La carta de Ónega al lobo: "Tu belleza frente a tu peligro, que tantos sienten en su cartera"
Fernando Ónega dedica su carta para cerrar La Brújula a reflexionar sobre los lobos.
Te escuché hablar del lobo, y me tocaste la sensibilidad. Fui un niño labriego que en las noches de invierno lo escuchaba y sabía distinguir si era un lobo solitario o estaba formando manada. “Oubear”, le decíamos, y no sé muy bien cómo se traduce al castellano. Oigo su nombre y me vienen a la memoria los dos consejos de mi madre: cuidado con las culebras cuando iba por agua a la fuente y cuidado con el lobo cuando llevaba las vacas al monte.
He visto mozos llevar lobos como en parihuela e iban por las casas de la aldea pidiendo una recompensa porque un lobo muerto eran muchas ovejas vivas y muchos terneros vivos y hasta caballos vivos, y el cazador de lobos era un héroe al que había que poner una corona de laurel en forma de moneda de cinco duros. Estabas tanto en nuestra vida, que había lobishomes, hombres-lobos, y algunos terminaron en manos de la Justicia. Wenceslao Fernández Flores, que no encontró lobos para “El bosque animado”, si supo cómo había lobos astutos y hambrones que ponían voz de hombre y llamaban a las puertas cuando las mujeres estaban solas. O sea, hermano lobo, que eres a medias fiera y a medias un personaje muy humano.
Quizá, después del perro, quizá empatado con el zorro, el animal más literario de la España que ahora llaman vaciada. Y ahora has llegado al Consejo de Ministros, como los de Podemos. Y como los de Podemos, has dividido al gobierno. A un lado, la ministra ecológica, que quiere prohibir tu caza. Al otro, el ministro de Agricultura, que defiende a los ganaderos. En el mismo diario donde se cuentan esas cosas se muestran fotos de tu último asalto al salario del labriego, que es su ganado. Tu belleza, que pocos han visto de frente, frente a tu peligro, que tantos sienten en su cartera. La salvación de tu especie frente a la economía campesina. Y lo he leído esta misma mañana: el miedo a que proliferes y te hagas incontrolable como el jabalí y aparezcas cualquier noche en la ciudad, como los jabalíes. Ya hay, como en política, dos Españas: la España pro-lobo y la España anti-lobo. Necesitamos unos nuevos Pactos de La Moncloa para consensuar tu futuro. El pacto histórico por el que tú no ataques al ganado y el hombre no sea un lobo para el lobo.