Pero no contaban los clubs que ese caramelo estaba “envenenado”, porque en breve aparecerían los derechos de las jugadoras profesionales y con ellos obligaciones colaterales para la patronal. Por eso, ahora, los clubs masculinos tendrán que hacer frente a gastos superiores a los ingresos del fútbol femenino de élite, y eso no era la hoja de ruta de LaLiga.
Incluso todo la se complica más, pues al no existir Convenio en vigor, tras proclamarse Campeonas del Mundo, el futbol femenino juega con un viento que no puede soplar más a favor de las jugadoras, ni más en contra de los clubs.
La huelga de las jugadoras ha cogido a los clubs “a piñón fijo”, con el paso cambiado. Los ha pillado de vacaciones -concentradas en el mercado de verano del fútbol masculino- y los sindicatos aprovecharán el éxito mundialista para exigir a la patronal, con mucha más fuerza que antes, decisivos avances en el Convenio.
Con huelga, o sin ella, las Campeonas del Mundo tienen que exigir, entre otras, mejoras que afectan a los derechos mínimos de sus dos grandes soportes: la base y la élite.
Es una igualdad que no puede ni discutirse en la base, pero que será imposible de conseguir en la élite por las inexorables leyes del mercado… pero ello no es óbice para admitir como justas las reivindicaciones económicas de las jugadoras profesionales de Primera División Femenina, que luchan por un salario mínimo anual digno.