EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Hablar del futuro cuando arde el presente

Les voy a decir una cosa.

Tanto poner intérpretes de catalán y euskera en el Senado y hoy lo que se echó de menos fue un intérprete de español en la Moncloa

ondacero.es

Madrid | 26.04.2013 21:16

Un traductor de terminología económica para seguir a Luis de Guindos y otro de chino y con navegador para poder seguir el discurso de Montoro sin salirse en las curvas. Seguramente no es la mejor forma de divulgar las reformas y los análisis que hace el gobierno empleando palabros como internalización, desindexación o deflactor, ay deflactor pecador. La “jerga”, como dijo, reconociendo el vicio, el señor De Guindos.Pero, oye, para eso estamos los medios que hacemos de intermediarios, ¿no?, para traducir no sólo lo que dicen los ministros, sino lo que no quieren decir.

El gobierno nos había anunciado para hoy el nuevo programa nacional de reformas y la corrección de las estimaciones económicas. Dependiendo de cómo de novedosas, y de cuánta enjundia, tuvieran las primeras -las reformas- alcanzarían más o menos eco en los medios las segundas -o sea, las estimaciones-. Si a lo largo de la tarde se ha comentado más, en casi todas partes, que el paro va a seguir por encima del 25 % toda la legislatura, que la economía este año va a menguar el doble de lo que inicialmente previsto o que aquel objetivo que se antojaba tan factible, el 3 % de déficit público en 2013, se deja para ¡2016!, entonces debe de ser que el programa de reformas no era tan impresionante como el gobierno explicaba.

Para este año el objetivo de déficit público se queda en el 6,3 %, unas décimas por debajo del que hemos tenido en 2012 (equilibrar las cuentas ya no se ve tan urgente ni tan necesario). Grandes recortes de gasto público (hoy al menos) no se han anunciado. El IVA se queda como está, suben algunos impuestos especiales y no hay modificaciones en el IRPF. Entiéndase esta última afirmación en su doble vertiente: no suben el IRPF pero tampoco lo bajan. Los tipos se quedan donde están al menos hasta 2015, año, por cierto, de elecciones generales. La idea, o compromiso, de revertir la subida del IRPF en 2014 queda aplazada.

Los ministros de Economía y Hacienda -esta pareja singular que constituyen De Guindos y Montoro- dijeron, con buen criterio, esta tarde que las previsiones económicas se hacen con los datos que uno tiene en cada momento, y como la situación es cambiante, no hay nada extraño en tener que rectificarlas (o “actualizarlas”, que es verbo menos doloroso) de cuando en cuando. En efecto, las previsiones se corrigen con frecuencia (lo ha hecho el FMI, lo ha hecho la comisión, lo ha hecho la OCDE) y ni siquiera corrigiéndolas puede uno asegurar que, al final, se cumplan.

Precisamente porque eso es así de indiscutible, cuesta entender que en la misma comparecencia en que se ha anunciado la rectificación (a peor) de todos los principales indicadores económicos del país, los ministros se hayan esforzado tanto en  persuadirnos de que España está hoy infinitamente mejor que hace un año. Si hemos mejorado tanto, ¿por qué las previsiones de entonces eran mejores que las que hoy se han presentado? Es muy cierto, también, esto otro que dijeron: la evolución española no depende sólo de lo que hagamos aquí, está en función del contexto general, la marcha de la zona euro, los imprevistos que, de vez en cuando aparecen, sean chipriotas, griegos o italianos.

La economía europea ha empeorado en el último semestre y el pronóstico dice ahora que la zona euro estará en recesión todo el año. Siendo eso así, tiene sentido pensar que España va a seguir pasándolas canutas y, por todo ello, lo que no tiene sentido es hablar de la crisis española como si fuera algo que ya pasó.

Lo que hoy se ha visto en la Moncloa es a un ministro de Economía que se encomienda a los indicadores adelantados y un ministro de Hacienda que habla de la recesión en pasado. Más inquietante que envolverse en la jerga es esta inmersión que ambos han hecho en los posos del café --los signos de lo que va a pasar--- para hablar como si ya hubiera sucedido todo eso que, según ellos, sucederá el próximo año (éste ya no, pero el que viene, sí). El nuevo mantra lo componen la balanza de pagos y los indicadores adelantados. Estos son como las señales que uno ve en la carretera, ¿no? Desvío para Aranda en 15 kilómetros; tú aún no ves la salida, pero el indicador señala que va llegando. Los economistas se fijan en determinados índices de actividad como si fueran señales de lo que está viniendo.

El problema es que no suelen ser tan precisos como las señales de la autovía. El gobierno dice: la balanza de pagos va bien, la inflación va bien, la financiación nos va costando menos. Luego la recuperación está al caer, aunque no sepamos exactamente cuándo. Hace seis meses la veía, examinando los indicadores adelantados, un poco más cerca que ahora. Por eso hizo una estimación para este año de una mengua de medio punto de PIB y ahora la ha cambiado por una mengua de más del doble; 1,3 de caída para el presente año. El paro en el 27 %, es decir, tan mal como lo tenemos ahora.

Siendo ésa la realidad que hoy tenemos, y siendo el propio gobierno el que está certificando que la recuperación se retrasa y la caída se prolonga, cuesta entender que el ministro de Hacienda se empeñara en hablar esta tarde de “esta etapa que hemos pasado”, como ya hubiéramos dejado atrás esto que va a durar, como poco, otro año. “Hemos pasado momentos muy duros, hemos hecho todos grandes esfuerzos”, dijo Montoro, “pero esta etapa difícil la hemos pasado”. Una cosa es endulzar el discurso para transmitir confianza en nuestras posibilidades de remontada -que las tenemos- y otra confundir el escenario futuro con el que tenemos hoy. El futuro es un pronóstico (un cálculo); la realidad es el presente.

Entre objetivos, previsiones e indicadores adelantados, al gobierno se le está olvidando a hablarnos del presente, que es lo que el común de los mortales -sin internalización, desindexación o deflactores- conoce. Es comprensible, porque el presente (mientras sea de recesión y paro) es lo que le resulta incómodo a quien gobierna.