El monólogo de Alsina: Estupor, incredulidad y consternación en León
Les voy a decir una cosa.
La ciudad en España en la que más veces hemos realizado este programa cara al público es León. Todos los años, por octubre o noviembre, como bien saben, como bien sabéis, nuestros oyentes leoneses, La Brújula viaja a León y pasa allí una noche muy cálida, a pesar de la fama y las bajas temperaturas.
En algunos de los programas que hemos hecho estos últimos años estuvo presente Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación desde 2007 y del Partido Popular de León desde hace diez años. En León, que es una ciudad políticamente muy activa y con el tamaño idóneo para que todo el mundo, como quien dice, se conozca, no hace falta explicar quién era Isabel Carrasco, mujer menuda y de fuerte carácter que ha ejercido en la política leonesa, y en el PP castellano leonés, mucha más influencia que la que su cargo en la diputación refleja, o reflejaba.
Cuando esta tarde, seis menos cinco minutos, Onda Cero informó del asesinato, tres disparos, en la pasarela que cruza el Bernesga frente a la sede del PP, de Isabel Carrasco Lorenzo, la reacción más generalizada entre los leoneses fue de estupor, por la identidad de la mujer asesinada y por las circunstancias del crimen. Estupor, incredulidad y consternación son las tres palabras que describen el estado de ánimo de los compañeros de partido de Carrasco, los dirigentes del PP de Castilla y León que fueron enterándose de la noticia esta tarde, minutos antes o después de las seis, cuando se dirigían a Valladolid a participar en el mitin de Mariano Rajoy. Perplejidad y una pregunta para la que, a esa hora, aún no había respuesta: quién ha sido. Pregunta perfectamente lógica cuando una mujer es asesinada en la calle y que, en este caso, era también una forma de preguntar lo contrario: quién no ha sido. Estas seis palabras, “asesinado, a quemarropa, en la calle” remueven recuerdos nada gratos, porque hubo un tiempo, no tan lejano aún como para tenerlo olvidado (y tampoco sería bueno que se olvidara) en que no sólo los dirigentes más significados de los partidos políticos, sino consejeros autonómicos, alcaldes de ciudades medianas o presidentes de diputación, habían de llevar escolta a todas partes. Porque hubo un tiempo, no tan lejano como algunos desean aparentar, en que, siendo noticia, no resultaba inusual, tan inusual como resulta hoy, que un par de jóvenes dispararan a quemarropa a un presidente de diputación en plena calle y se dieran a la fuga.
El ministerio del Interior contó hace una hora que el asesinato de Carrasco se atribuye a una “venganza personal”. A falta de más datos, era la forma de decir “no ha sido un atentado terrorista”. En efecto, no es terrorismo. Pero sí es asesinato. De una mujer, cargo público, que seguramente tenía más enemigos que amigos y cuyo asesinato ha tenido ya dos consecuencias: que se han suspendido los actos de la campaña electoral y que algunos usuarios de esa red social llamada twitter han evidenciado ya que sí hay gente que celebra el asesinato de una mujer cuando la mujer en cuestión no es de su misma ideología o, simplemente, de su agrado.