De alumno voluntarioso a verso suelto
Les voy a decir una cosa.
Menos mal que era un líder previsible. Si llega a no serlo, esto sería una aventura diaria. Tras su paso por la última cumbre decisiva de Bruselas, el presidente Rajoy ha consumado su personal transmutación, de humilde primer ministro de país periférico resignado a acatar -y cumplir— todo aquello que Bruselas -y Merkel- dispusieran, a osado jefe de gobierno que tira millas por su cuenta -my way, my way, a mi manera- y allá se las componga la comisión europea.
De alumno voluntarioso a verso suelto. Del Rajoy de diciembre al Rajoy de marzo media un trecho que el presidente ha recorrido, desdiciéndose de casi todo lo que dijo (aunque sin admitir el cambio de criterio) en tiempo récord. En diciembre -y en enero, y en febrero- dijo que haría suya la previsión de crecimiento que publicara la comisión europea y sobre ella haría todas las cuentas. Pero la comisión hizo una previsión que al gobierno le parece demasiado buena para cómo está el patio. Por eso en marzo aparece la previsión propia que hace el Ejecutivo, el cuadro macroeconómico que dijeron que no harían y que, al final, han hecho.
En diciembre -y en enero, y en febrero- se repitió como si fuera el credo que asumiríamos la exigencia de recorte de déficit que estableciera la comisión europea fuera ésta cual fuera, si el 4,4 pues el 4,4, porque incumplir la hoja de ruta que nos habían marcado sería desleal con nuestros socios y suicida para nuestra economía porque nos pasarían factura los inversores en la prima de riesgo. La comisión le dijo nones al gobierno cuando éste presionó para que nos aflojaran la exigencia y entonces, hoy, en marzo, aparece el Rajoy rebelde y le dice a la comisión que ahí se queda.
Anuncia su propio objetivo de déficit en el 5,8 % (casi un punto y medio más que lo que permitía Bruselas) y subraya, por si quedara duda, que lo hace sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ni a Van Rompuy ni a Durao Barroso, que si hay que creer a Rajoy, se habrán enterado de la rebeldía mariana por la prensa. Hasta ayer el gobierno de España decía confiar en que la comisión europea -y Merkel- fueran sensibles al argumento irrebatible que estábamos planteando (si en lugar de crecer al 2% menguamos al 1% no tiene mucho sentido dejar inalterados los objetivos) y accedieran a modificar el calendario de metas volantes que estaba establecido para llegar al 2013 con el 3% máximo de déficit público. El primer escenario que manejaron decía que a lo largo de esta semana Bruselas aceptaría modificar la exigencia y que, sobre esa premisa, se aprobaría hoy el techo de gasto y las líneas generales de los próximos Presupuestos.
Pero Bruselas -y Merkel- han resultado ser un frontón: por un oído les ha entrado nuestra labor persuasiva y por el otro les ha salido. El comisario acelga Oli Rehn no fingía: era una acelga. Abandonada toda esperanza de que nos cambiaran los topes para este año antes de elaborar los Presupuestos, lo que nadie alcanzó a prever es que Mariano Rajoy se emancipara, que el hombre previsible, en un imprevisto superlativo, se armara de arrojo y le hiciera a la comisión, a Oli Rehn y a la señora Merkel una peineta. Vosotros mismos, les ha venido a decir Rajoy, si atendéis a razones, pues no atendáis, el objetivo de déficit lo fijo yo porque para eso soy gobierno, es decir ¡decisión soberana de España!
Sí, es verdad que es la misma España que hace dos cumbres celebraba que se tuviera que ceder soberanía a los órganos comunes para unificar políticas económicas; es verdad que es la misma España -o el mismo partido que gobierna España- que en otros tiempos festejaba que Alemania y Francia no intervinieran; pero qué quieren, la evolución que está sufriendo el presidente Rajoy es tan notable que todo lo que cabe afirmar, a la vista de lo de hoy, es ¡cielos, cómo ha cambiado el cuento!
Que Bruselas y Alemania están un poco obcecadas con esto del 4,4 es bastante cierto. Nadie niega, ni en la comisión ni en el gobierno alemán, que recortar al 4,4 podía parecer razonable creciendo un 2% de PIB y, sobre todo, viniendo de un dato anterior, de 2011, del 6%. Y nadie niega que ambas circunstancias han saltado por los aires, porque ni venimos de un 6% de déficit (sino de un 8,5) ni vamos a crecer en este 2012 (bien al contrario, estaremos todo el año en recesión). Todo eso lo saben estas institutrices germano-belgas que tienen encomendada la misión de meternos a todos en vereda. ¿Y entonces por qué no ceden? Por una mezcla de desconfianza y utilidad.
Primero, no se fían de nuestra voluntad de recortar todo lo que haga falta; segundo, no ven útil suavizar las exigencias ahora. Es decir, que ellos saben igual que el gobierno que no cerraremos el año con un 4,4 %, pero sospechan que si empezamos ya a relajar los objetivos, acabaremos por repetir lo de el año pasado, que tenía que ser un 6 y ha sido un 8,5. Consumada esta rebelión, la desobediencia del discípulo, tendremos que preguntarnos esta noche ¿y ahora qué pasa? Qué cambia, qué consecuencias tiene. En el plano institucional -o politico- no pasa nada concreto. La comisión aún no ha dicho esa boca es mía y Merkel ha hecho de Merkel y ha dicho lo mismo que ayer pero frunciendo aún más el ceño, ha dicho: “Marianooo, ¿tú también Mariano?”
A Zapatero lo veía como un bala perdida pero éste nunca se atrevió a llevarle la contraria. A Rajoy lo veía como el hijo estudioso y disciplinado y es el que al final se le ha fugado de casa. ¿Nos puede castigar la comisión, sancionarnos por ir por libre? El gobierno cree que no, porque la meta final del 3% en 2013 no se ha tocado, y ésa, dice el gobierno, es la que cuenta. Si no nos han sancionado por incumplir en 2011, no tienen por qué hacerlo en 2012. La consecuencia económica más directa es que habrá que recortar menos los presupuestos de este año. Bastante menos, pero con todo y con eso hay que recortar tela. Y la otra consecuencia posible, que es la financiera, es la que empezaremos a medir el próximo lunes, mirando a ver cómo respira la prima de riesgo.
El Rajoy de diciembre hubiera dicho que era un suicido desmarcarse de las exigencias europeas porque los inversores saldrían corriendo. El Rajoy de marzo lo que ha dicho es que está seguro de que la decisión que ha tomado no va a tener, en los mercados, ninguna consecuencia. Bien es verdad que entre un Rajoy y otro ha vuelto a haber pantanada de dinero barato a la banca a cargo del Banco Central Europeo, que éste es el mecanismo de estabilización de las primas más eficaz que hasta ahora se ha ensayado.
El gobierno se marca, en fin, su propia hoja de ruta. Calcula que este año menguará el PIB un 1,7 % y que la tasa de paro seguirá subiendo, del 23 actual al 24,3 %. La cuarta parte de la población activa no logra encontrar trabajo. En otro tiempo a esto le hubiéramos llamado luces rojas, pero cumplimos ya tantos meses con las luces de emergencia encendidas que sólo cabe esperar que el gobierno, a la hora de oscurecer el horizonte, haya pecado por exceso. Que esta vez, en lugar de corto, se haya quedado largo.