El partido que una tormenta obligó a aplazar se jugará esta noche en Vigo sin previsión de temporal. Lo que sí hay es marejada. El Real Madrid se juega el campeonato y el Celta sólo pone en juego el honor. La diferencia de estímulos sería decisiva si no fuera porque también existe una rivalidad agitada por el aplazamiento, por la hinchada y por los ánimos que llegan desde Barcelona. En definitiva, que sobran los alicientes. Para el Celta, la victoria sería la guinda de una gran temporada, la confirmación de que puede codearse con los grandes. Para el Real Madrid, el triunfo significaría quedarse a un solo punto del título... Al pairo, en el alambre.
El mundo del fútbol observará con atención cuanto ocurra en Balaidos y cuando termine el encuentro será Málaga quien se sentirá observada. Tomamos el pulso de la ciudad y de los futbolistas, y llegamos a la conclusión de que el domingo todo el mundo se jugará algo: la renovación, el orgullo o, en el caso de Sandro, el corazoncito. Que nadie se imagine un pasteleo español o un biscotto italiano. No lo creo. Me voy de Málaga esta mañana convencido de su honestidad futbolera. Al final, vencerá el fútbol por muchas y variadas razones. Porque los futbolistas son profesionales y defienden su prestigio, porque mirarán demasiados ojos y porque Tebas, reconozcámoselo, es un obispo que vigila con lupa las bajas tentaciones.