Días atrás se celebró el Día Mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de la Fatiga Crónica con el objetivo de concienciar a la población y a las Administraciones de las necesidades médicas y sociales de los pacientes.
Se estima que en España la fibromialgia puede llegar a afectar en torno a un millón de personas (hasta el 4,5% de la población).
La fibromialgia fue reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1992, definida como una patología reumatológica no prevenible, caracterizada por el padecimiento de un dolor musculoesquelético crónico (durante al menos 3 meses), generalizado y de intensidad variable, y que puede estar asociado a otras manifestaciones como fatiga o trastorno del sueño.
Aunque el farmacéutico hospitalario influye en la consecución de los mejores resultados en salud en la farmacoterapia de los pacientes más graves, que han sido ingresados por complicaciones de la enfermedad o comorbilidades asociadas, el farmacéutico comunitario se sitúa como el profesional sanitario más cercano y accesible para los demás afectados por esta enfermedad, que habitualmente reciben tratamiento crónico ambulatorio.
Y es que la práctica totalidad de los medicamentos usados por estos pacientes son de dispensación en oficina de farmacia. De modo que la red de 22.102 farmacias comunitarias constituyen un recurso sanitario esencial para estos pacientes, garantizándoles el acceso a los tratamientos y la continuidad asistencial, así como asesoramiento e información rigurosa. Todo ello sin listas de esperas, ni cita previa, y en un momento en que la pandemia ha tenido un efecto muy negativo en la salud física y psicológica entre los enfermos de fibromialgia.