Monólogo de Alsina: "El defecto Illa o para qué esperar más"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre el frustrado empeño de que el ministro Illa y el presidente Sánchez atiendan a las demandas de los gobierno autonómicos, sobre las dimisiones de algunos cargos políticos por haberse vacunado contra el Covid-19 y sobre la evolución de la pandemia en nuestro país.
Madrid | 25.01.2021 08:35
Ni el Foro de Davos ha aguantado la embestida de la pandemia. La tradición de juntar en la montaña mágica a cientos de ejecutivos de las primeras compañías del mundo con cientos de gobernantes más o menos influyentes y unos cuantos ricos y famosos que inundaban el aeropuerto de jets privados la ha tumbado el coronavirus. Este año el Foro es telemático. Descafeinado y sin contactos-contactos (que es a lo que se iba, a conocer gente y dejarse conocer). Predica Sánchez hoy en el Foro, sobre la resiliencia y lo orgulloso que está de cómo va el país, en recesión, con doscientos fallecidos diarios por la covid, con una incidencia acumulada que es de las más altas de Europa, con la hostelería ahogándose y con el turismo ahogado. Orgullosos de ser cada vez más fuertes.
Hace ahora un año, y mientras en este Foro Sánchez se esforzaba en persuadir a los presentes de que su matrimonio recién consumado con Podemos no tenía por qué quitarles el sueño...en Francia se anunciaba el primer caso de coronavirus en Europa (luego supimos que era el primero detectado, porque el virus llevaba aquí ya varios días) y en China se anunciaba la construcción acelerada de un hospital para mil pacientes. Los espectadores españoles nos admirábamos de que pudiera levantarse un hospital como ése en dos semanas (cosas de la dictadura china, decíamos), con mil quinientos médicos trasladados desde otros hospitales y sólo para pacientes de esta nueva enfermedad. Y nos explicaban los corresponsales que el motivo era separar a los infectados de coronavirus del resto de los enfermos para que los demás hospitales pudieran funcionar con normalidad. Las cosas que nos sorprendían hace un año hoy forman parte de nuestro debate diario, ¿verdad?, sobre pros y contras de la gestión de una epidemia.
En España, como nos apasiona el debate, ahora estamos en la discusión (vehemente) de si es mejor un hospital temático, sólo para covid, o son mejores los hospitales provisionales --de campaña-- que monta el ejército para ampliar la capacidad de los hospitales de siempre. Todo tiene pros y contras. La consejera valenciana Barceló nos explicó la semana pasada que la ventaja del hospital de campaña es que, si un paciente requiere cirugía, tienes el hospital nodriza a un paso, en el mismo espacio, mientras que si un paciente del hospital de pandemias requiere de quirófano, hay que meterlo en una ambulancia y coinciudir varios kilómetros. Ayer se vio uno de los inconvenientes del hospital de campaña, que es que está hecho con carpas y lonas: si sopla el viento tan fuerte como sopló ayer en La Fe, hay que evacuar a los pacientes y llevárselos al edificio principal porque dentro de la carpa se mueve todo.
Quién nos iba a decir hace un año, cuando en España la doctrina oficial aún era que no había riesgo de que el coronavirus chino nos afectara porque no teníamos vuelos directos con Wuhan...(si alguien venía de China con fiebre sería gripe), quien nos iba a decir que un año después, 25 de enero, estaríamos indignándonos porque hay gente que se ha puesto la vacuna sin respetar el turno. (El turno establecido por las autoridades, que es donde el asunto chirría: si el orden de vacunación lo han decidido ustedes, luego no se lo salten). Los cargos más altos que, hasta ahora, han tenido que dimitir son el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Villarroya, y el consejero de Sanidad murciano, Villegas. Y entre el caso del uno y del otro encuentra diferencias el alcalde de Madrid Almeida, primera autoridad que rompe el discurso uniforme de todos los partidos y plantea que por la relevancia de las responsabilidades que desempeñan, deberían vacunarse ya todo el gobierno y la cúpula de las Fuerzas Armadas.
¿El criterio de vacunación debe ser población más expuesta al virus y población más vulnerable al virus, o debe añadirse un tercer criterio: peso institucional de la personas que ocupan cargos destacados? Obsérvese que Almeida disculpa la vacunación del JEMAD, no así la del consejero murciano. O el ceutí, que dijo aquello de que se había vacunado a rastras porque a él las vacunas no le gustan.
La epidemia, cuarta semana de enero de un año después de que empezara todo en Wuhan. ¿Cómo va España? Mal.
En el mejor de los casos esta semana podría confirmarse que la velocidad de expansión se reduce, es decir, que siguen produciéndose nuevos contagios (estamos en torno a los 40.000 al día) pero que van siendo menos de un día para otro. (En el mejor de los casos). Aun así, y con el enorme incremento de las tres últimas semanas, lo que tardará en frenar es el número de personas hospitalizadas y el número de defunciones diarias. Se lo recuerdo una mañana más: estamos de nuevo por encima de los doscientos fallecimientos diarios por coronavirus. En este día que está recién iniciado, doscientas familias recibirán la noticia irreparable de la muerte. Y mañana, otras doscientas. Y el miércoles, doscientas más.
Los indicadores, como vienen explicando los gobiernos autonómicos en el frustrado empeño de que el ministro Illa y el presidente Sánchez atiendan sus demandas, sitúan a todo el país en riesgo no ya extremo, sino mucho más allá: si riesgo extremo son 250 casos por cien mil habitantes, estamos en 830. En este indicador, la incidencia acumulada, estamos mucho peor que Francia (que no llega a 400), que Alemania (que no llega a 300) y que Italia (que está en 350). Peor que nosotros, en Europa, sólo están Portugal, Chequia y el Reino Unido.
Francia, que fue pionera en lo del toque de queda (otra medida que sorprendió mucho y que ahora es parte de nuestro agrio debate nacional), adelantó ya la entrada en vigor a las seis de la tarde y se plantea ahora la reclusión total de la población (otra vez, se espera que Macron lo anuncie en las próximas horas).
El gobierno valenciano –-60 % de ocupacion de UCIs-- anunció ayer nuevas restricciones.
Por ejemplo, que no se puede visitar a nadie en casa. O por ejemplo, que no se pueden juntar más de dos personas en la calle. Ya se estiró todo lo posible el toque de queda y se han confinado perimetralmente muchos municipios, de ahí que el gobierno valenciano diga que están en semiconfinamiento total. Esto del semiconfinamiento es una forma de decir que aunque no haya reclusión domiciliaria total (como la que piden muchos epidemiólogos que no son de la cuerda de Simón), es como si la hubiera. Gusta mucho Sanidad de insistir en esto: que las medidas que ya se aplica vienen a ser como una reclusión total. Porque la gente ya no va a los bares ni para estar sola en una esquina.
Illa, que todavía sigue de ministro, permanece impasible ante el clamor, cada vez más airado, de los presidentes autonómicos. Ellos le recuerdan ahora lo que Illa, aún no candidato, decía en el mes de octubre.