Traigo que la muerte siempre hace trampas. El efecto óptico consiste en que que los 600 nuestros de cada día parecen los mismos mismos muertos de ayer. El truco del sepulturero consiste en pensar que siempre está enterrando al mismo muerto, pero el muerto siempre es distinto. Mañana serán otros 600. Y así parece que han muerto 600 en esta pandemia y no 80.000. Y digo que todos esos yo que le habrán pesado a Illa como me pesan a mí cuando a uno le ronda la fantasma de los que se han ido, de los que se van mientras salta con las niñas en la cama elástica que es la vida y se atreve, perdón, a ser feliz.
Será que la política nos vuelve a todos locos y estamos desquiciados de poder, silencio y de distancia y de este abril asesino en pleno mes de febrero. Pienso y no entiendo, porque no se entiende, qué se le puede pasar a un hombre con el corazón de Illa para después de lo que ha pasado, presentarse en Cataluña como el Salvador.
Hay relevo de ambulancias, de enfermeros y de turno de guardia en la UCI de mi Españita, cama caliente, orquesta silenciosa de respiradores, y relevo en el Ministerio de Sanidad. Llega al puesto Carolina Darias, que como toda política de carrera, es experta en mandar. Una mujer lista y válida, seguro que le podrían explicar la pandemia en dos tardes si las tuviéramos.