El blog del lector
Estamos en pretemporada y jugadores de las llamadas canteras de los grandes clubes comparten minutos de juego con las estrellas. Muchos de esos chavales son africanos o proceden de Latinoamérica.
Antes de entrar en materia, un par de preguntas en plan Sabía usted que...
¿Sabían ustedes que la exportación de niños futbolistas es un negocio fabuloso en muchos países de América Latina?
¿Sabían ustedes que un equipo holandés fichó a una promesa de 18 meses de edad? ¡18 meses! El chavalín se llama Baerke Van der Meij y es holandés. Sus padres colgaron un vídeo en Youtube en el que se le veía peloteando y un club les ofreció un contrato.
Vale, es una anécdota, pero refleja la locura que lleva cada año a un tráfico de niños intercontinental que se camufla de varias maneras, desde estudios a tratamientos médicos, pero que pocos se atreven a presentar como lo que es.
Esa, al menos, es la tesis que sostiene el periodista chileno Juan Pablo Meneses en Niños futbolistas (Blackie Books). Se trata de un documento tan esclarecedor como tremendo. Una lectura que abre los ojos y sacude conciencias al mismo tiempo.
He descubierto, por ejemplo, que hay tarifas no oficiales a las que muchos ojeadores y agentes se aferran. A saber, por un niño de 12 años de un club amateur se pagan 200 dólares, pero si está inscrito en un club federado con plantilla profesional, la cifra puede dispararse hasta los 6000 dólares.
Una gran diferencia.
Por eso, en Bolivia un club hizo debutar en primera división a un niño de 12 años, Mauricio Baldivieso. ¿Tienen ustedes hijos? Piensen en él/ella a esa edad. Los dirigentes de la entidad se aseguraban un buen pellizco si aparecían los agentes/ojeadores que trabajan para los grandes clubes europeos.
Claro que hay un reverso de esa moneda. Para muchos niños y padres de zonas pobres –desde las áreas rurales andinas deprimidas hasta las famosas favelas brasileñas– que aparezcan el Barça, el Real Madrid o la Juve es como si les tocase la lotería; desde luego, mucho mejor que lo que les depara la realidad de un continente en el que hay 17 millones de niños, de entre los 5 y 14 años, que trabajan en condiciones muy duras.
Explica Meneses que en Brasil, gran exportador de talentos, cada año se venden –no hay otra palabra que lo disimule– 40.000 niños para trabajar en el campo o en el servicio doméstico. Desde ese punto de vista, acabar en La Masía del Barça o en La Fábrica del Real Madrid es como aterrizar en una especie de Paraíso, aunque por el camino pierdan parte de su infancia.
El riesgo, claro está, es acabar como un juguete roto antes de cumplir los 18 años.
El periodista Juan Pablo Meneses realiza un trabajo excepcional de investigación. Para poder moverse con cierta libertad y no pisar muchos callos, se convirtió en un agente que quería comprar un niño para llevárselo a un gran club europeo. Estremecedor.
En este amplio reportaje, pone negro sobre blanco cuestiones incómodas –por ser suave– que laten tras los nombres rutilantes del fútbol mundial, del espectáculo de masas por antonomasia.
Meneses ha hecho un trabajo titánico para el que ha recorrido más de 74.000 Km y grabado 89 horas de conversaciones en 9 países. Un buen libro documental que se lee de un tirón...
Películas y novelas, últimos estrenos
Durante un tiempo, cine y literatura compartimos espacio en Julia en la Onda. Aunque ahora cada cual ocupa un día de Mesa de redacción, Eduardo de Vicente, mi colega y amigo cinematográfico, me mantiene informado en lo que a estrenos de películas basadas en novelas se refiere. Y decidimos que le dedicaría un monográfico. Hay mucho donde elegir.
Guerra Mundial Z
Guerra mundial Z, esla nueva película protagonizada por Brad Pitt. Huele a taquillazo, claro. Es Hollywood puro.
Está basada en el libro del mismo título de Max Brooks, editado por Almuzara y Books4pocket (en versión electrónica), con traducción de Pilar Ramírez. El subtítulo lo aclara todo: Una historia oral de la guerra zombi.
Max Brooks, por si no lo sabían, es hijo de un conocido productor, director y actor, Mel Brooks, el padre de El jovencito Frankestein, una de mis películas favoritas. Ha heredado de él su capacidad de sorpresa, su originalidad y –parece– no es tan dado a la sal gruesa.
La novela Guerra Mundial Z parte de una idea original: un conjunto de entrevistas realizadas, diez años después de los hechos –una guerra entre humanos y zombies–, por un agente de la ONU encargado de desentrañar qué sucedió. Estas entrevistas están agrupadas de forma cronológica, desde el momento en el que apareció la infección hasta el final de los combates.
Tiene mucho de sátira social y política. No es difícil establecer paralelismos con las guerras étnicas y de religión, el miedo patológico al extraño o el uso de tecnologías futuristas para acciones –crímenes en masa– que hunden sus raíces en la noche de los tiempos.
No es el primer libro sobre zombies escrito por Brooks. Es un especialista y un renovador del género. En 2008, Berenice publicó Guía de supervivencia zombie, que tiene la forma de eso, de una guía, de un manual ante un posible ataque zombi; se convirtió en novela gráfica dos años después, con ilustraciones de Ibraim Roberson y traducción de Ernest Riera.
Lo que el día debe a la noche