EL MONÓLOGO DE ALSINA

Monólogo de Alsina: Si te ves perdido, cámbiate de bando

Les voy a decir una cosa.

Si te ves perdido, cámbiate de bando. Ríndete, Silvio, ríndete. Y se rindió el caballero. Fracasado el desafío, el enredante se la envaina. Italia, hoy: gana Enrico Letta, pierde Berlusconi; gana la estabilidad política, pierde el dinamitero; gana la ley, pierde el reo.

ondacero.es

Madrid | 02.10.2013 20:14

El primer ministro en ejercicio, Letta, ha sobrevivido a su dos de octubre. El ex primer ministro, Berlusconi, no sobrevivirá al cuatro. La fecha cumbre de la semana fantástica que sufre Italia podía haber sido hoy, si el gobierno, ayuno de apoyos a su derecha, se hubiera quedado en cueros. Pero dado que ocurrió lo contrario, es Berlusconi quien se ha quedado con el trasero al aire -él también acabó votando a favor de Letta al verse derrotado y tratando de maquillar el formidable planchazo- y es pasado mañana la nueva fecha clave para el desenlace de este serial tan indigesto.

El viernes una comisión del Senado italiano votará el cese de Berlusconi como parlamentario como penúltimo paso antes de la votación final en pleno. Inhabilitado en sentencia firme, sólo cabe aplicar la ley y proceder al desalojo. Lo que ha estado buscando el condenado, desde el minuto un, es que su evacuación se anulara. Ése, no otro, ha sido el objetivo de este chantaje al gobierno y al partido que ganó las últimas elecciones, el Partido Democrático. O sigo de senador, o tumbo el gobierno. A esto se reducía todo. Y cuando el serial empezó -el día que el Supremo confirmó la condena-, parecía que, en efecto, quien peor lo tenía era Enrico Letta. Jefe de un gobierno en coalición la mitad de cuyos ministros sólo reconocían como jefe al líder del partido, o sea, Berlusconi; sostenido en el Parlamento por un matrimonio de conveniencia con la derecha que hubo de parir con forceps; aLetta se le empezó a poner cara de Bersani, cara de líder efímero, de nuevo juguete roto de la izquierda italiana.

Berlusconi echó mano de su repertorio habitual: entrevistas, a mayor gloria suya, en los medios que controla; concentraciones en la calle con sus partidarios más activos para poner a parir a los jueces y fiscales; insinuaciones sobre la precariedad de la alianza de gobierno y, en esta última fase, un speech exigiendo elecciones, la exhumación de los eslóganes de Forza Italia

y órdenes directas a los ministros de su cuerda para que salieran en estampida dejando al ejecutivo cojo. Fue esa estampida -o anuncio de estampida- lo que llevó al primer ministro Letta a someterse a esta cuestión de confianza de hoy en el Parlamento. Y aunque partía como probable perdedor, se ha revelado o como un dirigente muy persuasivo o como el hombre al que quieren seguir viendo en el gobierno de Italia los demás primeros ministros europeos (entiéndase Merkel) y las autoridades económicas y monetarias (entiéndase Draghi y Merkel), porque el cruce de llamadas cambió el curso de la historia y a Berlusconi se le pusieron respondones su delfín Alfano y una treintena de senadores.

Tanto va el cántaro a la fuente que, al final, hasta la fuente se cansa de verle. La maniobra empezó a naufragar el fin de semana pasado y terminó de hundirse ayer. Cuando esta mañana llegó el momento de poner, sobre la mesa, todas las cartas, un Berlusconi con cara de difunto, sabiéndose perdedor del chantaje, se travistió en estadista para anunciar, gozoso, su renovada confianza en Enrico Letta. Trata de  salvar, así, los restos del naufragio, su papel de único líder posible -hasta hoy- de la derecha en Italia. Dos años después de tener que apearse de la jefatura del gobierno -entre el bunga bunga y la amenaza de quiebra financiera- para dejar paso a un tecnócrata, Berlusconi ha tenido que humillarse de nuevo.

Habrá de esperar a la convocatoria de elecciones para tomarse la revancha. No tanto de la izquierda como de los traidores que le han ninguneado en la derecha. Salvado el cuello, Enrico Letta habrá de acelerar la reforma de la ley electoral y la aprobación, en la Cámara, de los nuevos presupuestos. Los mercados quieren saber qué pueden esperar de la economía italiana en 2014. Y los gobiernos de la zona euro se felicitan de que la astracanada del cavaliere se haya acabado.

Rajoy, que el lunes urgió, desde Kazajistán, al Parlamento italiano para que resolviera sus problemas, habrá recibido hoy con satisfacción, en Japón, la noticia de que el horizonte se despeja. Después de todo el gobierno español venía señalando al efecto Italia como causa de que los tipos de interés de nuestra deuda pública, tímidamente, estuvieran subiendo. Y seguramente es verdad que ése era el motivo, aunque también es sobradamente conocido que cuando el interés de la deuda sube el gobierno siempre culpa a algún factor externo y cuando baja lo atribuye al acierto de las políticas propias. Esto pasa con la deuda y pasa con cualquier otro indicador.

Hoy que ha salido el paro de septiembre y que, habiendo subido, no ha sido tan amargo como algunos analistas, antes del verano, se temían (25.000 parados más en un mes en el que otros años ha habido hasta ochenta o noventa mil), el presidente del gobierno ha sacado pecho ante empresarios japoneses porque entiende que ya es evidente que la economía se está recuperando. Y, sobre todo, porque atribuye esa recuperación al acierto de las medidas que él ha ido tomando. Aunque en su discurso ha dicho que hoy se puede ser “algo más optimista” (moderando, así, el entusiasmo) después se ha dejado llevar y ha añadido que, “así como hace un año se hablaba de cuándo iba a ser rescatada España -que es verdad que se hablaba- hoy de lo que se habla es de cuán grande va a ser nuestra recuperación”, que aquí es donde igual se ha pasado un poco de frenada.

Vale que cuando uno va de excursión al extranjero en busca de inversores y clientes tiene que pintar un panorama del país que resulte atractivo. Pero no descuides los frenos. De lo que se habla (les remito a la rueda de prensa de

De Guindos y Montoro el viernes pasado en la Moncloa) es de si la recuperación habrá alcanzado el 1 % a finales de 2014 (uno por ciento) o se habrá quedado en siete décimas, que es la previsión (es de lo que está hablando) el propio gobierno. Grande a lo mejor llega a ser la recuperación -ojalá lo sea y, sobre todo, ojalá sea rápido- pero en los números del Ejecutivo para el año que viene lo que hay es una recuperación tímida y como dice el ministro de Economía, lenta. ¿’Cuán grande va a ser’ me preguntas? Según De Guindos, pequeña.