Hasta aquí llegó la riada electoral
La campaña toca a su fin y Manuel Prieto analiza el trascurso de la misma y qué se tendrá en cuenta en las lecturas de los resultados del domingo.
Sevilla | 16.06.2022 16:58
Creo recordar que fue Luis Carandell el que alguna vez relató aquella divertida anécdota (y “se non è vero, è ben trovato”) del becario al que un día le tocó cubrir informativamente el suceso de un cadáver aparecido en una finca en extrañas circunstancias. El joven aprendiz escribió en su crónica, probablemente para El Caso, una frase tan antológica y extravagante que su sorprendido jefe no pudo por menos que llamarle a capítulo y solicitarle que acudiera al despacho a explicársela personalmente. “El muerto apareció en un pozo, a siete metros de altura”, escribió el joven literalmente en su texto, por lo que su superior, al cuestionarle la incorrección, le sugirió que meditara sobre si en realidad lo que tienen los pozos es altura o, más bien, es profundidad.
El becario, que seguramente hizo carrera profesional en vista de la extraordinaria largueza demostrada en el episodio y su fina habilidad para el regate, lo pensó tranquilamente y sin achantarse ante la presencia del jefe le despachó algo parecido a un “perdóneme usted, don fulanito, pero debe tener en cuenta que yo soy de la costumbre de escribir siempre desde el punto de vista del muerto”.
Porque efectivamente esa será, sin duda, la cuestión a sopesar llegada la noche del domingo tras hacerse el conteo de los votos depositados en las urnas ese mismo día: el punto de vista del muerto.
Todas y cada una de las formaciones correrán entonces a señalar las notables diferencias entre profundidad y altura de méritos y de fracasos, sosteniendo que las subidas de unos o las bajadas de otros no cuestionan el talento de quienes partían como consumados capitanes, ni que su mejor o peor resultado pueda estar sometido a consecuencias futuras, ni que un escaño de menos o de más suponga ninguna merma de las expectativas creadas. Muchos tendrán que enfrentarse a unos datos que, aun siendo malos a la vista de cualquiera, siempre ofrecerán el resorte agónico al que poder agarrarse con la esperanza de que donde algunos vean profundidad del batacazo, otros puedan ver simplemente la altura con la que se detuvo el desastre.
Todas las siglas han entrado y han salido ya de esta campaña que toca a su fin, con los discursos, las poses y hasta con la gestualidad pública prefabricada con la que ellos mismos han querido afrontarla. Nadie les ha forzado a ello. EL PP ha tenido la campaña plana que estratégicamente pretendía y que eligió: sin aristas, con moderación y plena de mensajes de eficacia, sentido común y ecuanimidad con los que Juanma Moreno, el nuevo Macron andaluz frente a la ultraderecha, impuso desde el principio. El PSOE ha titubeado inicialmente con la materia a transmitir a sus simpatizantes, pero finalmente optó por concentrarse en negar el avance de los servicios públicos, inquietar con el miedo a VOX y tratar de desentenderse, aunque con poco éxito, de la responsabilidad por la herencia acumulada tras 37 años de gobierno.
Olona ha soltado también aquí su mitin nacional, pero sin ajustarlo mínimamente a la tierra, que ya le vale igual en Andalucía que en Castilla y León y que por algo presumen de decir las mismas cosas en cualquier parte. Ciudadanos ha vendido su agonizante papel de protagonista necesario en el cambio y la transformación de Andalucía, que también estará por ver el lunes. Y las izquierdas… ¡ay! ¡las izquierdas!… las izquierdas han entrado en esta campaña aunque todavía no hayan descubierto cómo ni cuándo salir de ella, si es que alguna vez lo hacen.
Y todo volverá a ser el lunes como en las riadas, en las que aun colocando el hito sobre el nivel que alcanzaron las aguas, alguno habrá siempre que recuerde lo que tiempo atrás le contaron de cuando fueron más altas.
Mañana, final de campaña, todo será lo mismo. Mismos mensajes, mismo público, mismas ilusiones, a la espera de la riada y de que los agrimensores hagan el lunes su trabajo de medición. Sin ninguna novedad en el frente y, con el continente aislado que diría la BBC, la semana que viene quedará por hacer balance de daños y fijar posiciones para reconstruir lo destruido. Por suerte, aquí siempre tendremos a nuestros becarios autóctonos que sepan apreciar la riada desde el punto de vista del muerto o del ahogado y que conviertan ese torrente de mensajes, discursos recurrentes y papilla electoral servida en quince días en algo mucho menos sorprendente de lo que jamás entendería su redactor jefe.