El Unicaja busca un nuevo rumbo tras destituir a Jasmin Repesa

Cuestión de identidad

El sábado se cumplieron 18 años de una final de la ACB que muchos guardamos en el recuerdo. La jugaron Barcelona y Unicaja de Málaga allá por el año 1995. Por si no recuerdas aquellas cita, permite que te recuerde dos datos: el Barcelona fue el campeón si bien Unicaja pudo haber conquistado su primera liga si un triple lanzado por Mike Ansley no hubiera sido repelido por el aro en el cuarto partido. Era la primera vez que Unicaja alcanzaba la última eliminatoria por el título y estuvo muy cerca de rozar la proeza. Hoy estudia como volver por sus fueros.

ondacero.es

Madrid | 22.05.2013 13:00

El quinteto era reconocible por todos los aficionados con Mike Ansley y Sergei Babkov, elegante escolta ruso, como puntas de lanza de un conjunto que tenía a Nacho Rodríguez, Alfonso Reyes, Kenny Miller o Curro Avalos. Ciudad Jardín fue su casa. Entonces se cimentó, tras muchos años de trabajo, un equipo que cuestionó el poder establecido imperante hasta entonces. Todos saludamos con agrado a ese equipo resultado de la fusión de Caja Ronda y Mayoral, una unión que hizo que toda una ciudad sintiera pasión por el baloncesto.

Más allá de significar un punto y aparte, el no-triple de Ansley, como lo denominan en Málaga, supuso el inicio de una exitosa aventura que llevó al conjunto cajista a ganar la Copa Korac en el año 2001 y a un nuevo subcampeonato liguero al año siguiente. Con la llegada de Sergio Scariolo al banquillo y nombres ligados para siempre a Unicaja como Jorge Garbajosa, Berni Rodríguez o Carlos Cabezas, el club alcanza la cima conquistando la Liga y la Copa del Rey. Los aficionados se sienten identificados con su equipo y los jugadores se identifican con la ciudad y el club.

He realizado esta introducción histórica para mostrarte cuál ha sido el mal del Unicaja en los últimos años, dos seguidos sin clasificarse para los Playoff, y no es otra que la falta de identidad. Han tenido tres entrenadores en los últimos dos años: Chus Mateo, Luis Casimiro y Jasmin Repesa, cada uno de un perfil completamente diferente, y el número de jugadores que han pasado por el equipo supera con creces los que puedes contar con los dedos de la mano. Por momentos, ha dado la sensación que la necesidad de encontrar el camino ha llevado a Unicaja a traer jugadores de manera compulsiva, como haría un noctámbulo enganchado a la tienda en casa: por fuera tienen una gran apariencia pero, llegado el pedido a la casa, no sabes qué hacer con él.

Hoy se le plantea una nueva disyuntiva a Unicaja con el peso añadido de la urgencia. Como telón de fondo está la necesidad de participar en la Euroliga, puesto que es ahí donde la entidad bancaria considera que sus esfuerzos económicos se ven recompensados. Tomar decisiones con la espada de Damocles sobre sus cabezas no ha de ser fácil. Pero si algo han de tener los directivos es la tranquilidad de analizar qué les ha llevado a esta situación y cuál ha de ser la manera de reconducirla. Está claro que muchos jugadores han rendido muy por debajo del nivel requerido, caso de Dragic o Simon, pero no es menos cierto que el técnico no ha dado con la tecla adecuada para sacar provecho de una plantilla que, a mi modo de ver, es la tercera mejor de la Liga Endesa.

Vistas muchas de las maneras de actuar de Repesa no puedo por menos que pensar que los gritos, los aspavientos, las miradas incisivas y acusadoras sobre sus hombres no han hecho más que aumentar una tensión y un agarrotamiento impropios de jugadores de la talla de Fran Vázquez, Sergi Vidal o Williams. El Unicaja de Málaga no ha sabido a qué jugar desde el principio de la temporada. Y es ahí donde va encaminada mi reflexión desde el inicio. Bien con Mike Ansley o con Jorge Garbajosa, con Imbroda o Scariolo, el Unicaja siempre había mostrado una atractiva forma de jugar al baloncesto. Siempre parecida aunque los cromos cambiaran.

El motivo por el que conseguían esta identidad era, fundamentalmente, porque siempre existía un eslabón en la cadena evolutiva del equipo, una o varias personas que supieran transmitir esa cuestión tan intangible como es la filosofía de equipo. Esos eslabones desaparecieron en la época de Aito García Reneses y será difícil encontrar las personas que enseñen qué ha sido el Unicaja, de dónde viene para saber hacia dónde va.

Esas figuras bien pudieran ser Manolo Rubia, eterno delegado de la selección española y de Unicaja y ahora director deportivo del equipo, o Carlos Jiménez como ayudante del primer entrenador pero sus enseñanzas se me antojan escasas sin un jugador que las secunde. En un vestuario tiene que existir el jugador que culmine el enlace con estos dos grandes hombres del baloncesto español y de Unicaja. Es momento de reflexionar y decidir, con la sensación de hacerlo contrarreloj. Es momento de recordar lo que fue Unicaja como tabla de salvación de un futuro incierto. Es momento de recordar que los males de Unicaja son una cuestión de identidad.