La carta de Ónega a Todoque: "Te hemos visto desaparecer ante nuestros ojos y sobre la lava ya negra, solo se puede llorar"
Fernando Ónega dedica su carta de hoy a la localidad palmera que ha quedado sepultada bajo la lava de la última colada del volcán.
Y buenas noches, Todoque, en la isla de La Palma. Cuando conocí lo que había pasado me fui a Internet a recoger los datos básicos para escribir esta carta. Y fíjate cómo empieza la descripción de la Wikipedia: “fue una localidad española perteneciente al municipio de Los Llanos de Aridane”. “Fue una localidad”, vecinos. No dice “es una localidad”. Este escribidor, aunque solo una vez pisó esa isla, se estremeció.
Habíamos visto en directo caer la torre de tu iglesia. Habíamos visto cómo la riada ardiente de lava se llevaba por delante el centro de salud, colegios, cultivos y casas. Pero fue ayer cuando cuando fuiste, Todoque, literalmente borrado del mapa. Los verbos que se usaron en los medios informativos desde que el volcán reventó hablaron, primero, de Todoque acorralado. Y ahora hablamos de arrasado, sepultado, finalmente engullido.
"En tres semanas has pasado a ser un paraíso a ser un territorio inhabitable"
Tus 1.310 habitantes viven todos, y eso es lo único que podemos celebrar, que no es poco después de la catástrofe. Pero han visto cómo ardía su modo de vida, sus plataneras y sus viñas. Han visto cómo sucumbían sus casas. Ya no tienen nada, solo lo que han podido salvar de forma apresurada, quizá las fotos, quizá algún animal, quizá algo de ropa. El resto se quedó allí, calcinado, irrecuperable, confundido con la lava que ya es negra y ante la que el hombre solo puede demostrar su absoluta impotencia. En tres semanas, en el brevísimo plazo de tres semanas, Todoque, has pasado de ser un paraíso a ser un territorio yermo, intransitable e inhabitable.
Las fotos anteriores al desastre que he podido ver muestran un cielo azul y reflejan serenidad. Tú eras la paz, Todoque, como todos los pueblos de tu entorno. Un lugar para vivir, el sueño de cualquier retirado, la ambición de residencia de un poeta, la quietud bucólica de las palmeras y las plataneras, un buen sitio para amar. Y hoy no queda nada. Hoy solo queda un terreno, por llamarle de alguna forma, que es lo más parecido a un peñasco bajo el que murieron hasta los lagartos. Adiós, Todoque. Nadie podrá volver a tus casas, porque tus casas no existen. Te hemos visto desaparecer ante nuestros ojos y sobre la lava ya negra, pero todavía caliente, ya no vale ni siquiera rezar. Solo se puede llorar.