Granados entregó dinero en su despacho de consejero para blanquearlo en Suiza
Francisco Granados entregó dinero en metálico en su despacho de la Consejería de Transportes de Madrid a un intermediario para que lo transfiriera luego a la cuenta que abrió en 2003 en Suiza y de esta manera blanquearlo, operaciones que se hacían siempre en metálico para no dejar "huella".
Así lo confesó en octubre de 2015 al juez del caso Púnica, Eloy Velasco, el imputado Michael Trevor Langdon, que se dedicaba a conseguir clientes en España para los banco BNP y VP de Suiza.
Según relata al juez, a cambio de un 0,5% del dinero que conseguía mover, Langdon hacía las llamadas operaciones de compensación, por las cuales ciudadanos españoles le daban cantidades en metálico de procedencia dudosa que luego él transfería desde su cuenta en Suiza a la cuenta en el mismo país de la persona que le había dado el dinero.
En cinco años, hizo operaciones de blanqueo por más de 1 millón de euros para numerosas personas, entre ellas Granados y su socio y amigo de la infancia, David Marjaliza, quien tenía en el BNP de Suiza "unos 10 millones de euros" en 2011.
En el caso del exconsejero, abrió una cuenta en el BNP en 2003, pero, según Langdon, ya tenía cuentas en el extranjero antes, mientras que Marjaliza la abrió más tarde por recomendación de Granados. "Granados me dijo que tenía otro posible cliente que resultó ser su amigo de la infancia el señor Marjaliza", afirma al juez.
En 2006, y dado que Granados "estaba subiendo en la Comunidad de Madrid", decidió cerrarla porque vio que "tener una cuenta sin autorización fuera de España no era prudente".
Hasta ese año, Langdon hizo dos operaciones de compensación con Granados, concretamente en su despacho de la Consejería de Transportes (cargo que ocupó de 2003 a 2004), aunque dice no recordar cuánto dinero en metálico le dio el entonces consejero para que lo hiciera llegar a su cuenta en el país helvético.
Marjaliza, por su parte, le hizo varias entregas de entre 20.000 y 50.000 euros y en una ocasión tuvo que ir a un despacho del considerado cerebro de la Púnica en el centro de Madrid.
Cuando las cantidades eran "apreciables", el banco hacía la operación directamente y mandaba a España a un matrimonio para que recogiera el dinero de manos de Marjaliza, que tenía el pseudónimo de "Sheraton" en su cuenta suiza.
Luego, Langdon transfería el dinero a la cuenta de Marjaliza desde otra en Suiza a nombre de la sociedad Rockfish, administrada por el propio Langdon.
A lo largo del interrogatorio, el juez le pregunta varias veces cómo el banco comprobaba si el dinero de los clientes provenía de actividades lícitas.
En el caso de Granados, no le consta que el banco comprobara ese origen, pero sí en el de Marjaliza: "Por dos veces en 5 años pidieron una justificación de estos dinero, si eran dineros legítimos, y debe haber sido muy convincente la explicación porque el banco siguió aceptando su dinero".
Langdon explica estas operaciones de compensación de esta manera: "Juan tiene dinero en Suiza, Pablo tiene dinero en España, se cruzan las necesidades y ya está".
El dinero lo hacía así llegar a las cuentas de Suiza de sus clientes mediante transferencias desde la suya propia, que tenía el "mote" de "ducks", o desde la cuenta a nombre de la sociedad Rockfish.
De esas entregas en metálico (en billetes de 500 euros al principio hasta que levantaban sospechas y se redujeron a billetes de 50), él no dejó ninguna constancia documental, un aspecto del que el juez se muestra sorprendido durante el interrogatorio.
"¿Es posible que un señor que cobra comisión no guarde la lista de sus clientes?", le pregunta, a lo que contesta: "No estoy intentando ocultar nada, estas cosas eran así. Cada operación era así, y después se olvida".
"¿Y entonces cómo se documenta?", prosigue el juez. "No se documenta, la única documentación es el asiento en cuenta", contesta. "Operación hecha, operación olvidada", resume en otro momento de la declaración.
Estas entregas se hacían en ocasiones en el hotel Intercontinental de Madrid, a donde acudían sus clientes con el dinero y, a preguntas del juez, Langdon reconoce una decena de nombres de personas que le daban dinero para blanquearlo por este sistema.
En los registros que se realizaron durante la operación Púnica contra esta trama corrupta se encontraron en la vivienda de Langdon valiosas obras de arte de artistas como Miró, que en el interrogatorio el imputado atribuye a su mujer, quien, dice, hizo dinero en el mundo del arte y además heredó de su padre.