El consumo de cerveza aumenta de forma notable en verano. Esa caña en una terraza para mitigar el impacto de las altas temperaturas es una de las costumbres más extendidas en la época estival. "Una cerveza muy fría, por favor", es la petición más recurrente. Se añade el matiz de muy fría. Y para llevarlo a cabo, una práctica extendida es la de servirla en un vaso o jarra congelados previamente.
Sin embargo, lamentamos decirte que esto es un error por varios motivos. El primero de ellos es que se altera la espuma de la cerveza. El recipiente puede tener cristales de hielo en los costados que causan problemas de formación de espuma cuando viertes el líquido. El resultado es que se formen una especie de grumos de espuma que poco tienen que ver con lo que el fabricante había diseñado.
Salvo que tengas un congelador, única y exclusivamente para tus vasos o jarras, lo normal es que estos se contaminen con sabores y olores de otros alimentos. Esto modifica la receta original y hace que se pierdan o modifiquen matices de la cerveza.
El frío enmascara el sabor de la cerveza. Para los que buscan los sutiles matices del lúpulo y los sabores de la malta las cervezas artesanales, se considera ideal una temperatura de servicio de entre 4 y 12 grados centígrados. Con las neveras a una temperatura controlada, un vaso congelado es innecesario.