En esta entrevista realizamos un repaso por el mundo de las cuevas y el arte paleolítico en compañía del historiador Mariano Fernández Urresti, el autor de La pintora de bisontes rojos, una novela sobre asesinatos rituales, magia y chamanismo que ilustra de manera fidedigna la vida de la Altamira paleolítica.
El historiador planteó la idea de la mujer chamán como artífice de las pinturas de Altamira y, para su sorpresa, comprobó que no estaba desencaminado. El pensamiento paleolítico establecía como deidad suprema a la propia tierra en la forma de una mujer que representa la fecundidad. Las mujeres guardaban en sus propios cuerpos el misterio y el conocimiento del nacimiento, eran las madres y dirigentes de la civilización, tal y como evidencian restos arqueológicos como la Venus de Wilendorf.
“En esta novela quería reivindicar la propuesta del chamanismo como explicación a las pinturas rupestres, pero también quería hacer justicia a todas las mujeres artistas que a lo largo de la historia han pasado desapercibidas”, asegura el escritor.
Urresti lo tiene bastante claro. Sostiene la hipótesis de que el origen de las pinturas rupestres -“un fenómeno que, solamente en Europa, se prolonga durante más de 40.000 años desde la Península Ibérica hasta los Urales”- radica en los rituales chamánicos.
Dada la lejanía de los distintos yacimientos y la imposibilidad de comunicación entre territorios tan distantes, el historiador cree que esas pinturas realizadas en recónditos lugares de las cuevas responden a aquellos momentos de trance que cualquier ser humano podría experimentar de forma casi idéntica bajo los efectos de sustancias estupefacientes.
“Hay descripciones humanas que son completamente iguales en cualquier lugar del mundo”, apuntaba Urresti para después añadir que “El chamán era el hombre o la mujer que servía de bisagra entre los dos mundos”.
En definitiva, a través de su novela, Urresti pretende responder a las pinturas de manos, la influencia de los chamanes, la representación animal y el mensaje oculto que dejaron nuestros ancestros.