Los árboles de Navidad no son silvestres, no se le “arrancan” al bosque, sino que son cultivados, como cualquier otro producto forestal (álamos, chopos, etc) por lo que su extracción o recolección no supone una deforestación sino una explotación silvícola.
Su cultivo está regulado por una estricta normativa y sometido a un riguroso control ecológico.
Se suelen cultivar en terrenos forestales de zonas rurales de montaña, creando durante su desarrollo un hábitat que favorece la biodiversidad. Al contrario que otras explotaciones silvícolas (como los eucaliptos) no dañan el suelo ni afectan al ecosistema que acoge a las plantaciones.
No necesita tratamientos químicos ni las aportaciones de fertilizantes que requieren los cultivos intensivos
Las plantaciones de árboles de Navidad son bosques controlados pero bosques al fin y al cabo, que fijan CO2 y generan oxígeno: cada hectárea de plantación produce diariamente el oxígeno que consumen 40 personas.