Ecos del Pasado: Lugares mágicos
Repasamos en 'Ecos del pasado' con Laura Falcó nuevos lugares encantados y malditos de España. Esta vez nos cuenta la historia del Museo Provincial de Valladolid.
Con Laura Falcó nos vamos en buscar de un nuevo repaso a los lugares encantados... y malditos de España, como por ejemplo este: el Museo Provincial de Valladolid.
Alberga el Sillón del Diablo, un aparente lugar de descanso pero que en otro tiempo llegó a estar colgado en un rincón de la sacristía de la Capilla Universitaria, fijado a la pared a una respetable altura y boca abajo, para que nadie cometiera la misma imprudencia que los dos infelices bedeles que aparecieron muertos entre sus brazos.
Todo tiene que ver con un proceso inquisitorial que incoó al médico Andrés de Proaza, discípulo de Alonso Rodríguez de Guevara (1520-1587) Fue el primero que abrió una cátedra de anatomía en España situándola en la ciudad de Valladolid, que por entonces era capital del reino con Felipe III (entre 1601 y 1606). Pues bien, Andrés de Proaza no era bien visto por sus colegas. Tenía orígenes judíos y pronto comenzó a correr el rumor de que hacía tratos con el diablo, y se divulgó que sus conocimientos tenían más relación con un pacto satánico que con sus años de práctica de la medicina. El remate final fue la desaparición de un niño que fue visto por última vez cerca de su casa. La Inquisición se tomaba en serio esos rumores. Entró en su vivienda y encontró al niño desaparecido ya muerto y con signos evidentes de haberle practicado una autopsia o una disección en vivo. Las autoridades encarcelaron al médico, lo torturaron y este acabó confesando.
Cuando en el interrogatorio llegaron al apartado de si había tenido tratos con el diablo, Andrés declaró que no y que lo que más cerca ha estado de la hechicería es en la posesión de un 'sillón frailero', llamado así por ser frecuentes este tipo de sillones en los monasterios. Se lo había entregado un nigromante de Navarra en agradecimiento por haberle salvado de la Inquisición en 1527, ocultándole en su casa. Llegó a admitir que, cuando se sentaba en el sillón entraba en trance y percibía luces sobrenaturales, lo que le ayudaba en el diagnóstico de las enfermedades de los pacientes y en su curación. Añadió que, tal como le dijo su amigo el nigromante navarro, el sillón tiene asociada una especie de maldición. Nadie más que un médico titulado se podía sentar en él sin peligro alguno. Si lo hacía otra persona, a la tercera vez que se sentara, moriría de un síncope fulminante.
No le hicieron demasiado caso y fue ejecutado, así como sus bienes embargados. Sus muebles salieron a subasta, pero nadie quiso adquirir esos objetos dada la fama que tenía de nigromante, y hubo que adjudicárselos a la Universidad de Valladolid. Se guardaron en un trastero, y allí permanecieron sus enseres junto con el sillón del diablo durante unos cuantos siglos. Hasta que un día del siglo XIX, un bedel de la universidad que desconocía esta historia, descubrió el sillón en una esquina. Estaba cansado y decidió sentarse. A los tres días apareció muerto sentado en él. Se contrató a un nuevo bedel que, al ver el sillón, siguió la costumbre y apareció también muerto justamente a los tres días de tomar posesión de su cargo, sentado en el mismo sillón.
Alguien se acordó de la maldición que tenía este sillón y colgó la silla en la capilla, boca abajo, con una altura suficiente de forma que nadie pudiera volver a usarla. Allí permaneció hasta que fue derribado el antiguo edificio de la Universidad. El Sillón del Diablo pasó a formar parte de las colecciones del Museo Provincial en 1890.
Hoy una cinta de seda disuade a los visitantes de descansar en el 'maldito' sillón en el palacio de Fabio Nelli, en la plaza del mismo nombre y sede del Museo Provincial de Valladolid. Está rodeado de una mesa, un tanto camuflado. Su asiento y respaldo son de cuero oscuro, trabajados con dibujos geométricos, que no cabalísticos.