Ciencia en La Brújula: Los ecosistemas del día a día
Nueva entrega de Ciencia en La Brújula con Alberto Aparici, esta semana sobre la ecología y biología de la conservación.
Esta semana se ha concedido el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA. El Premio a la Ecología y Biología de la Conservación ha reconocido a dos biólogos y un matemático, que fueron los primeros en darse cuenta de que la mayoría de ecosistemas están "parcelados": están formados por varios sub-ecosistemas, con diferentes especies y necesidades, cercanos y que interaccionan entre sí.
Uno de ellos es Steward Pickett, profesor en el Instituto Cary para Estudios de Ecosistemas, y fundador de la ecología urbana, la visión de las ciudades como ecosistema.
Cualquier ciudad se puede considerar un ecosistema. Y, como los ecosistemas naturales, algunas son más exigentes que otras con los seres vivos. Lo que está claro es que una ciudad es un ecosistema fuertemente parcelado: tienen poco que ver las comunidades que viven en un parque que se riega todos los días con las que viven en la azotea de un edificio.
Pero incluso la azotea de un edificio es un ecosistema. Yo, que visito mucho la de mi edificio porque tiendo la ropa arriba, tengo muy controlada a la comunidad. Es una comunidad no tan rica como en otros sitios, pero hay líquenes en el suelo y en las paredes, hay salamanquesas que viven en los huecos de las paredes y salen por la noche a cazar insectos… ¡y hay ácaros! Ácaros de menos de un milímetro que salen de sus escondrijos a media tarde y se pasean por las paredes en busca de comida. Y estoy hablando de miles de ácaros sólo en mi azotea, así que sospecho que este estilo de vida no les va nada mal.
Y los humanos, claro, formamos parte de él. No sólo como organismos, que aportamos materia orgánica y actuamos como transportadores de microbios de un sitio a otro, sino que, además, jugamos un papel como de “fuerza de la naturaleza” que modifica el entorno. Cuando un ecólogo urbano estudia una ciudad necesita colaborar con expertos en ciencias sociales: con sociólogos, con antropólogos, que le ayudan a entender las costumbres humanas que afectan al ecosistema.
La solución de las cotorras
Todo el mundo está de acuerdo en que es fundamental que no se escapen más cotorras al medio ambiente, y por eso se han prohibido. Respecto a la política de destruir los nidos e incluso matalas… es polémica. Nadie sabe si terminará con el problema, y es un poco la muestra de que fracasamos a la hora de detectar el problema a tiempo y actuar cuando habría sido más eficaz (seguramente durante el momento era la década de los 90 y de los 2000). Pero teniendo en cuenta que hay ciudades donde una de esas cotorras (la de Kramer, que hace sus nidos en agujeros de los árboles) está literalmente acabando con otros animales, como murciélagos o cernícalos, parece que estamos en el punto de tener que elegir entre unos y otros. Y hay que elegir, porque no hacer nada es haber elegido.
Gracias a estos estudios empezamos a identificar patrones de comportamiento que nos ayudan a hacer ciudades más amigables. Por ejemplo, en algunas ciudades se ha observado que los murciélagos huyen de los barrios demasiado iluminados, porque las luces fuertes los deslumbran (no ven mucho, pero sí ven algo). Eso ha sugerido la idea de crear “corredores de oscuridad”, zonas con luces menos excesivas que permitan a estos animales tímidos moverse entre las zonas verdes, de forma que no se quede un parque aislado porque está rodeado de focos a soltando luz todo trapo. Y como ésta hay muchas otras cosas que ya se empiezan a aplicar, aunque muy lentamente. Vamos a ver si poco a poco podemos hacer de las ciudades un ecosistema mejor para todos.