El líder del partido islamista al-Nahda, Rashid Ghannouchi, afirma en Onda Cero, "el mundo islámico necesita el triunfo del islam político, no el de una falsa interpretación del islam". Además, explica que Túnez es la alternativa al Daesh y pide a la UE que "apoye con hechos mas que con palabras".
El 14 de enero de 2011, Zinedine el Abedin Ben Ali, presionado por la clase política y atosigado por la presión popular, se vio obligado a partir al exilio que ahora disfruta en Arabia Saudí.
Tres semanas antes, la supuesta bofetada de una mujer policía al joven vendedor ambulante Mohamad Buazazi, que carecía de permisos, le llevó a quemarse a la bonzo, lo que desató una ola de protestas en Sidi Buzid que rápidamente se contagió al resto del país.
"La situación no está parada, cada día hay cambios. El proceso revolucionario está en camino y quizás esta revolución continúe en los próximos años. La base de la lucha son aun las aspiraciones del pueblo al trabajo, la sanidad, la enseñanza", declaró a Efe Lazar Garbi, secretario general adjunto del sindicato UGTT.
"Hoy la batalla tiene una cara socialdemócrata y el que mejor está organizado será el que gane. Queremos que el proceso revolucionario prosiga", explicó Garbi.
Un lustro después, la revolución atraviesa su segunda gran crisis con el liderazgo político de nuevo en tensión, el descontento social en las calles y la violencia yihadista como la peor de los peligros.
En la primera (2012-2013), las tensiones en el seno de la Troika dirigida por los islamistas de An Nahda y la aparición del yihadismo con los asesinatos de los políticos laicos Chokri Bel Aid y Mohamed Brahmi amenazó con descarrilar la transición.
La fundación por parte del actual presidente del país, Beji Caid Essebsi, del partido Nidá Tunis, en el que se incluyeron grupos diversos de la revolución y el esfuerzo del cuarteto integrado por la UGTT, la patronal UTICA, la Asociación de Abogados y la Liga de Derechos Humanos, salvó el envite.
El trabajo del cuarteto fue reconocido este año con el Nobel de la Paz, una forma además de intentar revitalizar las fracasadas "primaveras árabes" que estallaron al socaire de la tunecina.
Detrás de la segunda crisis están las divisiones internas en Nidá Tunis, el auge del yihadismo, que en 2015 causó 72 muertos -60 de ellas extranjeros- en tres cruentos atentados, y la mala situación económica, agudizada por el paro y el hundimiento del turismo.
Aún así, los partidos y cientos de personas se congregan esta mañana en la avenida Bourguiba de Túnez capital, lugar donde se desarrolló la revolución para celebrar la huida del dictador "y seguir creyendo en la esperanza".