Diomid, el niño ucraniano que dejó atrás la guerra para recuperarse del cáncer en Madrid
El pequeño de tres años pasó seis días en el sótano del hospital de Kiev donde recibía tratamiento a 500 kilómetro de su casa.
El Hospital Gregorio Marañon atiende a cinco niños llegados desde Ucrania en su Unidad de Oncohematología Pediátrica. Mientras que cuatros de ellos reciben atención ambulatoria, Diomid, de tres años, ha tenido que quedarse ingresado porque padece una inmunodeficiencia combinada severa y recibió un trasplante de médula hace seis meses.
Circunstancias que requieren altas dosis de medicación inmunosupresora de la que se derivan complicaciones que precisan una asistencia constante de diversas especialidades médicas. Su madre, Katarina explica que ellos vivían en Zaporiyia pero que el pequeño recibía sus tratamientos en Kiev a 500 kilómetros de su casa.
Desde que comenzó la guerra y las sirenas antiaéreas se refugiaban en el sótano del hospital pero a los seis días la situación fue a peor ya que los medicamentos que necesitaba Diomid se terminaron. Al no poder seguir con el tratamiento y ver que la salud del pequeño empeoraba tuvieron que huir de Ucrania.
Se subieron al autobús de una ONG y después al avión del Ministerio de Defensa español hasta llegar al Hospital Gregorio Marañón de Madrid. "Todos los niños se emocionaron al volar en un avión militar", cuenta Katarina.
Cuando escucho un avión me entra mucho miedo
Además, explica que fue una decisión muy difícil pero era lo que debían hacer. Abandonaron Kiev toda la familia, ella y Diomid, con su padre y su hermana. El resto de su familia se quedó en Ucrania, porque no tuvieron posibilidad de salir. Es duro, explica Katarina, sentir a los amigos y familia todavía en Ucrania, duro también ver las noticias y hasta lo es la normalidad madrileña cuando un avión sobrevuela el cielo. "Cuando escuchó un avión me entra el miedo en el cuerpo y en el corazón".
La situación de Diomid es estable y le están realizando diversas pruebas para ajustar su tratamiento y poder mejorar su situación. A pesar de ello ha vuelto a sonreír y a poco que puede se arranca a bailar y ya dice “hola” y “adiós” en español. Se divierte con sus nuevos juguetes de construcción y chocando las manos con su madre. Nada que ver con el horror que han dejado en Kiev.
El Hospital Gregorio Marañón habilitó un circuito especial para recibir a los cinco niños y sus familias, realizar todas las pruebas pertinentes y hacer una valoración del estado de salud de los pequeños.