Lo que han hecho es crear un modelo virtual, al que han llamado Michael. Es obeso, jorobado y calvo, consecuencia de jugar sin parar, lejos de la luz solar y sin nada de deporte. Pero a Michael le aquejan más males: tiene la piel pálida y cuarteada por la falta de vitaminas D y B12 y por la deshidratación, eccemas en brazos y piernas por el estrés, vista cansada, ojeras, tobillos hinchados y pulgares deformados por el uso de los mandos especiales usados por los llamados gamers.
Y aunque esta parte del estudio no es mas que una simulación, se apoya en datos muy reales: Un jugador promedio pasa seis horas a la semana jugando a videojuegos online. Algunos centros especializados en adicciones han tratado a jóvenes que sobrepasan las 18 horas al día.
Recuerdan además que la adicción a los videojuegos está reconocida por la Organización Mundial de la Salud dentro de su lista internacional de enfermedades.