El aislamiento involuntario es un factor que preocupa tanto como la obesidad, el tabaquismo o la contaminación. La comunidad científica ya ha avisado: la soledad y el aislamiento social aumentan alrededor de un 30% el riesgo de mortalidad. Según alerta la OMS (Organización Mundial de la Salud) ambos padecimientos acortan la vida de las personas mayores y dañan su salud física y mental y su calidad de vida. Aunque, cada vez afecta a más personas jóvenes.
Estar o sentirse solo, una de estas situaciones puede darse de forma voluntaria. Es lo que se denomina soledad buscada. La otra, tiene un componente emocional en quien la padece, aunque estén rodeados de gente. Esa es la soledad no deseada, la más dolorosa de sobrellevar. Quienes la sufren en su mayoría son jóvenes, no son las personas mayores.
Según la investigación que hacía pública el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, un 13% de la población española se siente sola sin desearla. El 40% son jóvenes menores de 35 años. En general, este sentimiento predomina más en mujeres que en hombres. El motivo más extendido es la falta de apoyo familiar o social y el peor momento para gestionarlo la noche y los fines de semana.
Hay personas que llevan viviendo este tormento años y tiene sus efectos en la salud tanto física como mental, además incide en una muerte prematura. En el año 2019 se estimaron 848 muertes prematuras asociadas a la soledad no deseada.