Toma la pastilla roja 3X02: Los límites de la genética
¿Qué base científica tienen películas como Blade Runner, Parque Jurásico o Gattaca? En este episodio de Toma la pastilla roja hablamos de la genética entre la ciencia y la ficción, y lo hacemos con el gran Lluis Montoliu.
¿Cómo ha evolucionado la genética desde los primeros experimentos de Mendel hasta nuestros días? ¿Qué se puede y no se puede hacer hoy gracias a la edición genética? ¿Cuáles son los límites de la bioética y qué fronteras se van a cruzar en los próximos años? ¿Qué base científica tienen películas como Blade Runner, Parque Jurásico o Gattaca? En este episodio de Toma la pastilla roja, el podcast de ciencia y ficción de Onda Cero dirigido por Andrés Moraleda, sometemos a examen a la genética en el cine. Y lo hacemos de la mano del genetista y biotecnólogo Lluis Montoliu, investigador científico del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC.
Han tenido que pasar cerca de 200 años para que la ciencia haya hecho realidad los sueños de la ficción en el campo de la genética. Para los anglosajones, la novela de Mary Shelley ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’, es la primera obra de ciencia ficción tal y como conocemos hoy al género. Una novela en la que se introducen algunos de los conceptos y dilemas de la modificación genética. Y estamos hablando de un libro publicado en 1818.
Dos siglos después, la ciencia ha conquistado algunos de los escenarios planteados por la ficción. La clonación, la selección y modificación genética, incluso campos tan fantásticos como el de la ‘desextinción’ de especies, son solo algunos de los logros más increíbles de la genética. Logros que se han conseguido gracias a unas cada vez más sofisticadas herramientas de edición genética. Logros, que en muchas ocasiones chocan con los límites de la ética. En este episodio de Toma la pastilla roja viajamos por esta historia de la genética y sus límites entre la ciencia y la ficción.
Frankenstein y el nacimiento de la genética
Casi 50 años antes de que Gregor Mendel publicara sus leyes de la genética Mary Shelley concibió a Frankenstein. Fue durante el invierno volcánico de 1816, causado por la erupción del Tambora, en Indonesia. En aquel año, Mary y su marido Percy visitaron a su amigo el poeta Lord Byron en Suiza. Encerrados en su villa junto con su médico personal John William Polidori, Byron propuso que cada uno escribiera una historia de terror. Y vaya si lo hicieron. De aquella apuesta salieron Frankenstein de Mary Shelley y ‘El Vampiro’ de Polidori, aunque la verdadera autoría de estas obras tardó años en reconocerse justamente.
30 años después de los trabajos de Mendel, en 1896, H.G. Wells, uno de los padres de la ciencia ficción, publicó ‘La isla del Doctor Moreau’, donde exploraba conceptos como la modificación genética y la clonación para crear seres híbridos entre el humano y los animales. Pero el concepto ‘ingeniería genética’ no aparecería hasta mediados del siglo XX, y lo haría en una novela de ciencia ficción: ‘La isla del dragón’ de Jack Williamson. Y lo que sucedió es que 20 años después de aparecer en aquella novela, el concepto de ‘ingeniería genética’ se hizo realidad.
La ingeniería genética
En 1982, Ridley Scott estrenó Blade Runner, basándose en la novela de Phillip K. Dick ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’, de 1968. En la distopía de Blade Runner, una corporación diseña genéticamente seres humanos sintéticos, llamados replicantes, para servir a los humanos. Blade Runner habla de modificación genética, pero también de clonación, uno de los conceptos más fascinantes de la ciencia ficción que la genética consiguió ‘replicar’ en la realidad en los años 90.
Mucho antes, en los 50, ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’ introducía esto de la clonación, aunque fuese con un método de origen alienígena. Más humano, por decir algo, era lo que hacía el terrible doctor Mengele en ‘Los niños del Brasil’, película de 1978. Pero si hablamos de clonación tenemos que viajar a los años 90, una década que vio nacer a los dinosaurios de Parque Jurásico y a la Oveja Dolly.
Pero si hablamos de edición genética, hay que hablar de ‘Gattaca’. Estrenada en 1997, la película plantea un futuro que bordea la delgada línea entre la utopía y la distopía, en el que los humanos se dividen en dos tipos: los concebidos en laboratorios, genéticamente superiores, y los nacidos de manera natural. Un futuro que se parece bastante al descrito por Aldous Huxley en su novela ‘Un mundo feliz’. Un futuro que más de 20 años después del estreno de Gattaca, cada vez es más presente. Porque la ciencia ya ha alcanzado a la ficción en algunos de los conceptos que se veían en la película, y en otros, puede que no estemos muy lejos, aunque la bioética tiene mucho que decir en este sentido.
Las herramientas CRISPR y los límites de la genética
En los últimos 20 años, debido a los grandes avances científicos en la edición genética, la ciencia ficción se ha quedado atrás en este campo. Hemos visto películas como ‘La isla’ o ‘Geminis’, que tratan sobre la materia, pero en ellas, los conceptos científicos se diluyen en favor de la acción. También en sagas como X-Men se tratan temas como las mutaciones, pero desde una perspectiva demasiado fantástica. Y es que la ciencia le ha dejado poco margen a la ficción para soñar si hablamos de genética. Y todo gracias a las herramientas de edición modernas, capaces de conseguir lo que ya se proyectaba en Gattaca y en Parque Jurásico. Herramientas como las CRISPR, acrónimo de Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas.
Si primero fue la ficción la que tiró de la ciencia en el campo de la genética, parece que ahora es al revés, que el cine y la televisión no son capaces de imaginar más allá de una realidad en la que ya hay quien ha modificado genéticamente embriones, quien ha conseguido crear órganos artificiales y quien está intentando resucitar especies extintas hace miles de años. Más de 200 años de ciencia y ficción en los que se han hecho realidad utopías, pero también distopías. La genética nos ha ayudado a comprendernos como especie, y nos ayudará a avanzar, seguro, pero como dice Lluis Montoliu, hay que ser precavidos, centrarse en lo importante y dejar de lado aspiraciones accesorias del transhumanismo, aunque en eso está la robótica, pero ese tema lo dejamos para otro episodio.