TERRITORIO NEGRO CON MANU MARLASCA Y LUIS RENDUELES

La desaparición de Wafaa Sebbah: todas las claves y enigmas sobre este brutal asesinato

Manu Marlasca y Luis Rendueles analizan el asesinato de la joven Wafaa Sebbah, desaparecida a finales de 2019.

ondacero.es

Madrid | 13.07.2021 16:59

Hay desaparecidos de primera y de segunda para los medios de comunicación, pero no para la Policía y la Guardia Civil, que tratan con el mismo empeño y la misma profesionalidad todos los casos. Un ejemplo perfecto de ello es la resolución del asesinato de Wafaa Sebbah, una chica de diecinueve años desaparecida en noviembre de 2019. Su cadáver fue hallado por la Guardia Civil en el fondo de un pozo tras la detención de su asesino, que supuso el final de una investigación que ha durado dieciocho meses.

Wafaa Sebbah, de ascendencia argelina, tenía diecinueve años en noviembre de 2019, cuando desapareció. Llevaba una vida algo desordenada y alejada de sus padres. A su madre la veía una vez al mes y a su padre con mucha menos frecuencia.

Vivía en la localidad valenciana de Carcaixent, en la casa de un hombre de 35 años que le alquilaba un sofá cama. Poco antes de su desaparición, había adoptado un perro del que no se separaba. Wafaa trabajaba esporádicamente como camarera.

Viajamos hasta el 17 de noviembre de 2019, el día que se pierde el rastro de Wafaa. Entre las seis y las ocho de la tarde de ese día, Wafaa desaparece. Los posicionamientos de su teléfono la sitúan entre las localidades de Xátiva y la Pobla Llarga. Esa tarde, la chica salió de Carcaixent y tenía pensado ir a Xátiva en tren a ver a una amiga. Nunca llegó a esa cita. Los registros telefónicos permitieron conocer que una de las últimas llamadas que recibe es la de un sexagenario con el que Wafaa tenía una extraña relación.

Wafaa mantenía una extraña relación con un sexagenario

Pronto ese hombre se convirtió en uno de los primeros sospechosos. El teléfono de Wafaa dejó de dar señal a eso de las ocho de la tarde, probablemente porque se quedó sin batería.

Los padres de Wafaa tardaron casi dos semanas en denunciar la desaparición. Como decíamos al principio, la chica no tenía demasiado trato con sus padres y Soraya, su madre, no dio demasiada importancia a la desconexión de su hija. Había pasado en más ocasiones.

Quien sí se preocupó desde el primer momento fue su amiga, con la que había quedado la tarde que desapareció. Sobre todo, cuando la llamó el hombre que vivía con Wafaa y le dijo que no aparecía y que su perro llevaba demasiadas horas sin salir. Esta amiga conocía muy bien a Wafaa y sabía que no abandonaría a su perro.

Finalmente la madre denunció… aunque algo tarde. Quizás esos días fueron definitivos… La denuncia temprana probablemente no habría salvado la vida de la chica, pero quizás sí habría podido agilizar las investigaciones. La denuncia llegó a la Guardia Civil doce días después de la desaparición y desde el primer momento fue catalogada como de alto riesgo: Wafaa había dejado en casa su documentación, sus efectos personales, su perro…

Se descartó rápido la fuga voluntaria

Se descartó desde el primer momento la fuga voluntaria, así que los investigadores comenzaron apuntando al entorno más cercano a Wafaa: el hombre que le alquilaba el sofá cama, el sexagenario que mantenía con ella una peculiar relación… Declararon varias veces, pero la Guardia Civil no encontró una sola grieta en sus testimonios, así que apuntaron en otra dirección. Ampliaron el círculo y

preguntaron a sus íntimos.

Pero, mientras tanto, los investigadores se enteraron de que algo extraño había pasado con el teléfono de Wafaa, que, recordemos, había dejado de funcionar el día de la desaparición. Una semana después de su desaparición, el teléfono de Wafaa se encendió y se conectó con datos a la red wifi del centro comercial de Carcaixent. Así lo hizo en dos ocasiones y en días distintos: el 23 y el 24 de noviembre. Los investigadores pidieron las grabaciones de las cámaras de seguridad del centro comercial y comprobaron que no había ni rastro de Wafaa.

La Guardia Civil estaba segura de que quien había utilizado el teléfono de Wafaa era el asesino o estaba muy cerca de él. Para cerciorarse de ello, los agentes pidieron a las compañías telefónicas el listado de las personas que estuviesen esos dos días que se encendió el teléfono de Wafaa bajo la misma antena. Ese largo listado, pensaban los investigadores, podría resultar definitivo en el caso de que apareciese algún sospechoso, que a esas alturas aún no había, aunque no tardó mucho en llegar.

David Soler: un delincuente obsesinado con Wafaa

En efecto, en el mes de enero de 2020, dos meses después de la desaparición de Wafaa, la Guardia Civil puso bajo el radar de sus pesquisas a David Soler, alias el Tuvi, un delincuente residente en la Pobla Llarga cuyo perfil encajaba a la perfección con el tipo que buscaban los agentes de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Valencia: antecedentes por violencia machista y una obsesión por Wafaa que conocían varias de sus amigas más cercanas.

David estaba empeñado en mantener relaciones con la desaparecida, algo a la que ella se negaba, lo que no era aceptado por el Tuvi. Hasta Nabil, el padre de Wafaa, le habló a la Guardia Civil de David Soler.

Lo primero que comprueba la Guardia Civil son los movimientos del teléfono de El Tuvi. Y efectivamente, el día que el de Wafaa se conecta en el centro comercial de Carcaixent, David Soler anda por ahí cerca. Los agentes de la Guardia Civil de Valencia pidieron entonces la ayuda de los expertos del GATO (Grupo de Apoyo Técnico Operativo) para trazar el recorrido del teléfono del sospechoso en las horas críticas de la desaparición. Pero en mitad de estas investigaciones, llega la pandemia, el estado de alarma y todo se paraliza, se ralentiza.

Mientras, los investigadores comprueban que el Tuvi y la desaparecida mantenían frecuentes contactos. Analizan todo su entorno y se dan cuenta de que tenía muchas opciones: su familia posee o ha poseído huertas en diversos terrenos de la zona y en cualquiera de ellos podría estar el cuerpo de Wafaa. El Tuvi, tras dejar los estudios, se dedicó a ayudar a sus padres en el puesto de fruta y verdura que tenían en el mercado de Carcaixent, pero que cerró en 2012, tras el primer encuentro grave de la familia con la Justicia…