La silenciosa labor de los militares que evitan el peligro de una carrera armamentística en Europa
Los efectivos de la UVE (Unidad de Verificación Española) realizan inspecciones a instalaciones militares extranjeras para certificar el cumplimiento de los tratados internacionales sobre desarme y no proliferación de armamento. Nos lo cuenta su responsable, el coronel del Ejército de Tierra Francisco Lanza
El trabajo que realizan los militares de la Unidad de Verificación Española es una labor silenciosa, desconocida dentro y fuera de las Fuerzas Armadas, pero con un gran valor para el mantenimiento de la paz especialmente en Europa. De hecho hay quien dice que, en parte, es gracias a este tipo de unidades por lo que el viejo continente lleva décadas sin ser escenario de grandes conflictos bélicos, algo que tal y como nos demuestra la historia nunca antes había ocurrido.
La UVE, como se la conoce en el ámbito de la defensa, es una unidad dependiente del Estado Mayor de la Defensa (EMAD) creada en 1991 para que España pueda cumplir con los compromisos adquiridos en tratados internacionales sobre "desarme, control de armamentos y el establecimiento de medidas de fomento de la confianza y seguridad, así como de la verificación de su cumplimiento por otros Estados". Quizás esta última sea la parte más llamativa: los efectivos de la UVE tienen entre sus misiones la de realizar inspecciones en terceros países y certificar el cumplimiento de los acuerdos para la no proliferación de armamento prohibido.
Así lo establece el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE) firmado por treinta países de Europa y Asia. Corría el año 1990 y comenzaba la era pos Guerra Fría cuando los estados firmantes establecieron un límite máximo de armamento y de efectivos militares para cada uno de los países. El FACE provocó entonces la destrucción total de más de 60.000 armas y la reducción de efectivos en más de un millón de soldados con el objetivo de relajar las tensiones entre los dos polos de poder imperantes en aquel momento, Estados Unidos y la Unión Soviética, y que dejaba entre ellos una Europa armada hasta los dientes.
A este acuerdo se suma el poco conocido Tratado de Cielos Abiertos, impulsado en 1992 por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa y en vigor desde el 2002, mediante el cual los países pueden realizar vuelos de observación sobre territorios extranjeros para captar con imágenes cualquier lugar que sea de interés, entre ellos emplazamientos militares, siempre sujetos a unas reglas previas fijadas en el tratado. Para entender mejor su envergadura solo hay que fijarse en el lema del acuerdo que reza "desde Vancouver a Vladivostok".
Ambas herramientas diplomáticas siguen en vigor, si bien es verdad que las reticencias de Rusia y Estados Unidos han puesto en peligro la continuidad de estos tratados que tienen como objetivo mejorar la confianza mutua entre todos los países. Y aquí es donde entra en juego el papel de las unidades de verificación cuyos militares son los encargados de acreditar el cumplimiento de estas obligaciones por parte de los Estados miembro.
Tal y como reconoce el coronel Francisco Lanza, jefe de la unidad de verificación de las Fuerzas Armadas españolas, hay que diferenciar entre los primeros años de andadura por parte de la UVE, cuando las inspecciones que realizaban a otros países eran "tensas" por la situación geopolítica del momento, y el trabajo que realizan en la actualidad y que él mismo define como "una herramienta de cooperación militar y de conocimiento mutuo".
La UVE no solo es la encargada de realizar estas inspecciones, también coordina y escolta las visitas que otras unidades de verificación extranjeras realizan a España, tanto a las instalaciones militares como en vuelos de cielos abiertos que, además, tienen prioridad sobre el espacio aéreo y para lo que es necesaria la participación de aviación civil, tal y como explica el coronel Lanza.
De todo ello se encargan los 31 militares, provenientes de los tres ejércitos, que forman la Unidad de Verificación Española y que cuentan "con una preparación muy exhaustiva, conocimiento de idiomas, especialmente inglés y ruso, y una formación como inspectores de control de armamento", asegura el jefe de un equipo que trabaja silenciosamente por la seguridad de millones de personas.