Por eso empezaron a parapetarse en este argumento, flojo, de que en unas autonómicas lo que cuenta son los escaños aun habiendo sido ellos mismos los que las llamaron plebiscitarias. Porque temían que pasara justo esto que ha pasado. ¿Se acuerdan de cómo fue cuando se lo preguntamos a Artur Mas hace tres semanas?
La cosa es así. Un gobernante que sabe lo que ha dicho la sociedad —-no al proceso independentista, más de dos millones de votos; sí al proceso, un millon novecientos mil—-que pese a saberlo, y únicamente porque la matemática parlamentaria le conviene, anuncia sin despeinarse su voluntad de hacer lo que la mayoría no quiere. Y todavía dijo el presidente catalán anoche que había ganado la democracia.
Tirará para adelante el proceso sabiendo que carece de respaldo mayoritario y sabiendo que para ello habrá de echarse en brazos, en el Parlamento, de quien desde ayer tiene la llave de la investidura del nuevo gobierno. La CUP. La izquierda que presume de radicalidad, anticapitalista, antieuropea, y que reclama no ya la independencia, sino tomarla por las bravas y al asalto. Sin respetar legalidad alguna y proclamando, desde hoy, la desobediencia a las leyes españolas.
La CUP, receptora de los escaños que se han dejado en el camino Esquerra y Convergencia, la izquierda que se alió con la derecha burguesa y la derecha que se hizo independentista. La CUP de Antoni Baños, que anoche hacía el discurso propio de quien ha arrollado en unas elecciones aun habiendo quedado el último. Incluso el PP de Albiol, que ha tenido un muy mal resultado, tiene más votos que el anticapitalista que proclama la victoria.
El PP es, junto con el Artur Mas plebiscitario, el claro perdedor de estas elecciones. Y por partida doble. Por el menguado resultado que obtiene (once escaños, ocho menos que antes) y porque es el PP quien está en el gobierno central y quien se había planteado como objetivo no que se ganara el plebisicito por la mínima, sino empujar a la lista independentista a una derrota que neutralizara por una larga temporada el desafío. El nuevo Parlamento, por el contrario, da alas a los desafiantes. Antes decían tener el mandato popular de la consulta. Ahora dicen tener el de poner en pie una legalidad propia con estructuras de Estado…catalán. Ese va a ser el pulso que aquí inicie el nuevo parlamento y al que en la Moncloa haya de responder el gobierno que salga de las urnas de diciembre. Albiol, en ese sentido, no pasa de ser un elemento accesorio. No hubo efecto Albiol para el PP en Cataluña, ni bueno ni malo.
No es Albiol, es Rajoy quien tendrá que hacer hoy lo que hasta ahora no ha hecho. La lectura de un resultado que ya no es una expectativa, sino una realidad parlamentaria. La lectura que hace un presidente del gobierno de España de un parlamento autonómico, el único de la nación, que es mayoritariamente independentista. No lo será la sociedad, pero lo es el parlamento que legalmente ésta ha escogido.
En las elecciones de ayer hay un vencedor que pierde, Juntos por el sí. Hay un ganador que lo es, aun quedando segundo; hay claros derrotados, aunque no hayan quedado los últimos; y hay mediopensionistas, el PSC, con un pie en la victoria y otro en el fiasco.
La campaña que empezó anoche es la de las elecciones generales.
Con un caballo que, en este primer asalto, parte con ventaja. Albert Rivera. Jugaba en casa, es verdad. Pero sus 25 escaños de anoche elevan a Ciutadans a la condición de líder de los no independentistas y permiten a su presidente concurrir a las generales con el aroma de la victoria reciente.
Pedro Sánchez intentó sacar ayer algo positivo del flojo resultado, aunque tampoco terriblemente, malo de su partido hermano, el PSC.
Y el caballo que pierde pie se llama Pablo Iglesias. Su primer intento en Cataluña ha sido un fracaso. No sólo no movilizó voto nuevo para Iniciativa sino que ésta perdió parte del que tenía.
Anoche escuchamos a Rivera, Sánchez e Iglesias. Hoy, salvo sorpresa, a quien se escuche será a Mariano Rajoy.
En Cataluña se cumplió el pronóstico.
Ganaron las elecciones.
Perdieron el plebiscito.