Al trasladarle al hospital de Santa Cruz de esa región, los policías dijeron: "Tenemos a un niño Tarzán". Se lo entregaron a Norma, la enfermera que lo acabó cuidando durante un año y medio.
De la calle el pequeño pasó a la selva y cada vez tardaba más en bajar al poblado. Se alimentaba de hojas, raíces y hasta sus propias heces según cuentan los médicos que le atendieron. En el hospital localizaron a sus familiares y les ofrecieron devolverles al Francisco
Gracias a la ONG española Vida i Pau, Francisco fue trasladado a un centro especializado en niños con capacidades diferentes en la capital guatemalteca, donde ha evolucionado, camina erguido, come con cubiertos y ha dejado de autolesionarse; y eso ha sido gracias a la dedicación incondicional de trabajadores como Estuardo, que no ve el momento de poner fin a su evolución.