Un alemán en Baeza
Les voy a decir una cosa.
Un alemán en Baeza. Baeza, la que fue capital del reino de Jaén. Baeza, la de los olivos. La del casco histórico que es patrimonio de la Humanidad.
Un alemán, ciudadano americano, en Baeza. Disfrutando, seguro, del aceite de oliva y de la gran plaza porticada, pero cumpliendo con la tarea que le ha traido, desde la universidad de Stanford, hasta la Universidad Internacional de Andalucía. Hacia Baeza se dirigía a media mañana este señor, de nombre Thomas Südhof, mayormente calvo, para dar su conferencia sobre las últimas investigaciones sobre sinapsis, cuando le llegó la noticia de que este año sí, este año el Nobel es suyo.
Compartido, como suele ocurrir con los Nobel de Medicina, pero suyo a todos los efectos, ya no hay quien se lo quite. Ha debido de celebrar el reconocimiento con los doctores que le invitaron a este simposio de nombre arrebatador, “El tráfico de membranas en la sinapsis”, entre ellos estos dos españoles que hoy han visto insólitamente citados sus nombres en las crónicas periodísticas: Juan Lerma, investigador principal de fisiología sináptica en la universidad española Miguel Hernández, también calvo; José Antonio Esteban, jefe de investigación de neurobiología molecular en el Severo Ochoa de otra universidad española, la Autónoma de Madrid (y José Antonio, a diferencia de Lerma y de Südhof, con entradas pero con bastante más pelo).
Mientras los medios de comunicación hablábamos esta mañana de Alicia Sánchez Camacho, de Oscar López, de Susana Díaz y de los jamones que le regalaban en Bollullos a Diego Valderas, científicos españoles cambiaban impresiones con un flamante premio Nobel sobre sinaptogénesis y sus derivados.
- ¿Sobre qué?
Sinaptogénesis, es decir, y en español también, la génesis de la sinapsis.
- Me quedo como estaba.
Cómo se transmite el impulso de una célula nerviosa a otra, ¿qué le parece?
- Que eso son cosas de expertos y gente muy especializada, oiga, por eso les dan un Nobel, no para que usted me lo cuente.
Si hubiéramos podido asistir, cualquiera de nosotros (los oyentes especializados en sinapsis considérense al margen) a la conversación entre Südhof y sus colegas españoles seguramente habríamos entendido poco, no sólo porque el manejo con soltura del inglés sigue siendo una asignatura pendiente entre la mayoría de los españoles (los oyentes angloparlantes considérense exentos de esta apreciación) sino porque probablemente emplearon los científicos expresiones como “estamos avanzando en la contribución de receptores de glutamato y de kainato”.
- Oiga, ¿de verdad que no prefiere hablarme de Alicia Sánchez Camacho, o de Artur Mas, que eso se entiende fácil?
Esto de la sinapsis tiene que ver con algo tan poco interesante, ¿verdad? -comparado con todos los debates políticos de altura que nos ha deparado el día- como el funcionamiento del cerebro humano. Las conexiones entre las células, que son la clave (una de las claves) para que todo el sistema funcione. Si al monitor de tu PC le falla la clavija de la conexión, mal asunto, no te va a servir de nada. Si al circuito impreso que es tu placa base le fallan las conexiones, fin del invento: tu ordenador no pita. Pero no es tanto conocer los fallos como entender cómo funciona todo el proceso. Si supiéramos ya, en todos sus aspectos y con absoluta precisión, cómo se comunican unas neuronas con otras, quizá empezarían a parecernos menos enigmáticos fenómenos como el alzheimer, la esquizofrenia, el autismo.
- Ah, esto sí me interesa, esto sí sé lo que es. ¿Y cree usted que se encontrará pronto un remedio?
Médicos hay por millones en todo el planeta. Médicos que quieran o puedan dedicarse a la investigación ya hay menos. Pero aquellos que están en esa avanzadilla, la del conocimiento, beben en las investigaciones que realizan los demás y se apoyan en los descubrimientos de otros para aportar los suyos propios. El Nobel ha premiado a tres doctores que han aportado avances sobre el funcionamiento de nuestras células. No trabajan juntos y ni siquiera estudian los mismos procesos celulares, pero juntando sus trabajos se sabe más sobre ese funcionamiento.
- Pero entonces, ¿qué han descubierto exactamente, la penicilina, como Fleming?
Casi ningún descubrimiento médico puede resumirse con la sencillez con que todos tenemos aprendido lo que hizo Fleming. Hoy son grandes pequeños descubrimientos los que, uniéndose entre ellos como si fuera un puzzle, van haciendo posible que cada vez conozcamos más y entendamos mejor cómo funciona nuestro organismo y, dentro de él, nuestra cabeza. Pero sí, el doctor Südhof pertenece a una Fundación que atiende a enfermos de alzhéimer, y confía en que su trabajo, junto al de otros, sirva para ir levantándole velos al autismo.
- A ver si al final va a ser esto más interesante que el congreso regional del PSOE andaluz que ha convocado Griñán, siempre marchándose.
Más interesante tal vez no sea; sin duda, será más importante. El interés que, en general, manifestamos los españoles por el conocimiento científico es proporcional al espacio que le dedicamos, también en general, los medios de comunicación. Si la encuesta del CIS que ha salido hoy en lugar de preguntar por los problemas que más nos preocupan a los españoles hubiera preguntado quiénes son los científicos españoles en activo a los que más admira, es posible que se hubiera disparado la opción de no sabe no contesta. Es decir, que no sabe. No sabemos.
Nos vienen a la mente los nombres de Ramón y Cajal o de Severo Ochoa, no tanto por lo que ambos aportaron sino porque les dieron el Nobel (hablamos de 1906 y 1959, ya ha llovido desde entonces). En un país en el que Punset sigue siendo un ovni, es difícil creer que la investigación científica esté a la cabeza de las prioridades de nadie. Si no lo está para la sociedad, nunca lo estará para los gobiernos. Siempre podrán decir que hay otras urgencias y otras necesidades. Si aún no ha calado la evidencia de que la educación, la formación, es la palanca para empujar a un país hacia su desarrollo; si aún cuesta contemplar la ciencia como motor de crecimiento, no habrá gobierno que, urgido a recortar no empiece por meter la tijera en la investigación científica.
A ver si mañana le dan de una vez el Nobel de Física a Cirac, que es compatriota, y así presumiremos, oiga, como si nos lo hubieran dado a todos; pero hasta entonces, admitámoslo, todo esto nos interesa poco. Oyentes interesados en sinapsis y receptores de kainato, considérense exentos. Kainato y glutamato. De estas cosas tan marcianas, y tan humanas, va la ciencia. Pero pudiendo hablar de que se sigue yendo Griñán -ah, ¿pero aún estaba?-- quién quiere perder el tiempo hablando de la sinapsis, del Nobel y de un alemán ciudadano americano, y mayormente calvo, que estuvo hoy enseñando lo que sabe en Baeza.