La demoledora opinión de Arturo Pérez-Reverte sobre el ascenso de Trump: "Lo woke es un negocio de pandillas"
El escritor cree que la clave del ascenso de la ultraderecha más reaccionaria es la respuesta natural de la "gente normal" a décadas de "dictadura 'woke'".
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Este fin de semana se ha celebrado en Madrid la cumbre 'Patriots' que ha reunido a los principales líderes de la ultraderecha y cuyo anfitrión español ha sido el líder de Vox, Santiago Abascal.
La ultraderecha europea ha celebrado el regreso de Trump a la Casa Blanca a quién consideran un "compañero de armas" y Abascal ha hecho un llamamiento para avanzar en la "reconquista".
Una declaración de intenciones en un momento en el que la extrema derecha se ve fuerte para expandir por Europa las ideas más reaccionarias de su referente estadounidense.
Mientras, al otro lado, muchos siguen preguntándose cómo ha podido ganar Trump las elecciones presidenciales del pasado 5 de noviembre cuando ya se sabía de lo que era capaz e incluso después de convertirse en el primer presidente delincuente de Estados Unidos, tras recibir una condena sin pena de cárcel.
La respuesta más obvia es pensar en el voto "protesta". Hace ya tiempo que la tendencia es que el malestar social se canalice a través del voto contra quien está en el gobierno, en este caso los demócratas de Joe Biden.
El escritor Arturo Pérez-Reverte reflexiona en 'El Mundo' sobre las claves del ascenso de Trump y de la "ola reaccionaria" que sacude a Occidente.
En un artículo titulado 'El triste precio de la estupidez', el novelista cree que la respuesta al hecho de que el ideario de los ultras esté calando tan bien en las sociedades occidentales, defensoras a ultranza de los valores democráticos, es el "hartazgo" a la "estupidez" de los preceptos de lo "woke" que la izquierda, las redes sociales y los medios de comunicación afines han asimilado sin rechistar.
"Cuando la izquierda de nuevo cuño dejó de ocuparse de los trabajadores para abrazar e imponer, llevándola a extremos irracionales y ridículos -tan antiamericanos como son para unas cosas, y tan babeantes para otras-, la peligrosa doctrina nacida en Harvard y la universidad de Carolina en la que se fue apoyando poco a poco, extendida como mancha de aceite, tanta basura ideológica: penalizar la libertad individual en favor de la sumisión grupal, retorcer hasta la más grotesca exageración conceptos útiles, nobles y necesarios como izquierda, igualdad, paridad, feminismo, antifascismo. Y todo eso, imponiendo mediante las redes sociales un matonismo abrumador, un régimen dictatorial ante el que primero claudicaron los más débiles y luego nadie se atrevió a discutir", señala Reverte en el artículo de 'El Mundo'.
"La izquierda 'woke' se ha ganado la antipatía de la gente normal"
El escritor cree que es esta izquierda "woke" -la que se ha olvidado de su naturaleza obrera y ha abandonado a los trabajadores- la que ha "alimentado" al "monstruo" de la extrema derecha, etiquetando de "fascista" a todo y a todos los que no cumplen con sus reglas del juego.
"El asunto exigía, por razones tácticas, tener un monstruo enfrente; y si éste no existía o no era lo bastante poderoso, fabricarlo. Engordarlo bien. De ahí la magnificación de una derecha extrema que antes apenas pesaba en la vida pública, y que ahora abunda en los telediarios y que incluso se ha creído de verdad a sí misma, alentada por individuos de la catadura del tal Buxadé o el siniestro Herman Tertsch. Pero al principio no era así, y de ahí proviene el apunte tóxico, el señalamiento, el adjetivo fascista aplicado a cualquier desacuerdo, cualquier disidencia, cualquier reacción opuesta, por argumentada y razonable que fuera o sea", defiende el escritor.
Reverte considera que esta "izquierda 'woke'" se ha ganado la "antipatía de la gente normal", no solo de los que no piensan como ellos, si no que también han conseguido "el rechazo inteligente de colectivos a los que aseguran defender".
Por último, el escritor arremete contra las promesas incumplidas de Podemos y el "daño" que han hecho a los colectivos que pretendían proteger: "No creían verdaderamente en nada de lo que decían: eso lo supimos más tarde, cuando fueron despeñándose. El daño que han hecho a los colectivos que supuestamente defendieron todavía no se puede medir; hay que esperar a conocer la temperatura exacta de la reacción furiosa que han despertado".