Se había dado por descontado que esta reapertura de la Bolsa, que el presidente de la Comisión del Mercado de Valores, Kostas Botópulos, calificó de un primer paso hacia la normalidad, iba a convertirse en un lunes negro.
Finalmente, la caída, que en la apertura rozó los 23 puntos porcentuales, se quedó en algo más de un 16%.
Todos los analistas partían de la base de que la reapertura iba a ser dramática habida cuenta de que los inversores nacionales apenas tienen margen de actuación por el control de capitales que sigue vigente.
Mientras que los internacionales pueden efectuar compras y ventas con completa normalidad, los nacionales siguen sujetos a las drásticas restricciones que impone el control de capitales.
De esta forma los inversores griegos solo pueden comprar acciones con fondos que procedan de sus antiguas reservas, pero no recurriendo a sus cuentas bancarias normales.
En los últimos meses los bancos griegos han sufrido una fuerte salida de depósitos lo que, sumado a la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de cerrar el grifo de los créditos de emergencia, había llevado el pasado 29 de junio al Gobierno a imponer un corralito de tres semanas.