Decepción
Les voy a decir una cosa.
Decepción. El advenimiento europeo de San François Hollande no obró milagro alguno en el primer intento.Merkel salía muy simpática y receptiva en las fotos, pero sólo eso.
Cuando llegó el debate de los eurobonos dijo lo que siempre ha dicho -lo que le dijo en su día a Sarkozy, que hizo también sus pinitos como Pepito Grillo-: “¿Debate? ¡No hay ningún debate!” Eurobonos, no. Porque Alemania no quiere que nos financiemos todos al mismo precio: lo que para nosotros sería pagar menos interés del que venimos pagando, para los alemanes sería pagar más; no es tan raro, ¿verdad?, que a ellos no les interese el negocio.
En el consejo europeo de anoche, Merkel invocó la ley -la ley europea- para despachar la insistencia del sector crítico: quietos paraos, les dijo, que la norma comunitaria impide que un Estado garantice la deuda de otro. Y cuando Hollande y compañía pensaban la forma de rebatir ese argumento, ella añadió: ¡y la Constitución alemana tampoco! Fin del debate. Rajoy, que tenía dicho que esto de los eurobonos a él no le resuelve nada por va para largo, aprovechó entonces para lanzarle una indirecta a Mario Draghi, que no es jefe de ningún gobierno pero por eso pesa más que casi todos: el gobernador del Banco Central -impasible el ademán- viene siendo el destinatario de los dardos que desde hace diez días lanza a diario el gobierno de España. ¡Actúa, Super Mario, actúa para salvar a la princesa! (digo para salvar nuestra deuda pública).
Esto es lo único que de verdad importaba ayer al presidente del gobierno, que nuestros socios nos respaldaran en la exigencia a Draghi para que compre bonos y relaje la prima de riesgo. Pero tampoco ahí parece que haya cambiado nada. Rajoy tuvo que hablar en estilo indirecto -porque formalmente el Banco Central es una institución independiente que actúa según su criterio sin atender ni presiones ni indicaciones de nadie- y Draghi se limitó a silbar mientras desgustaba la mousse de chocolate. Porque Draghi, como Merkel, también gusta de recordar que hay unas normas vigentes: si ustedes quieren que actúe como la Reserva Federal, encargándome de mantener a raya los diferenciales, me cambian ustedes los estatutos del banco y luego hablamos.
Es una excusa, es verdad. Draghi interviene cuando le da la gana. Con permiso de Alemania, sólo faltaba. Y de eso va este asunto. De que el gobierno de España exhibe los recortes y las reformas ya anunciadas como hoja de méritos para reclamar, a cambio, que se nos eche una mano con la financiación, y en Frankfurt reaccionan como hacen siempre: afirmando su independencia (cuanto más me insistas, menos ganas tengo de hacer nada) y jugando a apretar a Rajoy a ver qué más le sacan. Ya fue así en ocasiones anteriores: el gobierno de España -éste y el anterior- caminan por la cuerda floja acosados por la malvada prima. Le hacen gestos al BCE para que les eche un cable, pero éste deja que sufran, que se tambaleen, que se vean al borde mismo de la caída, para ver hasta dónde están dispuestos a llegar, qué más se les ocurre para evitar darse el tortazo.
Así ocurrió con los decretos de recorte de Zapatero, con la reforma de la Constitución, y con la sucesión de medidas que viene aplicando ahora Rajoy. En Frankfurt, como en Berlín, nos consideran tan reacios a hacer reformas a fondo y arreglar las averías de nuestro sistema que creen que sólo actuamos cuando nos vemos con el agua al cuello. Es decir, que sólo cuando la prima se pone estratosférica ve posible nuestro gobierno recortar aún más gasto o aflorar la verdad del déficit público y de los bancos. Se hacen los locos mientras nos cocemos en nuestra propia salsa y sólo cuando hay nuevas medidas, o cuando saltan del todo las alarmas, desenfunda el amigo Draghi la manguera.
El mensaje del gobierno de España es respuesta a esta estrategia que vienen practicando, desde hace dos años, Alemania y el Banco Central: esto no da para más, es el estribillo que entona De Guindos: hemos hecho todo lo que tocaba, no esperen más porque ya nos hemos quedado en las raspas. El recelo de nuestros socios es evidente. Aplauden las medidas del gobierno pero siempre se quedan con la duda de si no podría ir todavía más allá. Después de todo, acabamos de admitir un incumplimiento aún mayor del declarado en el déficit público de 2011, acabamos de darle otra vuelta de tuerca a las provisiones de los bancos y acabamos de nacionalizar el Banco Financiero y de Ahorros, matriz de Bankia. No cabe extrañarse de que, por ahí fuera, tengan la impresión de que una cosa es lo que decimos y otra, lo que aún nos guardamos.
Tal como ayer avanzó aquí José Ramón Iturriaga, el gobierno está decidido a convertir Bankia en el corazón de un banco público de gran tamaño que asumirá, como nave nodriza, las otras entidades en las que el Estado tuvo que entrar y de cuyo capital no considera oportuno ahora desprenderse porque, o no hay comprador interesado, o la venta se haría a precio de saldo. Mismo argumento que se dio para parar la venta de la mitad de AENA o del 30% de Loterias y Apuestas del Estado, ¿se acuerdan? Señores, no hay mercado. Se ha aplazado sine die la subasta de Catalunya Caixa y el plan ahora consiste en agrupar esta entidad, con NovaCaixaGalicia y Bankia en un banco del Estado. Viaje de ida y vuelta para estas cajas: se hicieron bancos para disimular su dependencia del poder político y ahora se reconvierten en banca pública, ¡vuelve Argentaria! Eso sí, al frente de la entidad no habrá ex ministros ni políticos amortizados, sino un banquero con pedigrí, Goirigozarri; y los sillones del consejo no se los repartirán los partidos, la patronal y los sindicatos. Ha hecho un viaje curioso el gobierno del señor Rajoy: de no meter un euro público en los bancos, a crear la Bankia del Estado. Cosas veredes, amigo Mariano.
Como es jueves, vamos a brindar… por aquellos que tienen una buena idea y son capaces de llevarla a la práctica. Salman Khan es un norteamericano cuya familia procede de Bangladesh que empezó a realizar pequeños vídeos didácticos para ayudar a su prima Nadia a aprender matemáticas. Colgaba los vídeos -tutoriales- en youtube (el teorema de Pitágoras, las ecuaciones de segundo grado) y empezó a recibir visitas de otros estudiantes que, gracias a sus vídeos, entendían de qué iba la cosa. Se extendió tanto su alumnado virtual, que Salman dijo: guau, he encontrado algo que sirve a la gente. Ocho años después tiene colgadas tres mil microlecciones sobre matemáticas, física, química, astronomía y hasta la crisis del euro. Tiene cientos de miles de visitas y cuenta con financiación de Google y Microsoft. Brindamos por las ideas que funcionan