nuestros, como Manuela Cabero, manchega , como Natán Redondo, vasco del clínico de Valladolid que en cuanto puede se va a Kamabai con la maleta llena de medicinas, o como Javier Atienza, vallisoletano, que se ha pasado sus vacaciones atendiendo enfermos africanos. O como Marta Lado, una gallega que volvió el lunes pasado de Sierra Leona y se vuelve para allá el lunes que viene.
Como Marta, Manuela, Natán, Javier hay otros cooperantes y religiosos tratando al ébola de tú a tú y creo que, ahora más que nunca, les debemos reconocimiento. (Javier os va a agradecer especialmente el aplauso porque es de Valladolid; que le aplaudáis los de León conmueve).
Además de estos españoles hay personas de otras nacionalidades. De México, por ejemplo, es la hermana Elisa Padilla. Una institución entre los voluntarios de Sierra Leona. Es a ella a quien llamaron desde el hospital de Manuel García Viejo cuando éste cayó enfermo. Le llamaron porque necesitaban un imposible, una ambulancia que llevara a Manuel al hospital de Lakka para hacerle allí la prueba del ébola. Y si no podía conseguirlo ella, no podía conseguirlo nadie porque de esta mujer, experta en imposibles, dicen los que la rodean que si miras en su teléfono móvil, entre los contactos del washapp tiene uno que se llama “Dios”. Y que es Dios. Para pedirle cosas.
Elisa llamó no a Dios, sino a un alto cargo del gobierno, y le dijo que como no llegara una ambulancia era capaz de llevarse ella misma a Manuel cargado en su espalda. Ambulancia hubo y le hicieron la prueba del ébola en Lakka y el resto de la historia ya lo conocemos todos.
Todos estas personas coinciden en un mensaje, que aunque está pensado para quienes residen allí, los habitantes de estos países paupérrimos, tal vez ahora que nos hemos encontrado de bruces con el virus aquí podamos también tener presente: “Lo primero que debe combatirse para controlar el ébola son el miedo y la ignorancia”.
Gracias por haber venido. Bienvenidos.