Hoy sabemos cómo se pasó de enterrar en los entornos de las iglesias a hacerlo en un cementerio en las afueras de Zaragoza. Santiago nos cuenta que fueron los franceses los primeros que, para evitar epidemias, publicaron un edicto en 1787 (dos años antes de la Revolución Francesa) recomendando crear zonas de enterramientos alejadas de las ciudades.
Aunque en España aún pasó algún tiempo antes de seguir el ejemplo francés, Zaragoza fue de las primeras ciudades que empezó a trabajar para construir un cementerio en los Pinares de Venecia. De hecho, hay constancia de un documento de 1823 en el que el Ayuntamiento de Zaragoza solicita fondos a la Hacienda española de la época para acometer los trabajos.
La respuesta a esa petición fue negativa, pero el Ayuntamiento siguió trabajando para financiar la construcción. Así, el 23 de junio de 1834 el arzobispo Bernardo Francés inauguro y bendijo el Cementerio de Torrero.