Fanáticos
Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho
Queridos amigos, durante los últimos años he ido constatando la necedad de los fanatismos en cualquier faceta de la vida: en lo deportivo, en lo religioso, en lo político… El fanático tiene su manual de ideología y lo repite como un papagayo, con la terquedad de los sinsentidos que no le importan, porque ellos viven en su secta. Es inútil razonar con ellos. Es inútil siquiera abordar un diálogo constructivo. El fanático no atiende a la lógica, sino a los sentimientos que siente por su líder, por su grupo o idea. No razona.
Suelo reflexionar sobre esto cuando observo la militancia política que existe en España, pero la semana pasada me llamó la atención el controvertido cartel de la Semana Santa sevillana realizada por el artista Salustiano García. ¿Qué tiene de especial? Pues no lo sé: un torso desnudo, lienzos cubriendo a un Cristo bajo la cintura y un gesto inexpresivo, la verdad, y al parecer, perteneciente a su hijo. ¿Qué quieren que les diga? Que ni fu, ni fa. Para gustos, los colores. ¡Que se trata de un cartel! Sin más. Pues ahí tienen a unos cuantos celebrando una misa en Málaga porque lo consideran “una ofensa”, “un sacrilegio gravísimo”, algo inasumible.
Detrás de todo esto, como siempre, está ese ciego fanatismo, esa obsesión por creer que las cosas solo pueden ser de una manera y nunca pueden cambiar. Aquí lo único que no puede cambiar es el mensaje de los Evangelios llegado hasta nosotros después de dos mil años, pero la terquedad de que la forma de hacerlo solo puede ser tal y como lo marca los cánones de su fanatismo es tan errónea que el tiempo y el sentido común pondrán las cosas en su sitio.
¡Y que no piense nadie que estoy por la labor de avalar un cartel u otro! Sin ofender a nadie. Me da igual. Solo pienso que el fanatismo no congenia con los cambios y que Dios nos libre de ellos, de los tercos fanáticos que son capaces de hacer el ridículo por un mantra sin demasiadas luces. Son esos fanáticos que, por supuesto, lo niegan todo, porque ellos, solo ellos, conocen la verdad.