Pedro Sánchez, el hombre que lo apostó todo al no
Pedro Sánchez deja el Congreso apenas un mes después de su dimisión como secretario general del PSOE, una decisión traumática que truncó su carrera en Ferraz después de algo más dos años en los se atrevió a desafiar a aquellos barones, como la andaluza Susana Díaz, que finalmente le destronaron.
Sin corona y mancillado al ver enterrado su "no es no" a Mariano Rajoy, Sánchez da ahora otro paso atrás forzado por el mandato del Comité Federal de facilitar el gobierno del PP a través de la abstención, pero anuncia una nueva batalla en las próximas primarias. La resolución aprobada el pasado domingo le ponía en la tesitura de tener que acatarla, lo que suponía hincar la rodilla para abstenerse o pasar a ser el primer ex secretario general en desobedecer al máximo órgano del partido.
Finalmente, ha optado por la segunda vía con la renuncia a su escaño, aunque no lo hace para tirar la toalla del todo, sino con el fin de coger impulso y volver a competir por liderar el PSOE. Después de perderlo casi todo en su apuesta ciega por el no, aún le queda una moneda, que quiere hacer valer en el próximo congreso federal, que exige que se convoque ya.
El "hijo de las primarias", como él mismo se ha bautizado en ocasiones tras derrotar a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias en julio de 2014, está dispuesto a romper el maleficio de que segundas partes nunca fueron buenas. El ya exdiputado madrileño, de 44 años, se ve con fortaleza de emprender la reconquista del partido sin el escaparate del Congreso, pero con el apoyo leal que ve en los afiliados del partido, divorciados de los dirigentes por el aval concedido a Rajoy.
"Pronto llegará el momento en que la militancia recupere y reconstruya su PSOE. Un PSOE autónomo, alejado del PP, donde la base decida. Fuerza", fue la proclama que Sánchez lanzó poco después de que el Comité Federal tumbara su famoso "no es no". El paso que da Sánchez reabre la guerra que ha sostenido con los barones de más peso del partido prácticamente desde que fue encumbrado como secretario general en el 38 Congreso Federal.
La andaluza Susana Díaz fue la que le bendijo para que fuera el heredero de Alfredo Pérez Rubalcaba y volver a construir un PSOE sólido y ganador bajo su control. Sánchez se rebeló para desprenderse de su tutela. Fue cuando emprendió una contienda que le llevó a ganar varias batallas hasta que se vio obligado a dar un paso atrás en el turbulento Comité Federal del pasado día 1.
Pero lejos de rendirse, Sánchez quiere tomarse la venganza aspirando de nuevo a liderar el partido y cumplir su sueño de ser un día el presidente del Gobierno del cambio, después de rozarlo el pasado mes de marzo. No le arredra haber sido el artífice de los dos peores resultados electorales del PSOE de toda su historia, primero con 90 diputados y en junio con 85 escaños.
Tampoco haber dejado un PSOE devastado y sumido en una división de la que hay pocos precedentes en la historia del partido. El ex secretario general no dispondrá ahora del respaldo de Díaz y del todopoderoso PSOE andaluz, ni de otros barones y miembros de la vieja guardia que le auparon en julio de 2014, más que por aprecio a él, por conveniencia para neutralizar a Madina, ahora del lado de aquellos.
Con parte de su ejército y sus lugartenientes huidos al otro bando, como el portavoz en el Congreso, Antonio Hernando, a Sánchez le quedan algunas federaciones de peso medio, como Castilla y León, Baleares y País Vasco, además de parte de Madrid y la Comunidad Valenciana, y veteranos con ganas de batirse como Josep Borrell. Está por ver si podrá contar con el apoyo del PSC o si para cuando haya primarias, Ferraz habrá revisado la relación bilateral y, entre otros aspectos, retira a los socialistas catalanes del censo para votar como castigo por el no a Rajoy.